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Fin de semana ‘tórrido’: Garzón y la ANV, mítines por doquier, cayucos…

Esos mítines tan raros de ZP…

Esos mítines tan raros de ZP…

·Zapateo en Jaén: "Andalucía lidera hoy el crecimiento y empleo con el gobierno de Chavez"
·El presidente protagoniza tres mítines ‘triunfales’ este fin de semana

sábado 28 de abril de 2007, 11:35h
¿Qué dirá Zapatero en sus tres mítines de este fin de semana? El presidente tiene dos esta mañana, en Jaén y Granada, y mañana domingo nada menos que en Pamplona, quizá la zona más polémica ante las elecciones municipales y autonómicas del día 27. Muchos temas políticos candentes, desde la posible ilegalización de Acción Nacionalista Vasca hasta la reaparición masiva de cayucos con cadáveres…

Como todo líder que se precie, Zapatero entusiasma a sus masas nada más asomarse al atril en los mítines. Ya se sabe que un mítin, técnica anticuada donde las haya, consiste en congregar a los tuyos para que te vitoreen, digas lo que digas. Quien suscribe, que, tras décadas siguiendo campañas políticas, tiene escasa capacidad de entusiasmo por partido político alguno –otra cosa es que a los periodistas nos pretendan unos y otros en el bando contrario, a la menor crítica--, se siente algo decepcionado por el discurso zapateriano más reciente. Cree el presidente del Gobierno y secretario general del PSOE que basta con destacar los logros económicos –es el mismo ‘España va bien’ de Aznar, pero formulado con otras palabras, de forma más prolija—y repetir que es el autor de importantes leyes ‘sociales’ para contentar a su auditorio.

Y no, ya no.

Puede que hablar de los avances en las grandes cifras, insistir en las bondades de las leyes de Igualdad y Dependencia, arranque aún aplausos de los incondicionales en Jaén, Granada, Pamplona, Vigo, Barcelona, Leganés…Quienes asisten a los mítines ya no hacen ganar elecciones: son voto consolidado, y la victoria se halla precisamente en el sufragio de esos ciudadanos remisos a acudir a las urnas, indecisos, hartos de los manejos de la clase política, angustiados por la situación política y relativamente –solo relativamente- apaciguados ante la situación económica. A esos ciudadanos no se les convence con el autobombo, sino con la autocrítica; a esos ciudadanos les gustan el Zapatero que agarra por los cuernos el problema territorial y el del terrorismo, incluso aunque se equivoque o resbale.

Un protagonista de mítin incapaz de hablar de esos grandes problemas pendientes --¿hay que legalizar o no la posible comparecencia de batasunos a las elecciones?¿No merecemos explicaciones por lo ocurrido a raíz de las opas sobre Endesa, que ha concluído –si es que ha concluído—con la dimisión del presidente de la CNMV en condiciones dramáticas? Y del regreso masivo de los cayucos ¿no hay que hablar? ¿Y de las relaciones con la Iglesia, que ha decidido volver a las beatificaciones de ‘mártires’ de la guerra civil? Claro que quien primero desenterró la guerra civil y borrar una desmemoria histórica muy conveniente fue el propio Zapatero, en su etapa de pisar todos los carchos que encontraba en su camino…

Ahora no. Ahora, Zapatero evita cuidadosamente los charcos, y eso le lleva a dar muchos rodeos. Se le nota en los mítines, encantado de su presencia física, de su voz tonante, de estar rodeado de gente guapa, aunque quienes llenan los polideportivos sean personas más bien de edad avanzada, porque aquí a los jóvenes no hay quien les interese en política. Quizá porque la política no lo merece, francamente.

Nuestros políticos siguen evitando las campañas cibernéticas, avanzadas  tecnológica y conceptualmente. Sguen eniendo miedo a los debates televisivos, siguen haciendo tácitos pactos de silencio, por ejemplo, para no insistir demasiado en la corrupción urbanística que ha arruinado nuestro medio ambiente. Da igual: mientras los mítines –los de los principales líderes, claro, que lo demás es muy otra cosa—sigan llenos y aplaudidores (a quien discrepa, como el otro día en Canarias, se lo llevan detenido), todo marcha bien. Y esas votaciones cercanas con una participación cercana al 90 por ciento que se las dejen a los franceses, esos gabachos.

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