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"¿Qué Hacer?"

martes 24 de marzo de 2009, 11:19h

Entre 1901 y 1902 Vladimir Ilych Ulyanov “Lenin” escribió el panfleto político “¿Qué Hacer?”, con frecuencia citado como piedra fundacional del pensamiento revolucionario bolchevique. En su escrito, que por cierto toma el nombre prestado de una novela de Nikolai Chernyshevsky, Lenin llamaba a la creación de una vanguardia intelectual revolucionaria que trascendiera el estatismo de los movimientos sindicales y actuara a modo de lazarillo para dirigir al proletariado hacia la tierra prometida del socialismo científico.

Más de un siglo ha pasado desde “¿Qué Hacer?”. Las respuestas anunciadas por Lenin llevaron a una historia que se ha contado ya muchas veces: Karl Marx se convirtió en Iosiv “Stalin”, para lo que hubiera supuesto por cierto el horror del primero, y la humanidad, encarnada en el pueblo ruso, hubo de hacer frente a una de sus mayores catástrofes. Bolcheviques aparte, no obstante, la pregunta de qué hacer es, ante la situación económica y social en la que nos hallamos inmersos, profundamente pertinente.

Parece innegable que estamos en crisis. Los heraldos oficiales han hecho ya suya esta expresión, crisis, y en sus palabras tratan de reflejar los dramas cotidianos de aquellos que tienen y, sobre todo, de aquellos que no tienen. Encomiable intento. Sin embargo, la crisis no termina en la economía, sino que por desgracia se ha extendido al terreno intelectual. Resulta alarmante la falta de ideas nuevas que revitalicen el debate en torno a la cuestión de las formas de producción y distribución de la riqueza. Así, en los foros oficiales la única preocupación es la que marca la ortodoxia del capitalismo descarnado, que receta la vuelta al productivismo y al mayor crecimiento económico posible. Esta es la idea que impregna la mayoría de las páginas de periódicos y revistas, de discursos oficiales y de espacios televisivos y radiofónicos, a saber, que hemos de volver a la patológica senda del ‘cuanto más, mejor’, cuyo paso nunca debimos perder y que ha de aparecer como la meta última de nuestros quehaceres cotidianos.

Sí, se habla de mayores controles, de una mayor transparencia y de suprimir o embridar esa obscenidad insultante que son los paraísos fiscales, pero la pregunta es si los cambios que se proponen van a permitir no ya salir de la actual depresión, sino evitar que en el futuro nos encontremos en un callejón sin salida. ¿Es suficiente la receta repetida hasta la extenuación de recuperar el ciclo banco-empresa-individuo-banco o hay que emprender reformas de mayor calado? ¿Qué hacer?

Parece que el primer cambio tiene que operarse en cada uno de nosotros. Frente a la recuperación del productivismo y la hipertrofia, Nicolas Ridoux defiende la idea del ‘decrecimiento’ y aboga por una mayor austeridad y responsabilidad de aquellos que tienen a la hora de consumir y compartir. Trabajar para vivir y no vivir para trabajar, trascender el ‘metro-boulot-dodo’ (metro-trabajo-dormir) que acuñó Pierre Bearn y condenaba Pierre Bourdieu, volver a la naturaleza para convivir con ella, no para dominarla, respetar y ser respetado, amar más y en definitiva ser, cada uno de nosotros, un poco mejores. Estas son sus propuestas. Se trata de pequeñas acciones que agregadas pueden suponer un gran cambio.

Por otro lado, una vuelta al modelo productivista de consumo masivo que ha desencadenado la actual crisis no contempla soluciones para problemas como el del constante aumento de la desigualdad de las rentas a nivel global desde mediados del siglo XX o el de la destrucción del medio ambiente. Las implicaciones de estas dos cuestiones a nivel de seguridad y deterioro de la convivencia global son, evidentemente, enormes. Cada uno de nosotros puede poner de su parte para cambiar el escenario. Por supuesto, no me excluyo de ese nosotros y sé de la dificultad de cambiar los hábitos y las rutinas, pero ante los inconvenientes que nos esperan en el futuro si no lo hacemos, considero que es mejor comenzar cuanto antes e imponernos los cambios antes de que los cambios se impongan sobre nosotros.

El momento actual es una gran ocasión para replantearse los límites del modelo vital que queremos y preguntarse qué hacer. La locomotora capitalista ha descarrilado movida por la codicia del ‘cada vez más’. Antes de volver a ponerla sobre los raíles deberíamos otear el horizonte y confirmar si el lugar al que nos lleva es efectivamente donde queremos ir. Sapere aude!

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