El sainete Chávez-Zapatero

Pareciera que Rodríguez Zapatero no está muy consciente de lo que los compadrazgos implican. Al menos en el modo en que lo está Chávez. Y es que ciertamente, los compadres no se piden explicaciones. Eso sí, suelen darse información, generalmente a espaldas de la comadre; aunque en el presente caso la comadre viene a ser nada más y nada menos, que un juez de la Audiencia Nacional de España. Se trata del juez Eloy Velasco, quien denunció la "cooperación gubernamental" del Gobierno de Venezuela "en la ilícita colaboración" entre ETA y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) con ocasión de un juicio en el que procesa a seis presuntos etarras y siete miembros del grupo colombiano por compartir información sobre el manejo de explosivos e intentar cometer varios asesinatos, entre ellos el del presidente Álvaro Uribe, y su antecesor Andrés Pastrana.

El asunto se convirtió en un verdadero sainete en manos de los gobiernos de Chávez y Zapatero. En efecto, al hacerse pública la denuncia del juez, el presidente del gobierno español al ser preguntado por los periodistas en una rueda de prensa desde Alemania, respondió: "Confirmo que el ministro de Exteriores, Miguel Ángel Moratinos ha hecho la oportuna gestión ante Venezuela para que dé una explicación ante estas informaciones que parten de la Audiencia Nacional". A lo que la respuesta de Chávez no se hizo esperar: "No tenemos nada que explicarte, compadre". "Más bien, llama a Moratinos para que él te explique lo que nosotros hablamos". Y por supuesto, el jefe de la diplomacia española aseguró al día siguiente, que España no pidió al presidente venezolano Hugo Chávez "explicaciones" sino solamente una "información" sobre los presuntos lazos entre ETA y la guerrilla colombiana de las FARC. Presuntos lazos que el propio Zapatero calificaría después de hipótesis de trabajo dentro de la averiguación efectuada por la Audiencia Nacional. Posición ésta del gobierno español, que al gobierno de Venezuela le pareció aceptable.

No obstante su negativa a dar explicaciones y el acostumbrado recordatorio de la soberanía nacional, lo cierto es que Chávez ya las había dado el mismo día lunes 1 de marzo, cuando se desarrollaron los acontecimientos, desde Montevideo, tras la toma de posesión del nuevo presidente de Uruguay José Mujica, al asegurar que "Nosotros no apoyamos a las FARC ni a la ETA ni a las guerrillas ni al terrorismo" y al mismo tiempo recordar, que los miembros de la banda que residen en Venezuela están allí por un convenio que firmó Felipe González con el entonces presidente Carlos Andrés Pérez. Chávez también había refutado el informe del Departamento de Estado norteamericano según el cual agentes venezolanos "asisten directamente" a las guerrillas colombianas ligadas al narcotráfico. El desacuerdo diplomático llegó a su fin con una declaración conjunta de ambos gobiernos contra el terrorismo de ETA, no obstante el sorprendente cambio de postura de Zapatero, quien insistió en dichas explicaciones, una semana más tarde.

Mientras esto sucedía, observando en primera fila, con una sonrisa de oreja a oreja, se encontraba el gobierno colombiano, cuyo ministro de Asuntos Exteriores, Jaime Bermúdez, manteniendo la actitud de prudencia manifestada el mismo lunes por el presidente colombiano, Álvaro Uribe, declaraba: "Vamos a ver eso cómo procede y cómo se adelanta en cuanto a esas explicaciones y (esperamos) que sean satisfactorias", refiriéndose a la denuncia de la justicia española y a las explicaciones solicitadas por España a Venezuela..

Al final, después de tantas bravuconadas por parte de Chávez, nos enteramos que el director general de la Policía y Guardia Civil española, Francisco Javier Velázquez, pisará próximamente suelo patrio, para informarse debidamente. Y es que, más tarde o más temprano, con o sin las computadoras encontradas a las FARC, con o sin los informes policiales y las patrañas de Chávez, el juez Velasco o quien le suceda, encontrará esa verdad que todos conocemos, la de las victimas del terrorismo, la única verdad posible para formar parte de la historia.