De hecho, estos seis meses en los que Irureta ha estado en el Betis han sido una verdadera sucesión de contrariedades y sinsabores, que comenzaron con la marcha de los dos mejores jugadores del Betis, Joaquín y Oliveira, aunque al irundarra se le había prometido que, en todo caso, sólo se iría uno de ellos.
A ello se le añadió la enorme tardanza, fruto de la habitual improvisación con la que Lopera conduce al Betis, en el cierre de la plantilla. Y es que fue mucha la tardanza en la llegada de los nuevos fichajes de los que, finalmente, tan sólo Sobis, a ratos, y Odonkor, que para colmo de males se ha lesionado de gravedad, han dado resultado.
Por si esto fuera poco, otro de los recién llegados, Vogel, fue apartado por Irureta tras mantener discrepancias personales y no ha vuelto a jugar hasta el reciente partido contra el Getafe, mientras que el único jugador al que había pedido el vasco, Nené, no fue fichado por Lopera.
Este 'cóctel' se completa con una evidente falta de 'feeling' entre el técnico y la afición, que se ha conjugado con la convulsión interna de un Betis dividido entre 'anti-loperistas' y partidarios de un Lopera encastillado en su firme decisión de ser el único que parte y reparte en la entidad de las trece barras.
Si a ello se le agrega una innegable mala suerte, ejemplificada en los dos penaltis errados hace tres semanas contra el Atlético de Madrid, se comprende que los béticos, a estas alturas de Liga, sumen unos escuálidos trece puntos, frutos de tres victorias (ante Athletic, Levante y la de este miércoles en Tarragona) y cuatro empates, frente a Real Sociedad, Deportivo de La Coruña, Espanyol y Getafe, que tiene al equipo sevillano camino de Segunda División, a día de hoy.