¿Qué es, de verdad, la muerte de
Michael Jackson? ¿Un suceso dramático, o un espectáculo surrealista? La oleada de programas de radio y TV, vídeos, páginas de internet, páginas de papel impreso y comentarios de todo tipo llenan las 48 últimas horas del planeta, desde el primer minuto de su posible
“sobredosis” inducida el pasado día 26. Habrá “material” mediático para una oleada de días, de semanas, de meses, mientras se va desenvolviendo la enredada madeja de las extrañas circunstancias de su muerte….y de las multimillonarias redes de su herencia. Ayer su médico personal, su abogado íntimo y sus hermanos, hoy su sirvienta, mañana sus acreedores… El rey del pop ha muerto. ¡Viva el espectáculo!
Unas horas antes del deceso del más famoso de los legendarios Jackson Five había muerto
Farrah Fawcett, la célebre estrella de Los ángeles de
Charlie a consecuencia de un cáncer anal. ¿Quién se acuerda ya de ella? Y muy pocos días antes dejaban este mundo, prácticamente el mismo día, el filántropo cristiano padre
Vicente Ferrer y la viuda socialista del asesinado Salvador Allende, la nonagenaria
Hortensia Bussi. Todo el mundo habló de Ferrer, nadie apenas de Hortensia. Hoy todo el mundo habla de Jackson, y apenas nadie de la Fawcett. Eso de que
“la muerte es igual para todos” es un auténtico camelo.
El camelo no está en la muerte, está en la vida. La vida de Michael Jackson no tiene nada de ejemplar (salvo su genio musical y danzarín), pero cientos y cientos de jóvenes y menos jóvenes están llorando su muerte. ¿Es ejemplar la de Vicente Ferrer o la de Hortensia Bussi? La del primero ha caído bien a todo el mundo, con su extraordinaria y heroica filantropía. La de la segunda, que ha mantenido una lucha sobrehumana por sus ideas tras el asesinato de su marido, apenas nadie la tiene en cuenta. La Fawcett llenó, animó y alegró horas y horas de la vida cotidiana de los norteamericanos y de gran parte de los televidentes de todo el mundo… pero tenía un hándicap: ¡carecía de mayores escándalos!
Admiramos a los que se van en la medida que proporcionan morbo y turbulencias financieras. Los olvidamos si sólo han sido pobres o buenas personas. Los millones de niños que mueren al año como consecuencia del hambre o de la injusticia humana, ¿qué importan? ¿Qué importa la muerte de quien ha dedicado toda una vida a contribuir a un mundo más feliz? Si –pongamos un ejemplo hipotético- se produjera en un mismo día la muerte violenta de un gobernante latinoamericano que quiere cambiar las situaciones de injusticia de su bananero país, y la de un farandulero televisivo, famoso por las planicies de su cerebro, que anuncia su suicidio en un programa-basura de TV, previo pago de un sustancioso talón bancario, será muy interesante observar el tratamiento mediático de uno y de otro.
No. La muerte no es igual para todos. La estupidez humana es un grado.