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El aparcamiento de la plaza del Carmen

El aparcamiento de la plaza del Carmen

viernes 06 de abril de 2007, 16:42h
Había dado varias vueltas a las calles laterales de la Gran Vía madrileña en busca de un sitio para dejar el vehículo y, como no lo encontré, decidí entrar en el aparcamiento de la Plaza del Carmen. Eran las 21.05 horas, según consta en el ticket de registro. Había dejado el coche  en la segunda planta y para acceder a la calle recurrí al ascensor que me dejó en pleno plaza que lleva el nombre de este garaje de concesión municipal y explotado por la empresa Clímax  S.A, que me cobró 7 euros por guardarme el carro  durante 3 horas y 15 minutos.

Acudí al restaurante en el que el jurado de los premios Madridiario.es tenía previsto acordar  los galardones que se entregarán el 24 de abril y, después de debatir, cenar y tomar el café de turno, regresé al citado aparcamiento para, tras pagar, ir en busca del coche. Me encontré con la primera sorpresa que, más que un susto de medianoche, me pareció un insulto a los derechos de las personas con problemas de movilidad. Los mismos que, por cierto, están recogidos en la Ley de Integración Social de Minusválidos (LISMI) y en numerosas normas autonómicas que garantizan la accesibilidad de todos los ciudadanos a todos los lugares y que no haya barreras arquitectónicas que impidan salir o entrar a cualquier ser humano a, por ejemplo, el aparcamiento público de concesión municipal de la Plaza del Carmen.

En la puerta del ascensor había un cartel informando de que desde las 10 de la noche hasta las 8 de la mañana cerraba por problemas de seguridad. Me acordé de las leyes que rechazan discriminar a los demás por andar y moverse de forma distinta a la mayoría, del dueño de la empresa que se pasa las leyes por el forro de los cojones y de las autoridades municipales que se llenan la boca de palabras bonitas sobre los proyectos del Ayuntamiento de Madrid para hacer una ciudad accesible y grata para todos. Después de despotricar contra muchos, acudí al sistema de acceso de las personas válidas y bajé a pulso mogollón de escaleras.

Un guardia de seguridad y un trabajador esperaban en la taquilla que les diera el ticket y en vez de eso se llevaron una bronca que no iba contra ellos. Dudaron en darme la hoja de reclamaciones, reconocieron que el ascensor se cierra por motivos de seguridad y por fin, tras pedirme disculpas y darme la razón, me cobraron siete euros. No espero que me devuelvan el dinero gastado por un servicio incompleto ni que me pidan perdón los responsables de que un aparcamiento público deje aparcadas las leyes de diez de la noche a ocho de la mañana, sólo que se garanticen todos los derechos de todos los ciudadanos, con independencia de que sus andares no sean como los de los bailarines que todo el mundo llama válidos.

Que se multen a sí mismos sentándose en una silla de ruedas y desde ella traten de recuperar su coche, aparcado en la tercera planta de la Plaza del Carmen y con el ascensor de baja por motivos de seguridad. ¡Eso mismo pensé yo¡
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