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El premio a Obama

lunes 07 de diciembre de 2009, 05:59h

Se usa decir que hechos y no palabras. Y sin embargo, el premio Nobel de la Paz concedido a Barack Obama va en sentido opuesto a este modo prevaleciente de hablar, porque no está dado sobre hechos.

El concepto de paz ha tenido para los señores del comité sueco significados diferentes. Hasta hoy se lo han dado a quienes habían logrado negociar algo, lo que fuera, en alguno de los muchos conflictos que hay en el mundo, y en años recientes esto cambió para dárselo a quienes con sus acciones contribuían a cuidar el medio ambiente, que se consideró una forma de contribuir a la paz.

Pero nunca había sucedido lo que en esta ocasión, cuando decidieron que se le podía dar a un hombre que no tiene en su haber (ni pasado ni presente) ningún acto o hecho que tenga que ver con la paz y ninguna trayectoria personal de haber luchado por cualquier cosa que pudiera conducir a ella.

Obama no ha cambiado nada en Afganistán e Irak, Guantánamo no se ha cerrado ni hay para cuándo, en Paquistán y Medio Oriente no hay avances ni ningún cambio en la política hacia Cuba, no se ha hecho nada en Darfur, Waziristán o frente a las sangrientas represiones de los chinos hacia las minorías étnicas.

Entonces, ¿a cuento de qué un Nobel de la Paz para Obama?

Los analistas han afirmado que al darle el premio pretenden comprometerlo a luchar por la paz. Extraña manera de entender las cosas eso de premiar a alguien por lo que quisieran que haga, y él respondió a esa confianza enviando miles de soldados más a una de sus guerras. Otros han dicho que se le otorgó la presea por razones simbólicas, por aquello de que es el primer negro, que etcétera, etcétera. Pero Obama ha demostrado que el tema no es el color de la piel sino las ideas. Desde que llegó a la Casa Blanca hace lo mismo que todos los que han estado allí: vestirse muy bien, acudir a cumbres diplomáticas, bailes y cenas y tratar de hacer algunos cambios en su país. Es cierto, es un liberal y ello es preferible a los Bush del mundo, pero de allí a que pueda con el sistema se está viendo que no es tan sencillo.

Me parece entonces que lo que se le premió a Obama fueron sus palabras. El Nobel se lo dieron por hablar, porque eso es lo que realmente sabe hacer.

Ya lo hemos dicho en otra parte: en Occidente la palabra tiene gran peso e importancia. Según la tradición religiosa judeo-cristiana, Dios no hizo al mundo, dijo “que se haga”, dijo “hágase la luz” y la luz se hizo, “sepárense las aguas de la tierra” y así fue. “En el principio fue el verbo”, dice el primer versículo del Evangelio de San Juan. La palabra es creadora y no importa lo que se haga o no, sino lo que se dice que se quiere hacer o que se va a hacer.

Este es el sustento de nuestra forma de pensar que nos ha llevado a vivir con una enorme brecha entre discurso y realidad, una gran separación entre el hecho y el dicho, a la que nos hemos acostumbrado en México y en el mundo. Y el Nobel a Obama abona en este sentido.

Barack Obama supo con sus palabras de político devenido en predicador, y de narrador convertido en poeta, dar esperanza. Con ellas engatuzó, conquistó y ganó no solamente a los estadounidenses que estaban deseosos de un cambio, sino al mundo todo, como se observa en la decisión del comité sueco.

Y sin embargo, no debemos olvidar que como ha escrito Zygmut Bauman, “la sociedad de consumo justifica su existencia con la promesa de satisfacer los deseos humanos”, pero que “toda promesa debe ser engañosa o cuando menos exagerada para que se prosiga la búsqueda”.

Sin duda es muy pronto para juzgar la presidencia de Barack Obama, sobre la que tantas expectativas se crearon, pero también es cierto que hasta ahora no hay forma de justificar un Premio Nobel de la Paz para él ni como persona ni como presidente de Estados Unidos, aunque como dice el mismo Bauman, “es el excedente resultante de la suma total de promesas el que neutraliza la frustración causada por el exceso de cada una de ellas y el que impide que la acumulación de experiencias frustrantes mine la confianza en la eficacia final de la búsqueda”.

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Escritora e investigadora en la UNAM

Opinión extraída del Periódico el Universal 06/12/09

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