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El miedo

El miedo

miércoles 29 de abril de 2009, 19:43h
Según el Ministerio de Sanidad ya hay 10 casos de peste porcina confirmados en España. Todos evolucionan favorablemente, según el eufemismo habitual. Ya sabemos también que se ha producido el primer fallecimiento fuera de México.

    Las autoridades de todas partes se esfuerzan en transmitir a los ciudadanos un mensaje de calma. Hacen bien, porque en este tipo de situaciones no hay nada peor que el pánico.

Pero mi madre decía que hay que tenerle miedo al miedo. Quería decir que lo inevitable es de suyo imposible de afrontar. El problema es el álito de muerte que precede a la parca; eso es lo que nos da un pavor contra el que poco podemos hacer, como no sea caer en el fatalismo irracional. Y no es el caso.
El caso es que la enfermedad es consustancial a los seres vivos. Podemos luchar contra ella tomando las debidas precauciones y, llegado el caso, con las potentes armas de la medicina. No se preocupen los aspirantes a ángeles de la guarda de la ciudadanía: podemos asumir nuestro destino de seres finitos. Pero necesitamos saber, porque el miedo es pariente cercano de la ignorancia. Y para que la información sea útil contra el miedo, va de suyo que ha de ser veraz: lo que se nos dice y quien lo dice. Por lo general confiamos en nuestro médico de cabecera, pero cuando oímos hablar de pandemias, de males que se propagan por todas partes y a gran velocidad, nuestro facultativo es el Estado y su amanuense, el Gobierno.

    La Administración mexicana ha ocultado lo que estaba pasando demasiado tiempo y el problema ha estallado provocando una onda expansiva de temor. En Estados Unidos se nos habla de una incidencia moderada de la enfermedad, pero quien lo dice es nada menos que el propio presidente por televisión, lo cual, si la cosa es menor, parecería excesivo; y la parroquia se tienda la ropa.

    A la gente se nos ha mentido demasiado. Aquí se nos mintió en el 11-M y aún ahora las autoridades siguen empecinadas en envolver en infantiloide papel maché la tragedia de la crisis económica; como si fuéramos menores de edad; como si fuéramos a sacar a toda prisa los cuatro cuartos del banco o a suicidarnos en masa; como si fuéramos imbéciles.

    No asusta la enfermedad. Lo que asusta es la mentira o la media verdad; eso es lo que nos deja inermes.
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