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Faltan ideas

Faltan ideas

miércoles 26 de noviembre de 2008, 00:41h
La velocidad parece habernos sobrepasado. Ello queda de manifiesto en una alarmante falta de ideas en la política chilena. Esta falencia asoma en pequeños detalles y en grandes decisiones. El resultado es un desbarajuste con dos denominadores comunes: ramplonería y mezquindad.

Es cosa de mirar el escenario reciente: el reajuste a los trabajadores del sector público. La Agrupación Nacional de Empleados Fiscales pidió un 14,5% de aumento. El Gobierno respondió con firmeza y sin dilación, con una oferta de 5%. Era obvio el choque. La huelga creó innumerables problemas a los chilenos. Finalmente, las diferencias quedaron saldadas cuando el Gobierno ofreció 10% de reajuste. Resulta inexplicable el enfrentamiento que auspició el propio oficialismo. Era obvio que un  ofrecimiento tan por debajo del índice que ha marcado hasta ahora la inflación (9,5%) sería rechazado. Y difícilmente La Moneda podía ignorar que entre sus propios parlamentarios habría graves disensos. En resumen, una burrada de marca mayor. Si se buscan responsables, hay varios. Uno de los principales, el ministro de Hacienda, que se las dio de negociador sin tener las habilidades mínimas. Tampoco se salvan los ministros políticos. No fueron capaces de prever lo que iba a ocurrir. Dejaron que Andrés Velasco pisara todos los palitos posibles. Finalmente, la cabeza tampoco se salva. La presidenta de la República no puede exponerse a estos descalabros. Si sus ministros  no dan el ancho, debe cambiarlos. Tras cada chambonada, es ella la que paga con destrozos en su capacidad de liderazgo. Y por mucho que la gente la quiera, para dirigir un país no basta con eso. Ni siquiera basta para ordenar a una coalición.

En los partidos oficialistas el desorden es mayúsculo. Cada colectividad -y pareciera que cada uno de sus miembros más destacados- persigue resolver objetivos puntuales.  Van desde imponer a un presidenciable, hasta mejorar cupos parlamentarios o sus posibilidades en ellos. En esto, Pepe Auth, presidente del Partido por la Democracia (PPD) es el más escandaloso, pero no el único. Esta actitud es posible explicarla si se acepta que la Concertación tiene perdida la próxima batalla presidencial. Y cuales roedores en la nave que se hunde, cada uno trata de salvar el pellejo.

En el otro bando, tampoco hay mucha lucidez. Recientemente, el líder derechista Sebastián Piñera criticó a Leonardo Farkas.  Dijo que para aspirar a ser presidente de Chile había que tener proyectos, ideas, programa. Una descalificación profunda. Pero hasta ahora no se conocen las propuestas de Piñera. Y sus ideas, aunque escasas, a menudos no son compartidas por el conglomerado que debería apoyarlas, la Alianza por Chile.

Hoy aún no se sabe si Piñera será el abanderado único de la derecha o si habrá primarias en el sector. Lo que sí está claro es que Sebastián, sin el apoyo de la Unión Demócrata Independiente (UDI), no llega a La Moneda. Las negociaciones siguen. No hay acuerdo en temas que podrían parecer secundarios para una democracia que, como la chilena, pretende estar consolidada. La UDI se opone a una iniciativa de Piñera. Éste plantea la necesidad de que la inscripción en los registros electorales sea obligatoria y el voto voluntario.
 
La presidenta Michelle Bachelet va a Lima, a la reunión del Foro de Cooperación Económica Asia Pacífico (APEC) y pronuncia un discurso muy bien recibido. En él llama a la cooperación entre empresarios y entes públicos para evitar que la crisis cree desempleo.  Encomiable la preocupación. Pero no hay una sola palabra para la responsabilidad de los trabajadores. O sea, las soluciones tendrían que venir desde estamentos ajenos a ellos. Y está a la vista que los trabajadores están pidiendo mecanismos de participación. Cuando no los encuentran, van a la confrontación. ¿Dónde están las ideas para integrarlos? Porque no sólo se trata de entregarles soluciones que, a menudo, no los satisfacen. Finalmente, la crisis que se vive hoy es consecuencia de la rapacidad de los privados. ¿Por qué tendrían que cambiar ahora? 

La ausencia de ideas no es exclusividad de quienes ejercen el poder. También hacen gala de ella referentes políticos que se aferran a jugar algún papel en la vida pública. En los próximos días, Patricio Aylwin cumplirá 90 años. Edad respetable. Y con ese motivo, posiblemente, El Mercurio le dedicó una entrevista extensa. En ella el ex presidente se queja de la falta de renovación en la política chilena. Habla de la necesidad de abrir espacios a las nuevas generaciones en su partido, la Democracia Cristiana (DC). Y lo dice como si fuera un observador. No uno de los principales líderes que ha tenido la DC en los últimos 40 años.

En su revisión, Aylwin no se queda allí. Desconoce el liderazgo de Frei Ruiz Tagle. Deja establecida, tácitamente, la diferencia de jerarquía entre éste y su padre, Eduardo Frei Montalva. Un líder comparable a él, claro.

Luego Aylwin vuelve a rendir homenaje a Sergio Onofre Jarpa, ministro de Interior de Pinochet, por su aporte a la democracia. Pero desconoce las contribuciones que hizo su correligionario Gabriel Valdés. “Pese al cariño que le tengo”, pasó la mayor “parte del tiempo en las Naciones Unidas”, mientras aquí se luchaba contra la dictadura. Mezquino.

Aylwin perdió la posibilidad de una despedida generosa. La mezquindad no se quita con el tiempo.  Tampoco la edad trae ideas nuevas.

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Wilson Tapia Villalobos
Periodista
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