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¿Estamo locos o qué?

La columna de Gema Lendoiro: "Y dale con el sexismo"

viernes 12 de diciembre de 2008, 13:06h
Tener tiempo libre siempre es bueno. El problema es cuando se tiene demasiado y entonces la cabeza se pone en marcha y piensa. A veces demasiado. El aburrimiento da mucho de sí, genera ideas de bombero y pone a funcionar iniciativas absurdas que poco tienen que ver con el sentido común.
Hay unas clínicas en Andalucía (privadas) que tienen como norma que sus enfermeras vayan vestidas con falda, delantal y cofia. Resulta que muchas trabajadoras vieron en esta medida una actitud sexista y protestaron a través de CCOO. Fueron a juicio y el TSJA de Andalucía les ha quitado la razón. Les ha dicho que son normas de la empresa, privada recuerdo, y que si no les gusta, que se vayan.

No soy feminista. Pero soy mujer y veo discriminaciones todos los días por un tubo. Y esta no me lo parece. Sexismo es considerar una mujer un objeto de deseo y por ende manipulable hasta tal punto que se le desprecia por actitudes que realizadas por un hombre son virtudes. Ejemplo: tener carácter. En ella es sinónimo de histerismo, en él es tener un par y saber muy bien lo que quiere. Sexismo es creer que una mujer por su condición sexual está incapacitada para realizar determinadas funciones como por ejemplo, conducir, dirigir una empresa o alcanzar un nivel alto ejecutivo en cualquier organismo. Sólo hace falta ver las noticias para ver que esto es así. “Una mujer es nombrada…” Mientras el nombramiento de una mujer para un alto cargo sea noticia, seguirá existiendo el sexismo.

Sexismo es la conversación de los machotes en la barra de un bar hablando de las correrías de “mujerzuelas”. Correrías que hacen con ellos mismos mientras sus santas esposas esperan en casa con la cena en la mesa y durmiendo a los niños. Sexismo es que esas santas esposas miren con desprecio a esas “mujerzuelas” porque sus maridos (que son los que están comprometidos con ellas) pasen tiempo con ellos.

Sexismo es no valorar a una mujer en su trabajo a partir del preciso instante que comunica que está embarazada. Sexismo es pensar que ese embarazo es una larga enfermedad que la va a ausentar de sus obligaciones profesionales durante el resto de su vida cada vez que el niño tenga catarro, mocos o diarrea.

Sexismo es decirles a los niños pequeños cómo tienen que jugar. Ellos con coches y pistolas y ellas con barbies cursis. Sexismo es contarle a las niñas cuentos de príncipes azules que se encandilan con muchachas puras y vírgenes que hacen muy bien las labores del hogar en lugar de contarles la purita realidad de las cosas que no es más que la siguiente: estudia, búscate tú la pasta y no permitas que ningún hombre te pisotee.

Sexismo es que las madres enseñen a las chicas que el hombre valora a las mujeres apocadas, sencillas y calladas que sonríen cuando se les pregunta. Eso es sexismo y, hasta dónde yo sé, es lo que hacen las gheisas, no las mujeres de bien.

Sexismo es que no se perdone (porque no se hace) que una mujer decida vivir su vida sin pasar por la vicaría y sin procrear porque así le sale de sus santas narices y que no dé a la sociedad lo que se supone que debe hacer por ser mujer: parir niños (con marido al lado, mejor). Pero ojo, porque cuando cambia de idea, su trabajo se puede ver perjudicado.

Todas esas cosas son sexismo, y no hacer que unas trabajadoras se pongan falda en lugar de pantalones.

Estoy más que harta de que los sindicatos se pierdan en boberías. Pero claro, no se puede legislar contra el pensamiento. Es la pena. Contra eso, sólo una terrible arma que cada vez da más miedo: EDUCACIÓN. Sobre todo si se imparte en mujeres.
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