El tapón del Darién solo lo destapan los panameños

La construcción del tramo de carretera del Darién, que uniría Alaska con el cabo de Hornos, se parece a la fábula de Esopo, que señala a un mentiroso consuetudinario y los castigos a los que se expone: que nadie le crea. El pastorcillo de la fábula engañó a los lugareños con la amenaza de que venía el lobo a comerse las ovejas, mientras se reía de la inocencia de los vecinos, hasta que el lobo vino de verdad y nadie fue a socorrerlo.

Con el tramo de la carretera interamericana -que no se ha terminado por el muro selvático que supone el Tapón del Darién- sucede algo parecido a la didáctica fábula.  Desde hace más de 4 décadas se oye el rumor de su construcción y nunca sucede nada.  Un buen día tendremos en Panamá, Centroamérica y el norte del continente guerrillas, mate, ponchos, samba y caraotas sin darnos cuenta, y será porque el tapón fue descorchado por la magia de una decisión, que tiene que ver con seguridad legal y fitosanitaria más que con financiamiento.

Si por el narcotráfico, las guerrillas o los industriales y comerciantes sureños fuera, el financiamiento de la carretera no sería una excusa para que siguiera siendo el sueño de viajero que todos llevamos dentro.  Son más los 'otros intereses' para abrirla, que darle a la imaginación el regalo de poder moverse con alguna libertad y menos costos por todo el continente.

Ahora apareció una oferta colombiana que invertiría 2 mil 500 millones de dólares -la mitad de lo que cuesta la ampliación del Canal de Panamá- para abrir una ruta entre Colombia y Panamá, vía Venezuela, y que se inauguraría en 2012.  La ruta tendría una longitud de 2 mil kilómetros, con 32 casetas de peaje.  Pero ningún ecologista del istmo, ni el gobierno, ni el panameño 'de a pié' ha oído hablar del proyecto de otra manera que no se parezca al grito de ¡viene el lobo!