Mor de la prolongada y profunda crisis, la economía mantiene el protagonismo de la vida pública. Como dice el viejo refrán, “donde no hay harina, todo es mohina”, y se nota, vaya si se nota, en los más diversos aspectos de la vida política, económica y financiera del país, como por lo demás en casi todas partes de Europa y del mundo desarrollado. El eje de inquietud local, en estos momentos, está en las Cajas, llevadas algunas de ellas, por el intervencionismo político y la deficiente elección de sus gestores, a situaciones que provocan inquietud. Un buen sistema, como es el de las Cajas de Ahorro, padece, como tantas cosas en España, las consecuencias de la inmoderada extensión del poder político a escenarios en los que, por lo menos, debería actuar con cautelas y cuidadosas limitaciones.
Tuvo que salir a escena este último viernes nada menos que Emilio Botín, el carismático e influyente presidente del Santander, para pedir a los políticos que dejen el problema, o los problemas, en manos del Banco de España, de manera que no se produzcan interferencias políticas en lo que haya que hacer para reestructurar el sistema financiero, en inequívoca referencia a la cuestión de las Cajas. Le faltó tiempo al ex presidente José María Aznar para mostrar su plena identificación con el análisis de Emilio Botín y afirmar que “éste es el momento de despolitizar por completo el sector de las Cajas de Ahorro”. Admira lo claras que ven las cosas los políticos cuando no están en el poder.
Tiene razón sin duda, en términos generales, el primer banquero de España y hoy en día uno de los más escuchados e influyentes en el ámbito financiero en todo el mundo y desde luego en Europa, pero hay casos que deben ser estudiados en sus propios términos, como la situación de Caja Madrid. Por lo menos, en la Asamblea de Madrid y gracias al apoyo de los escaños de Izquierda Unida, el PP ha sacado adelante la reforma de la Ley de Cajas, que permitirá activar los mecanismos para liberar la presidencia y producir el relevo al frente de Caja Madrid antes de que termine el año actual.
Pero el caso es que no todo van a ser malas noticias en el ámbito económico. O como dice el viejo refrán, “en tiempos de tribulación, no hacer mudanza”. Eso deben pensar muchos inversores, a la vista de cómo resisten los mercados, casi siempre mejor de lo esperado, a juzgar por los movimientos e índices en la Bolsa española. Los valores sólidos se mantienen o incluso suben, como el Santander que cerró la semana apuntándose nada menos que un 4,99% en la sesión del viernes, el BBVA con un 3,66%, Acciona con un 5,07% y Gas Natural el 5,89%, por poner unos ejemplos. Merece la pena seguir apostando también, por ejemplo, por ACS, que gana casi dos puntos, Ferrovial con 2,69, OHL el 2,08%, y casi punto y medio para Repsol y Sacyr.
El resumen del resumen es que hay, dentro de ese colchón de seguridad que es el IBEX, no menos de quince valores con los que se puede mantener una cartera segura y con razonables ganancias. Los inversores lo saben y eso explica que, aún con altibajos e incertidumbres, el IBEX se mantenga confortablemente por encima de los 9.500 puntos, en la frontera de los 9.600 que probablemente superará con holgura la semana entrante, en la que no es imposible que pudiera cruzarse el listón de los 9.700 puntos. Hay coincidencia prácticamente general de los analistas sobre que, incluso en estos momentos de tribulación económica, la Bolsa española es un buen escenario para moverse, con prudencia por supuesto, pero también con razonable confianza en los resultados.
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