Democracia de misil inteligente

Mentiras. Además de la “inminente amenaza” que representaba para el mundo libre la posesión/uso de armas de destrucción masiva por parte de Sadam Hussein –armas que, se sabe, nunca existieron–, uno de los más simpáticos “argumentos” imperiales para justificar su invasión a Irak fue la promesa, vía misil inteligente, de la instauración de una reluciente democracia. El compromiso era inequívoco: tras el derrocamiento “del tirano” sobrevendría, terroristas e incrédulos abstenerse, un régimen político “del pueblo”. Miles de millones de dólares y millares de soldados estarían allí para garantizarlo.

¿Cuál democracia? Han transcurrido ya cuatro años y, amén de las más de 600 mil víctimas civiles de la temeraria ocupación, lo que se ha instalado en territorio iraquí post-Hussein, más que ejemplar democracia, es una conflagración sin fin. No existe un día, ni uno solo, sin que la violencia cobre su cuota de horror y muerte. Vaya curiosa democracia ésta en la que en lugar de computar votos, fresquitos, se registran cadáveres. Y encima los halcones-gallina del Pentágono nos quieren hacer creer que el problema no es el exceso de occidental metralla, sino la “falta de vocación democrática” de los malagradecidos árabes.

Presunciones. ¿Se puede “exportar” democracia? ¿Hasta cuántas víctimas son tolerables, sin remordimientos, para imponer el paraíso de las libertades? ¿Qué de guerras habrán de incitarse a fin de que los sobrevivientes sean perfectos demócratas en el futuro? ¿Cuánta ocupación militar, con su tecnología de exterminio, se requiere para consagrar el pleno disfrute de elegir gobernantes y representantes? ¿Cuál es el costo, en barriles de petróleo, de organizar una elección en la flamante “República Parlamentaria Federal” de Oriente Medio? ¿Habrán de congeniar, con la venia de doña Condoleezza, los chiítas y los sunnitas?

Esto viene a cuento de la abusiva obsesión del gobierno estadounidense de medir/certificar a los regímenes políticos del mundo con arreglo a “su” modelo de democracia. Como si “la” democracia hoy hegemónica (elitista-liberal-representativa) fuese un referente obligatorio, único e inequívoco para ser calificado como buen o mal demócrata. Peor todavía: como si salirse del molde, acaso superarlo, sea una insolencia cuando no un “grave peligro”. Si las democracias nuestras, pongamos que hablo de Bolivia, asumen sustanciales procesos de transformación, ¿serán por fatalidad democracias “fallidas”?

Disputas, construcciones. ¿Podemos reinventar nuestra democracia? ¿Es deseable asumir constitucionalmente el principio de la “demodiversidad”? ¿Cómo se traduce ello en diseño institucional y, más aún, en cultura política? Si además de representativa nuestra forma de gobierno, por ejemplo, fuese comunitaria y deliberativa, ¿estaremos condenados al desprecio de las naciones civilizadas? ¿Nos lloverán misiles inteligentes para reencauzarnos por el camino del bien? Que la Asamblea Constituyente, por favor, por consenso, así lo decida.
 
FADOCRACIA

Goni-Zorro come home. Dicen que hay 60 razones para que los Sánchez (De Lozada y Berzaín) sean extraditados al país para responder en el Juicio de Responsabilidades iniciado en su contra. ¿60 “razones”? 60 compatriotas, más bien, que en octubre de 2003 pasaron a la historia nacional de la infamia y engrosaron la “estadística” de la violencia estatal en democracia. Son 60 personas como usted, lector(a), a quienes les fue arrebatado el derecho humano más elemental: a la vida. Alex Llusco Mollericona y Marlene Nancy Rojas, los más pequeños, de 5 y 8 años de edad; Juan Ticona Mamani y Raúl Huanca Márquez, los mayores, de 68 y 70 años. Y otros 56 ciudadanos y ciudadanas más que murieron, casi todos ellos, por impacto de bala. Todos esos crímenes siguen en la impunidad. Y todavía un oscuro ex primer yerno de la Nación-ración, con derroche de cinismo/frivolidad, tiene el tupé de aclarar –en nombre de “la dignidad”– el itinerario de los 37 cuadros coloniales de la colección privada de una tal Ximena.

Columna Original: "Desde el Ombligo"