“Nadie se fía de nadie: estamos como hace cuatro años y puede pasar cualquier cosa”. La frase es común en los tres sectores que convergen este fin de semana en el Auditorio
Pilar Bardem, en Rivas-Vaciamadrid, donde 800 delegados van a debatir la situación agónica que vive Izquierda Unida. El hecho de que la coalición inicie su Asamblea sin un coordinador general
–Gaspar Llamazares ya va ‘dimitido’- da un toque extraño al acto, que no se iniciará con el debate sobre la gestión de la Presidencia saliente, sino con un documento consensuado en el que se analiza únicamente la crisis económica… no la situación política interna.
Nada ha variado tras el exhaustivo reportaje de
Diariocrítico sobre esta Asamblea. Los tres sectores aparecen con las espadas en alto, con sus porcentajes ya conocidos y sin llegar a acuerdos previos: un 46 % para el PCE de
Felipe Alcaraz y
Paco Frutos; un 20 % para la ‘N-II’ de Madrid-Aragón-Cataluña- y un 30 % para los ‘llamazaristas’. El resto se lo reparten independientes, trotskistas y la CUT de
Juan Manuel Sánchez Gordillo, el polémico alcalde de Marinaleda, que va por libre, como siempre.
Cambalache
Así las cosas, sólo cabe el cambalache, como en el famoso tango de
Enrique Santos Discépolo. Hace cuatro años,
Llamazares consiguió la coordinación general en un pacto con la ‘tercera vía’ –léase, fundamentalmente, con el intrigante
Ángel Pérez y otros-; ahora, la ‘tercera vía’, reconvertida en ‘Nacional-II’, no es tan dynamica. Por ejemplo, Pérez no puede ni ver a la candidata del sector ‘llamazarista’,
Inés Sabanés. Así las cosas, los seguidores de Llamazares suspiran aún porque
Rosa Aguilar, la hierática alcaldesa de Córdoba, se baje de su pedestal y acepte asumir la candidatura que le han ofrecido por activa y por pasiva. Pero es como hacer rogativas para que diluvie en el desierto.
Los otros sectores no lo tienen tampoco nada fácil. El aglutinado en torno al PCE presenta al castellanomanchego
Cayo Lara, el látigo de “El Pocero” –urbanización en Seseña- y de otros especuladores varios; pero Lara no representa la imagen de ‘renovación’ que otros quieren. Es decir, que tampoco es el novio para una boda deslucida.
Menos posibilidades aún tiene el que ‘tercera vía’, es decir, la ‘Nacional-II’, proponía como ‘candidato de consenso, el senador
Joan Josep Nuet: no gusta ni al PCE ni a los ‘llamazaristas’ y parece haber tirado ya la toalla.
Y, finalmente, hasta puede presentarse una cuarta candidatura: la del pintoresco alcalde de Marinaleda, Sánchez Goridllo, con su CUT y los restos de la oposición crítica a Felipe Alcaraz en Andalucía –léase
Concha Caballero y otros pocos más-. Pero parece ser que en este caso a río revuelto no va a haber ganancia de pecadores, y eso a pesar de que todos los sectores estarían dispuestos a llegar a un acuerdo para rebajar los avales –ahora en el 10 %- al 5 % para que Sánchez Gordillo se presente, dé su discurso revolucionario y se quede más contento que unas castañuelas, nunca mejor dicho.
Antimonarquía, secularización, federalismo
Así las cosas, podría ocurrir lo que este
Diariocrítico vaticinaba y que es, además, lo que realmente quiere el PCE: primero, que el coordinador general no salga de la Asamblea, sino que sea elegido después cuando se haya completado la elección del órgano político, y segundo, que no sea un coordinador general con mando en plaza, sino una especie de portavoz que deberá responder ante una especie de ‘comisión de notables’, o ‘dirección colegiada’ en argot.
Por lo demás, de esta Asamblea debería salir –parece que así será- una línea política
rompedora con la que ha seguido hasta ahora Llamazares: nada de seguidismo del Gobierno de
Rodríguez Zapatero. Si esa línea se rompe, la nueva IU irá por aquí: republicanismo-antimonárquico (y no es una redundancia); secularización militante (tampoco es redundancia); agitación sindicalista (veremos lo que ocurre en el próximo Congreso de CC.OO.); praxis de izquierda-anticapitalista a tope; federalismo real frente al confederalismo que propone Cataluña, y rescate de un cierto internacionalismo proletario que en nuestros días significa, lisamente, una política de inmigración aún más abierta.
Si (
No(
