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A la tercera va la vencida

martes 07 de abril de 2009, 12:44h
La presidenta regional, Esperanza Aguirre, no suele tener muy en cuenta las opiniones y propuestas de la oposición y cuando atiende sus peticiones suele ofrecer salidas con truco que se detecta cuando ya ha trascurrido  el tiempo. En una ocasión, le puso un bombón con pimienta dentro al secretario general de los socialistas madrileños, Tomás Gómez, cuando ambos se reunieron en la sede de la Presidencia de la Comunidad de Madrid después de que el ex alcalde de Parla fuese elegido por segunda ocasión el primero de la fila del PSM. En aquel momento, en el que hablaron de todo, también del pacto en Caja Madrid del que queda poco más que nada, Gómez vendió en la rueda de prensa posterior a tan singular encuentro que había arrancado a Aguirre la puesta en marcha de una comisión en el Parlamento autonómico para analizar el estado de la sanidad pública y los distintos modelos que conviven en la Administración regional, discutir sobre la bondad y  maldad de cada uno y al final proponer medidas para mejorar la asistencia que se ofrece a los madrileños.

Comparecieron ante ella más de setenta expertos, sindicalistas, representantes de las distintas manera de entender lo público y amantes de que la iniciativa privada meta sus manos en este recurso universal y gratuito para todos los ciudadanos para hacer negocio cuidando nuestra salud. Haciendo buena la frase de cuando no sepas que plantear, propón una comisión, los diputados escucharon las versiones de cada uno de los comparecientes y prestaron mucha atención al último que acudió, el consejero de la cosa sanitaria, Juan José Güemes. Unos le dieron golpes de ánimo en la espalda y otros animaron a los demás a que le golpeen hasta en la espalda, y a otra cosa mariposa. Después llegó el anuncio de Aguirre de presentar en la Cámara regional, antes de que concluya el actual periodo de sesiones, un proyecto de ley dedicado a ofrecer soluciones a los miles de habitantes de la Cañada Real, zona en la que se mezclan el lujo de algunas edificaciones  ilegales con la miseria y el más hondo abandono a su suerte de los niños que viven en condiciones infrahumanas.

Para saber qué actuaciones tiene en mente Aguirre para arreglar los problemas de todo tipo que tienen los vecinos de la Cañada y los que viven en las proximidades, sobre todo relacionados con la seguridad ciudadana, habrá que esperar. Esta propuesta salió adelante gracias a que la portavoz de IU, Inés Sabanés, aprovechó su pregunta semanal a la presidenta para traer al Parlamento uno de los muchos problemas reales de los madrileños. El siguiente anunció de Aguirre, también por culpa de que Sabanés puso sobre la mesa del hemiciclo la principal preocupación  de los habitantes de la Comunidad de Madrid, y de todos los españoles, la crisis económica y el galopante paro, fue la celebración de un pleno monográfico sobre esta obsesión de muchas familias. Será a finales de abril, y en esta ocasión, no se podrá entretener a sus señorías con buenas palabras, llenas de frases más o menos ingeniosas relacionadas con a quién se culpa más de  este drama social y con las comparaciones rutinarias sobre el comportamiento de ascenso o descenso del desempleo en relación con otras comunidades.

Los ojos de los más de 400.000 parados madrileños se fijarán en las pupilas de los portavoces del PP, PSM e IU y les pedirán ayudas para los que ya no cobran nada hasta que los datos sean más esperanzadores y también empleo para intentar sacar adelante a sus familias. Todo eso cuesta dinero y mucho, pero qué mejor manera de invertir el dinero de los contribuyentes en que muchos de estos mismos pagagini reciban algo a cambio de un Estado Social y de Derecho que todos dicen que es España. A la tercera va la vencida. Aguirre debería de ofrecer un consenso generalizado para que el debate sobre el paro concluya con acciones de todos para todos lo que lo están pasando mal.
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