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Una campaña sin (demasiado) interés

Una campaña sin (demasiado) interés

domingo 17 de mayo de 2009, 17:16h
Faltan ya muy pocos días para que se inicie de manera oficial la campaña electoral para las elecciones europeas. Poco interés en las gradas nacionales, me da la impresión de que ya un poco ahítas de emociones políticas: ha sido este un año, desde las elecciones generales de marzo de 2008, tremendo, lleno de acontecimientos, de peleas, de sorpresas. De cambios históricos, como la presencia de Patxi López –pese a quien pese, que ya vemos que a muchos les pesa—en Ajuria Enea.

A José Luis Rodríguez Zapatero se le podrán reprochar algunos, o bastantes, errores, pero no su inactividad ni su falta de arrojo al frente de un Gobierno que, en conjunto, no siempre da la talla. A Mariano Rajoy se le podrán criticar su escaso carisma y una cierta pereza a la hora de la lucha, pero no su integridad ni su dedicación al frente de un partido que le da no pocos disgustos: esta misma semana, al presidente de la Generalitat valenciana le toca declarar como imputado por un caso que resulta complicado ver del todo claro.

Son ellos, Zapatero y Rajoy, los que se enfrentan en las urnas el próximo 7 de junio, aunque sus nombres no figuren en las papeletas; junto a ellos, los nombres de los principales candidatos, Juan Fernando López Aguilar y Jaime Mayor Oreja, obligados, ellos sí, a hablar, aunque sea poco, de Europa, aparecen como desdibujados.

Escucho los discursos de los mítines de este fin de semana y me parecen una repetición de lo que hemos escuchado en el debate sobre el estado de la nación. Oigo tertulias radiofónicas, leo columnas de opinión en los diarios, y encuentro muy pocas cosas nuevas: que si Zapatero es una fábrica de parados, o que si Zapatero es el hombre que nos lleva a las grandes glorias internacionales, que si Rajoy lo único que sabe hacer es catastrofismo, o, en el otro lado, que si Rajoy está planteando las verdaderas alternativas útiles a la crisis.

Será, ya digo, el cansancio, el anticlímax que sigue a un período de grandes noticias. O lo romo del debate sobre el estado de la nación, en el que no pudimos encontrar sino las prehistóricas apelaciones a las hemerotecas, el ‘y tú más’ y soluciones, pocas. Y las pocas que se pusieron sobre el atril –hay que reconocer que lo hizo Zapatero--, hoy están en tela de juicio, aunque su eficacia, desmentida por anticipado por algunos, o su bondad, asegurada por los otros, aún ha de ser contrastada. Veremos si las medidas son un éxito o un fracaso, pero la polémica ya ha comenzado a desgastarlas.

Esta semana veremos si algunas resoluciones presentadas en el debate salen adelante, aunque, debo insistir una vez más, el desinterés parece grande. No me extraña: no hay ninguna que plantee cosas verdaderamente nuevas. Y, como ustedes recordarán, la experiencia nos dice que  la mayor parte de las veces, esas resoluciones no han llegado siquiera a concretarse en algo tangible. En esas condiciones, no me extraña demasiado, la verdad, el patente desinterés ciudadano por el proceso político que nos llevará a las urnas el 7 de junio. Si no fuese por mis obligaciones profesionales, yo también me quedaría con el futbol. O con Rafa Nadal.
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