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Presidenta indigna

miércoles 03 de diciembre de 2008, 08:39h

Ni puedo, ni quiero callar. Conozco a Esperanza Aguirre desde nuestra época de compañeros en la Facultad de Derecho en la Universidad Complutense de Madrid. Años duros con la Policía Armada dentro de las Facultades. Ella y yo sabemos lo que pasamos juntos. Pero callaré. No criticaré a nadie por no ser capaz de dominar el pánico. Pero entonces, que se dedique a otra cosa y que abandone la política.

Estoy avergonzado, como español, como político y como madrileño, con el comportamiento de Esperanza en Bombay. Sale corriendo sin mirar hacia atrás y abandona a los miembros de su delegación a su suerte. Es indigna de seguir en su puesto de Presidenta de la Comunidad de Madrid por su irresponsabilidad manifiesta. Nada ni nadie la puede justificar. Y si tiene miedo, y no es capaz de controlarse, debe dimitir en el momento de llegar a Madrid. Además de una pésima política (materia opinable), Esperanza no está en condiciones morales, políticas, ni éticas de continuar en la Presidencia de la Comunidad. Lo digo como lo pienso. Siento una intensa vergüenza institucional. ¿Ese es el respeto que le inspira su puesto?   

Porque el problema no reside en tener miedo. La cuestión consiste en tener capacidad para reaccionar con serenidad, superar la sensación de terror y disponer de fuerza de ánimo para comprender que en ese momento ostentaba la máxima representación de una institución, la dignidad de un país como España en el exterior, al que ella, precisamente ella, tanto dice amar. A muchos políticos les tocó vivir momentos comprometidos durante la transición, incluido el intento del golpe Estado del 23-F dentro del Congreso de los Diputados, o el atentado contra los abogados comunistas de la calle Atocha. También, pasar por Carabanchel y la DGS, ser tiroteados por la policía de Fraga y Arias Navarro o padecer la persecución de ETA, y no por ello presumen. Pero mantuvieron la dignidad, aguantaron firmes y estuvieron al lado de los suyos. Y si no se es capaz de resistir, es preciso abandonar.

Y estoy seguro que ella, que Esperanza, también sabe que ha actuado con una indignidad insuperable e incompatible con su cargo. Una dirigente política, que preside una delegación, cuando, además, decenas de españoles ajenos a la citada delegación corrieron peligro de muerte, tiene la obligación moral incontestable de permanecer allí hasta el final. Aunque corra también peligro de muerte. Ésa era su obligación. ¿Alguien se imagina que Zapatero hubiera tenido tal comportamiento? En Bombay estaban ya los responsables diplomáticos de la Embajada de España sobre el terreno. ¿Por qué no se quedó Esperanza Aguirre con ellos como recomendaba un elemental compromiso institucional? ¿Qué vodevil protagoniza con calcetines organizando una comparecencia en Madrid, que, en realidad, pretendía lavar la mala conciencia de una gravísima irresponsabilidad política?

¡Estoy indignado! ¡Qué imagen hemos dado de España! Ningún mandatario europeo habría reaccionado así. Esperanza, tú, precisamente tú, tan estricta, tan implacable con los demás. O te vas, o te callas para muchos, muchos años. Estas cosas no se olvidan. Me produces sonrojo.
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