Bien está lo que bien se hace y, en ese registro, hablando de la visita oficial del matrimonio
Sarkozy-
Bruni, todo ha salido bien. La política convertida en espectáculo, funciona. Más, cuando quien pisa el escenario es un inmenso y convincente actor como Nicolás Sarkozy. A nadie se le ha recibido como a él en el Congreso de los Diputados. Ni a
Gorbachov cuando la "perestroika" era el fetiche político de moda.
Para
Zapatero han sido dos días de éxtasis rodeado de lo que más le gusta en este mundo: los "flashes", las cámaras de la televisión, los famosos. Pese a las ojeras del paro, las arrugas del déficit y las nubes que planean sobre el
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futuro de las pensiones, se le veía feliz. Porque esa es la otra realidad. Mejor dicho: la verdadera realidad.
La visita de Sarkozy ha sido un éxito. Francia seguirá ayudando en la lucha contra la ETA -"Somos compañeros de armas contra el terrorismo", proclamó "Sarko"-, y a Francia seguiremos comprando electricidad aunque vengan de fuente nuclear. También progresaremos en uniones por tren y carretera. Todo va bien entre París y Madrid. Ya no hay Pirineos. Pero la vida sigue y en España, por desgracia, ese seguir es el paro -más de cuatro millones de personas angustiadas-, es el déficit en los ingresos del Estado y es un horizonte ominoso en relación con las pensiones. Bruni y "Sarko" han sido la alegría que pasa, la flor de un día. Ahora, concluido el desfile de modelos, cuando se han apagado las luces, cuando la cruda realidad llama con mano de bronce a las puertas de La Moncloa pidiendo soluciones políticas a la crisis, Zapatero está preparando ya otro desfile. Atentos a la pantalla, la próxima pasarela será la reunión del G-20.