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Conquistadores modernos

martes 23 de octubre de 2007, 17:40h

El 12 de octubre de 1.492 un marino llamado Cristóbal  Colón, llegaba a suelo americano.

Sin proponérselo había logrado un encuentro histórico, el de dos civilizaciones tan diferentes como semejantes en su esencia.

Culturalmente diferentes, humanamente semejantes, unos y otros no pudieron acortar las distancias que el mar por siglos había impuesto como frontera.

La fortaleza de los conquistadores y su falsa teoría de superioridad los llevó por el camino equivocado. El sometimiento natural de los indígenas fue el campo propicio para confirmar su teoría, y obraron en consecuencia.

Por más de cinco siglos la humanidad recriminó el obrar de los colonizadores, pero paradójicamente muchas páginas de la historia moderna narran hechos semejantes a aquellos que critica.

El derecho natural del hombre a vivir como tal es muchas veces burlado y entonces,  la historia se repite impiadosa.

A diario somos espectadores de situaciones donde la fuerza vulnera al derecho, donde el poderoso somete al débil, donde en nombre de la paz se hace la guerra.

Cada vez que un niño es despojado de su niñez para hacerlo enfrentar los desafíos del desamparo, la violencia, la humillación y el hambre, la humanidad retrocede quinientos años.

Cada vez que quien debe hacerlo no da respuestas a las necesidades básicas de los más débiles, un colonizador está frente a nosotros.

Cada vez que alguno de nosotros dice que vivir en la indigencia es una elección de vida está ocultando la verdad o simplemente desarrollando una teoría semejante a la de aquellos que en 1.492 se preguntaban si los indígenas eran humanos o animales.
Es la verdad el punto de partida para modificar esta parte de la realidad que nos avergüenza y lastima.

El cambio es posible pero requiere de nuestro compromiso para lograrlo.

Cada uno de nosotros es un ser único e irrepetible, en consecuencia es diferente a todos. Esto que genera muchas veces divisiones y desencuentros es el más valioso de los dones que poseemos, ya que su sumatoria  nos brinda la posibilidad de enriquecernos. Todos somos importantes.

El intercambio es un espacio donde podemos despojarnos de nuestros errores y reemplazarlos por los aciertos ajenos, acercándonos a la verdad fin último del hombre.

La palabra es un medio que gratuitamente se nos ofrece para darnos a conocer, para mostrar aquello que no se ve de nosotros, aquello que nos define y marca nuestro obrar.

Pongamos en el diálogo fraterno todo el esfuerzo para hallar lo que nos une, ya que ello es mucho más fuerte de todo aquello que pueda separarnos.

La tolerancia, la solidaridad, el cumplimiento de nuestros deberes y el respeto por los derechos de todos, son las naves que hoy nos permitirán navegar en paz, sin buscar ser conquistadores ni conquistados, simplemente enfrentando esta travesía llamada vida como hermanos.

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