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2 de mayo, entre Sol y Malasaña

sábado 02 de mayo de 2009, 11:24h
Madrid, capital de España, rompeolas de las Españas, que diría Machado. Madrid se encontró la capitalidad en un sorteo. Los reyes de la Casa de Austria buscaban un lugar donde asentar la corte. Un lugar donde ningún noble hubiera asentado sus posaderas anteriormente, que creciera a la medida de sus necesidades. Que tuviera el agua justa para atender las necesidades de la corte, buen aire y lugares de caza cercanos. Allí, en el centro, con todas las papeletas, estaba Madrid.

Carlos III encontró una ciudad poco acogedora, sucia y polvorienta, donde los cerdos ejercían el papel de barrenderos municipales. Nada que ver con el Nápoles que había dejado como monarca. Se aplicó a modernizar y urbanizar la ciudad, hizo lo que pudo, se desesperó varias veces, pero ningún esfuerzo es baldío.

La canción de Víctor Manuel dice que Asturias se jugó dos veces la vida en una partida. Madrid ganó su capitalidad en dos partidas, aunque las dos perdiera. La primera de ellas el 2 de mayo de 1808. La segunda el 18 de julio de 1936, larga, dura, dolorosa, durante casi tres años en primera línea de combate.

Tan sólo por estas dos partidas, Madrid no merece volver a jugársela entre Sol y Malasaña. Pero a eso parecemos condenados de nuevo en este 2 de mayo, 201 años después.

Madrid, especialmente desde el Tamayazo y los efectos devastadores sobre la política de los atentados del 11-M, no ha recuperado pulso democrático y se ha convertido en el centro, en el agujero negro, de la crispación política nacional. En ningún otro lugar del país la confrontación de ideas y propuestas políticas se ha convertido en tan agria, llegando a las barras de los bares, a los centros de estudio, los púlpitos, los bancos de las plazas… precisamente en la capital que debería ser foro de encuentro de las Españas se atrincheran los huevos de la serpiente de la división y el desencuentro.

Las políticas aplicadas por Esperanza Aguirre y su propia forma de entender la política. La exhibición permanente de principios pretendidamente liberales, pero esencialmente neoconservadores en lo político y ultraliberales en lo económico, exactamente los mismos de los que alardean las FAES del señor Aznar un día sí y otro también, por más que son calcados de los que han conducido al mundo al desastre económico que vivimos, los que han sido derrotados abrumadoramente en su propio terreno por el flamante Obama. Esos principios, combinados con dosis letales de oportunismo y declaraciones populistas, junto a un intervencionismo sin límites en asuntos económicos, cuyo último ejemplo es Caja Madrid. Unas políticas aplaudidas sin pudor por cortesanos-tertulianos, cortesanos-negociantes, cortesanos-espiantes, cortesanos de correa, han tenido mucho que ver con el desastre político madrileño.

Tomás Gómez entró con ganas de diálogo y recuperación de espacios de entendimiento en torno a las políticas, pero acostumbrado a gobernar los límites de un ayuntamiento como el de Parla que, pese a haber crecido mucho, es de dimensión humana, parece perdido en la maraña capitalina. Los pasillos de la corte se tragan a cualquiera y tras cualquier esquina aguarda un puñal. Así que tan pronto no acude a los actos oficiales del 11-M, como se reúne con la presidenta para intentar estabilizar en Caja Madrid. Tan pronto pica un anzuelo como se debate desesperadamente por escapar de la trampa. Tan pronto vuelve a reunirse para normalizar la vida política como asume que es imposible entenderse con una presidenta que pasa de un tema a otro sin solución de continuidad, o decide no acudir a los festejos oficiales del 2 de Mayo en la Puerta del Sol para montar una conmemoración paralela en la plaza de Malasaña. Izquierda Unida, más serena tras su asamblea regional, ha dicho ya que asistirá a los actos oficiales.

Acaba de celebrarse un Pleno sobre la crisis económica y el empleo en la Asamblea de Madrid. Otra oportunidad perdida porque a los madrileños nos importa muy poco si el culpable es el actual presidente del Gobierno, si la culpa es del anterior o si el culpable verdadero es Bush. La crisis es mundial, golpea en todos los países y en España más porque nuestro modelo especulativo, de alto consumo y fuerte endeudamiento, de bajos salarios y empleos precarios, nos otorgaba muchas papeletas para meternos de cabeza en el fregado.

Lo primero, ahora, deberían ser las personas. Asegurar las rentas de 460.000 personas desempleadas. Evitar el empobrecimiento de la población madrileña. Fortalecer los servicios públicos que protegen a la población. Mejorar sustancialmente los servicios públicos de empleo. Salvar empresas para salvar empleo. Abordar un nuevo modelo productivo, que explore motores de desarrollo industriales, consolidando el sector servicios y apuntalando la construcción, reorientando su actividad.

Más rebajas fiscales y un poquito de apoyo a los empresarios afines, son toda la receta del Gobierno regional. Todo lo demás… que lo haga Zapatero. Un sinsentido, un despropósito, una irresponsabilidad, que no puede traer nada bueno.

Así las cosas, invitados por todos, los sindicatos que representamos mayoritariamente a los trabajadores y trabajadoras madrileños, a esos 460.000 parados y paradas que lo empiezan a pasar francamente mal, podemos acudir a Sol y no ir a Malasaña, o viceversa, o asistir a los dos actos o a ninguno. Desairar a unos, a otros, a ninguno. Ser prácticos y/o montar una refriega entre Sol y Malasaña.

Da igual lo que hagamos los sindicatos, el espectáculo está servido, las familias trabajadoras no seremos noticia y el 2 de mayo, de nuevo, el perdedor será el pueblo de Madrid, que querría contar con un esfuerzo compartido, con un pacto político y social contra la crisis que intentara salvar empleos, familias, empresas y que, una vez más, asistirá a la puesta en escena de un nuevo esperpento. Madrid no lo merece.

Francisco Javier López Martín.
Secretario General de CCOO de Madrid.
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