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Vasos incomunicados

Vasos incomunicados

lunes 15 de febrero de 2010, 18:12h
El turnismo electoral se basa en la lógica de los vasos comunicantes entre poder y alternativa. Desciende el nivel del gobernante y asciende el nivel del aspirante. Si así fuese, en esta fase desastrosa del gobierno Zapatero, deberían señalar las encuestas una mayoría clamorosa a la oposición, superior a esos seis puntos que le dan las más optimistas. Y, como consecuencia, la estimación popular por su actual líder, que sigue por debajo de la de Zapatero y, aún más sorprendente, de otros dirigentes de minorías. Esto hace pensar que existe un atasco en el tubo que comunica los vasos comunicantes, convirtiéndolos en incomunicados.

Los futuros electores están cansados y aburridos de unos y otros y existe una tendencia a aceptar como deseable un pacto de Estado, tal y como lo presenta el Rey desde su correcto papel constitucional, que aúne fuerzas para superar la crisis, a costa de rebajar las confrontaciones partidistas. Pero un pacto de Estado no puede concebirse a base de apuntalar la permanencia del presidente Zapatero, que es, en sí mismo, la clave del problema, ni a base de que este le de la razón a su eterno rival Rajoy. 

    Solo existen dos posibilidades. Una, que el propio Partido Socialista sea capaz de sustituir a Zapatero dentro de sus propias filas  por una personalidad proclive a la coalición, respaldada por cierta equidistancia o por su competencia en temas económicos. Otra, que parece apetecerle más a los dirigentes de la oposición, pero solo a ellos, que se adelanten las elecciones generales y triunfe un candidato no demasiado lastrado por la confrontación y que pueda llamar a la concordia. Si una de estas dos posibilidades se produjese, cualquiera podría tener éxito. Si no se producen, seguiremos prorrogando más de lo conveniente la crisis política y económica que vivimos, porque Zapatero confunde pacto de Estado con pacto con su actual Gobierno o con su manera de gobernar y Rajoy no confunde nada, sino que es confuso por sí mismo.

    Nadie parece dispuesto al menor sacrificio. Los unos esperan que el tiempo mejore por sí solo, a ver si dentro de dos años son absueltos de culpa y pueden perpetuarse, y los otros esperan que esos dos años acaben de pudrir la situación y puedan recoger sin riesgo ni esfuerzo el fruto del poder. Esta especie de bloqueo de los vasos comunicantes no entusiasma a nadie. Los dos partidos pierden, aunque varíe la proporcionalidad de sus posiciones, y pierden los españoles sometidos a unas dosis insoportables de decepción y desconfianza. Nadie cambia, nada cambia, cuando es urgente cambiar de planes. La prórroga de los vasos incomunicados no conduce a otro resultado que al colapso político y económico.
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