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Siglos traspuestos

Siglos traspuestos

jueves 01 de octubre de 2009, 01:27h

Vivimos en el siglo que verá con simpatía el crecimiento de la protesta estudiantil

El pasado jueves Día de las Mercedes, en su programa matutino, César Miguel Rondón indagó la opinión autorizada del investigador salesiano Alejandro Moreno sobre el asunto de la actitud de los vecinos, en lo referente a las muertes violentas que se produjeron en un barrio caraqueño cuando intervino la policía. Al margen de la repugnancia que siempre produce la brutal liquidación de varios jóvenes, a César Miguel le intrigaba el hecho de la ambigua actitud de los vecinos, testigos presenciales, no sólo del hecho en sí, sino de la continuada presencia y actuación de la banda que puso el grueso de los muertos.

¿Por qué, se preguntaba Rondón, se adivinaba no sólo simpatía, sino una secreta admiración -y hasta pesar de quien se siente abandonado- por los asesinados, de quienes la prensa decía eran culpables de varios asesinatos? Pronto llegó la hipótesis explicativa del salesiano.

Moreno tiene la ventaja, sobre muchos dedicados a estas lides, de habitar, desde hace bastante tiempo, en un barrio caraqueño. Tiene, pues, información de primera mano y tiempo para contrastarla. No es alguien que aparece de repente, provisto de una encuesta que llena y sanseacabó. No, la de él se transforma con los días y eso no deja de mejorarla. Pero tiene otra gran ventaja: es sacerdote y ello le provee de un conocimiento que quienes no lo somos jamás podremos tener. Es el llamado en los momentos críticos, el que puede ver y palpar el comportamiento de la gente en sus momentos más íntimos. Nadie lo haría mejor.

¿Y cuál fue su hipótesis? Ni más ni menos que una sorprendente para quienes no conocen la realidad de la vida de la gente: los malandros, en las zonas donde viven, tienen una función social crucial. Son los garantes del equilibrio de la paz, son quienes proveen un orden que nadie más parece dispuesto a ofrecer.

Para nuestra suerte, Moreno se explayó en la materia. En los barrios urbanos, aseveró, no existe policía, ni perspectivas futuras de que se haga presente. La gente está, entonces, a merced de toda clase de predadores, de una aterradora incertidumbre que los acecha día y noche y es entonces cuando se hace presente quien tiene fuerza suficiente para hacer saber que ese es un territorio off limits para los predadores; y que ellos lo garantizan.

Moreno desnudaba así una verdad que pocos ven: no hay Estado en esas vastas zonas. Más aún, el aparente desdén que el régimen muestra sobre el gravísimo problema de la inseguridad que toda la comarca siente, es prueba irrefutable de que no puede encararlo, ni mucho menos resolverlo.

Pero Moreno iba más allá. Estamos, afirmaba, en una situación similar a la que se vivió en el siglo XII europeo, cuando, al no haber Estado, líderes eventualmente carismáticos, con la fuerza que les proveía la banda que dirigían, instalaban un poder de facto contundente. El llamado Estado de Derecho se haría presente mucho después. Instantáneamente llegué a recordar cómo, en una situación contemporánea similar, del desplome de la Unión Soviética, brotaron poderes fácticos por doquier. Recuerdo una aguda caricatura de aquellos años: un campesino ruso, acompañado de su mujer, planta una recién dibujada bandera en su cercado hábitat mientras dice estentóreamente: "en este momento declaro inaugurada la nueva República de Iván y Olga".

Si estamos en el siglo XII, ¿en cuál siglo vive Chávez? Por lo que se ve, en los peores momentos del siglo XX, cuando los horrores de Stalin pasaban por ser la voluntad del pueblo, y la Revolución cubana se identificaba con la historia. Lástima para él, que tiempos idos, son tiempos idos; y que nunca nada vuelve a ser lo que una vez fuera.

Y es que el resto del mundo vive en este siglo, qué remedio. En el siglo que no tolera gobiernos como el que Chávez sueña con imponer -¿es que no les dice nada la reacción frente al "golpe" en Honduras? En el siglo en que todo se conoce al minuto, las brutalidades de la junta birmana incluidos. En el siglo que ya conoce de la inexistente legitimidad del Ahmadineyad y que con ansias espera la muerte del anciano Mugabe.

Pertenecemos al siglo donde YouTube y Twitter son sólo los inicios de la más fenomenal red comunicacional que los hombres hayan inventado jamás; la que ha posibilitado las manifestaciones planetarias organizadas desde Colombia contra las FARC y contra Chávez. Vivimos en el siglo que verá con indudable simpatía el crecimiento de la protesta estudiantil que sacará al bachiller Rivas de su ignominiosa prisión. Estamos, pues, en otro siglo. ¡Aleluya!

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