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Desmaravillarse

Desmaravillarse

miércoles 19 de noviembre de 2008, 18:12h
TITO B. DIAGONAL
Barcelonés de alta cuna y más alto standing financiero, muy apreciado en anteriores etapas de este diario, vuelve a ilustrarnos sobre los entresijos de las clases pudientes
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El Congreso está maravillado, el desmaravillador que lo desmaraville buen desmaravillador será. ¿Y de quién se trata? De José Bono Martínez, que lo mismo resulta valer para un roto que para un descosido. Lo que yo os diga, amadísimos, globalizados, megaletileonorisofiados y desmaravillados niños y niñas que me leéis.

    Nueva victoria de la progresía laicista. Una nueva afrenta a las creencias mayoritarias de la sociedad española. Un escarnio a la santidad. Una bofetada a Jorge Fernández Díaz, vicepresidente del Congreso y proponedor de la colocación, en uno de los edificios de la Cámara Baja,  de una placa conmemorativa anunciado que allí, en el año del Señor MDCCCXCI (1891 para los que no estáis al loro de la numeración romana) vio su primera luz María Maravillas Pidal y Chico de Guzmán. Una ejemplar muchacha de la buena sociedad madrileña que tomó los hábitos carmelitas y consagró toda su vida a Dios. Fueron tan heroicas sus virtudes cristianas que, en 2003, veintinueve años después de su fallecimiento en olor y loor de santidad, Juan Pablo II la elevó al honor de los altares, siendo venerada desde entonces con el nombre de Santa María Maravillas de Jesús.

    Bueno, pues como que la cosa coleaba desde el pasado 7 de noviembre, cuando a propuesta de Fernández Díaz, la Mesa del Congreso de los Diputados, por mayoría (votaron a favor, no sólo el PP, sino los representantes de Convergència i Unió y del PNV, aparte del propio presidente Bono) decidió tirar adelante con la placa. A partir de ahí, el bloque laico, laicista y laicizante, formando piña (o sea, PSOE, IU, Nafarroa Bai, Esquerra Republicana de Catalunya y el Bloque Nacionalista Galego) empezó a montar el cirio, aludiendo a la no-confesionalidad del Estado y a la propia Constitución Española, que cuando les conviene es una virgen intonsa, y cuando no, la dejan más manoseada que a María la Martillo.

    Este lunes,  Bono (ese personaje por el que siente amistad el buenazo de Jáuregui y una insana debilidad el malvadísimo del Vilariño) dijo que la Mesa del Congreso se pronunciaría definitivamente sobre el particular la próxima semana. Hoy, apenas 48 horas después, el presidente del Congreso desmaravillaba a todo el mundo al decir que, dadas las circunstancias, no se colocaría la placa. Y sólo le faltó añadir eso de “ni quito ni pongo placa, pero ayudo a la mayoría”.

    Ya veis pues, pequeñines/as míos/as, a dónde conducen los excesos del laicismo, que no tienen en cuenta (artículo 16.4 de la Constitución Española) “las creencias mayoritarias de la sociedad española”. Hombre, si la santa no subiría a la gloria mínima y fungible de una placa, por su condición de monja carmelita. La placa era por su condición de ilustre hija del señor marqués de Pidal, quien fuera embajador de España ante la Santa Sede y ministro de Fomento. O sea, que laicos, porque no queda más remedio, pero respetuosos con el pasado histórico todo lo que haga falta.

    Mamá, afectada por este acto de sectarismo --¿no habíamos quedado, hijo mío, que José Bono es católico practicante?, me preguntó hoy—ha decidido que en el oratorio familiar se celebre un novenario de desagravio a Santa María Maravillas de Jesús. Incluso ha encargado una talla de la santa para colocarla en una hornacina del retablo de nuestro oratorio familiar. Con damas como mi progenitora está garantizada la pervivencia del catolicismo en nuestra bienamada España, Patria Común e Indivisible de todos los españoles. Congratulémonos pues.
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