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Alejandro Jacobo

La fuga de capitales en la Argentina

La fuga de capitales en la Argentina

martes 03 de noviembre de 2009, 20:05h

Alejandro Jacobo

 

La fuga de capitales en la Argentina

 

01-11-2009 Se estima que durante los dos primeros trimestres de este año se fugaron 11.584 millones de dólares, y que, de continuar esta tendencia, la República Argentina perderá divisas por un monto equivalente a 7 puntos porcentuales de su PIB, cuyo valor ascendió a 326.474 millones de dólares corrientes en 2008.

 

Lo sucedido no sorprende demasiado, pues hace más de un año que la economía argentina afronta una salida de capitales significativa. En efecto, si se toman los activos externos de libre disponibilidad y los específicos, de acuerdo a lo informado por el Banco Central de la República Argentina y tal como se observa en el gráfico adjunto, durante 2008 se fugaron 23.598 millones de dólares a un promedio de 1.900 millones por mes. Es importante reflexionar sobre toda la inversión que se hubiera podido generar con esa cifra y en el eventual efecto que la misma hubiera tenido sobre el crecimiento económico.

 

Las causas que contribuyen a este éxodo de capitales son diversas, contándose entre ellas el inagotable conflicto con el campo, la (todavía) estancada negociación con los tenedores de deuda en default, los índices de precios (y en general las estadísticas) poco confiables, y, muy importante, el fuerte aumento en el gasto público; factores, todos, que terminan por minar la confianza en la economía.

 

Con relación al último de los señalados, el deterioro del superávit primario tal vez permita afrontar circunstancias adversas al atenuar la caída en el nivel de actividad, más la persistente falta de acceso a los mercados de crédito dejará, tarde o temprano, sin margen alguno al gobierno para continuar empujando la economía. Tal escenario sumará incertidumbre a la capacidad de pago y motorizará la salida de capital concomitantemente a la percepción de un riesgo que irá creciendo debido a la desfavorable situación fiscal de las provincias. Va de suyo que resultará clave en los próximos meses lo que haga el gobierno para reencauzar la situación y evitar así la incertidumbre que alimenta la fuga. En este sentido, el canje de deuda puede ser un hecho a tener en cuenta.

 

A pesar de todo se suceden hechos afortunados. Uno, la oferta de dólares producto del superávit comercial ha podido financiar, en gran medida, la salida de divisas, por lo que la autoridad monetaria no ha tenido que ceder demasiado de sus tenencias en moneda extranjera para ello. Por eso la magnitud de la fuga no ha provocado un efecto perturbador. Por el contrario, si tuviera que utilizar sus tenencias para satisfacer completamente la demanda de dólares del público contraería el agregado monetario, lo que deterioraría el nivel de actividad. Es el superávit comercial entonces el que evita principalmente la presión sobre el tipo de cambio, pero el asunto aciago es que marca también el límite para el crecimiento, ya que la fuga de capitales debería posicionarse por debajo de aquél para facilitarlo.

 

Otro hecho afortunado es la existencia de un sector financiero con holgada posición de liquidez, en el que predominan los depósitos en pesos y la inexistencia del descalce de monedas como otrora sucedía, en una economía en la cual la devaluación no lleva al default de deuda pública sino que, por el contrario, limita la pérdida de reservas como principal activo que la asegura.

 

El tercero es que las compras de divisas que ha efectuado la autoridad monetaria durante octubre indicarían que la fuga de dólares podría aminorar o detenerse, aunque es prematuro anticiparlo. De todos modos, y aunque así efectivamente suceda, habrá que ver si se trata de un quiebre verdadero que señala una nueva tendencia y si ésta es sustentable en el tiempo.

 

Como quiera que acontezca finalmente, el año 2009 no se trata de aquella época en la cual la autoridad monetaria compraba dólares en gran escala, producto del superávit comercial, que permitía sostener el tipo de cambio, acumular reservas y expandir los agregados monetarios a causa de una mayor demanda de dinero proveniente, a su vez, de una mayor actividad económica; y absorber cualquier exceso de pesos mediante títulos de corto plazo, si bien las perspectivas hacia 2010 pueden mostrar un exceso de divisas por el superávit comercial esperado.

 

En realidad, este proceso ya había comenzado a disiparse a mediados de 2007, cuando el flujo de dólares cambió de destino y comenzó a financiar, en gran medida, la fuga de capitales en la Argentina.

 

Alejandro Jacobo

Departamento de Economía, Pontificia Universidad Católica Argentina y Universidad Nacional de Córdoba

 

 

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