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Recambio en el tenis

Recambio en el tenis

jueves 03 de mayo de 2007, 04:03h
Víctor Morales Adaro tiene 16 años, nació en Iquique y permaneció ahí hasta los 13. Hoy lleva tres años viviendo solo en un pequeño departamento en el centro de Santiago. Es un chico tímido, de pocas palabras y mirada triste. Me cuesta que hable, que se exprese, que me mire. Lo conozco hace casi un año y han sido pocas las veces en que hemos podido entablar una conversación. A él sólo le interesa el tenis, entrenar y llegar a ser un top ten.

Proviene de una familia de clase media del norte de nuestro país. Tomó una raqueta cuando apenas cumplía los 5 y aunque le costó decidir entre el fútbol y el tenis, el deporte blanco terminó por conquistarlo. Jorge, su abuelo, fue quien lo impulsó a jugar.

Como Víctor, cientos de niños a lo largo y ancho de nuestro país se esfuerzan día a día para estar cerca de los mejores, superar sus propias metas y lograr convertirse en atletas de elite que serán las promesas de deporte nacional.

En el tenis, la realidad nacional no es del todo auspiciosa. Digamos las cosas como  son: el tenis es y será un deporte de elite. Si consideramos que cada niño o niña debe tener, como mínimo, cinco a seis raquetas, un par de zapatillas mensuales, realizarse ojalá un chequeo médico cada tres meses, comer los mejores y más nutritivos alimentos complementados con suplementos vitamínicos y batidos; sin contar la ayuda sicológica y la preparación física, usted y yo podremos darnos cuenta que la posibilidad de costear la disciplina son, por decir lo menos, un privilegio.

Horacio de la Peña, el ex entrenador del chileno Fernando González, es uno de los ex coach que se dedica a buscar y formar a los tenistas que serán el recambio del tenis nacional.

Horacio recorrió nuestro país buscando a aquellos niños y niñas que, teniendo las condiciones físicas, deportivas y sicológicas, pudiesen convertirse en el tan ansiado recambio de Marcelo “Chino” Ríos, Nicolás Massú y Fernando González. En su recorrido, con asombro se dio cuenta que efectivamente sí existían niños que tuvieran un incipiente talento tenístico pero estos jóvenes estaban  pésimamente mal alimentados y con un estado físico que escapa al de un atleta profesional.

Cuando Horacio de la Peña vio por primera vez a Víctor, en la ciudad de Viña del Mar, se impresionó. “Encontré que era un chico muy bueno, corría muy rápido pero se notaba que su alimentación no había sido la de un deportista de alto rendimiento y eso hizo que creciera en desventaja”, plantea el entrenador. “Para ser un deportista de alto rendimiento se debe cumplir con una serie de requisitos y en nuestra academia, lo que estamos intentando hacer es brindarle a los chicos todas las condiciones para que se formen en el ambiente más adecuado.”

Cuando Víctor apenas era un niño, comenzó a entrenar en un pequeño club en Iquique. Lo hacía tres veces por semana porque sus padres no podían costear los gastos de un profesor particular. Cuando De la Peña y Morales se ven por primera vez pasan cosas. Por un lado el pequeño Víctor conocía al “Pulga” sólo por la televisión o los suplementos deportivos de los diarios. Horacio en tanto, sintió que el iquiqueño era una especie de diamante en bruto. Al poco tiempo el argentino lo beca para entrenar en su academia en Santiago, pero sin poder, por el momento, optar por los otros beneficios de los becados, es decir, ropa, atención médica y alimentación.

Es en ese encuentro donde la vida de Víctor cambia. Sin tener siquiera tiempo para despedirse de sus hermanos, el joven emigra a la capital. Una tía lejana le ofrece alojamiento en su modesta casa de Talagante.  Son casi dos horas de recorrido en micro para llegar a la cancha; pero a Víctor no le importa ni la lejanía del lugar ni de su familia, ni el calor ni el frío; él solo tiene una cosa en mente: ser el mejor.

Sin embargo, la soledad tarde o temprano comenzó a perturbar la vida del deportista. La distancia entre él y su familia se empieza a notar cada vez más en la arcilla y en el rendimiento de Víctor. Es ahí donde Horacio de la Peña y Sergio Elías – quien en ese momento era el director de la Academia – y sus compañeros santiaguinos asumen que tienen que brindarle el apoyo necesario para no desistir en el intento de consolidarse como deportista.

“Me sentía un poco mal. Cuando llegaban las fechas importantes como mi cumpleaños, la Navidad o el Año Nuevo, me ponía a llorar porque todos mis amigos estaban con sus papás y hermanos, y yo estaba solo”, me cuenta Víctor con la mirada perdida en el horizonte.

Cómo él hay muchos niños que deben sacrificar precisamente eso, su vida de niño, la protección de los padres y el calor de un hogar para luchar por un sueño. Que fácil habría sido para Víctor quedarse en Iquique junto a sus padres y hermanos. Pero su amor por el deporte hizo que traspasara su etapa de niñez y aterrizara de lleno en la adolescencia, sin previo aviso.

Si analizamos fríamente  la realidad del deporte en nuestro país saltan a la memoria una serie de datos que nos permiten entender la realidad de Víctor.

Sin lugar a dudas que Chile, ya sea por su realidad geográfica o por su idiosincrasia, ha tendido endémicamente a centralizar la vida económica, política y hasta social, sólo en Santiago. Con el deporte pasa exactamente lo mismo: todo está en la capital. Los mejores centros de alto rendimiento, los preparadores físicos y la infraestructura están aquí, por lo tanto las posibilidades de que un tenista desarrolle su carrera deportiva en regiones es inviable. Si a esta realidad le sumamos el insuficiente apoyo de los gobiernos de turno, las mezquinas políticas públicas en torno al deporte, la reticencia de la empresa privada a invertir en auspicios que tengan que ver con el deporte, sumado a los escándalos ocurridos a fines del año pasado con Chiledeportes -que provocó meses de retraso en la partida e implementación de programas en las más diversas disciplinas- podremos darnos cuenta que nos encontramos a años luz de poder competir a nivel internacional y de crear una conciencia deportiva en nuestros niños y niñas.

Víctor está pronto a cumplir los 17. Aunque los sábados y domingos los pasa solo en su pequeño departamento, ya no sufre tanto ni llora de noche. En Iquique sus padres trabajan y sus hermanos crecen sin que él pueda verlo, pero el sueño de Víctor es tan grande que todo esfuerzo vale la pena. Hoy es la raqueta número uno nacional en la categoría 16 años varones, está clasificado para ir a la gira europea, donde tendrá que probarse con sus pares del viejo continente y ahora se encuentra en Lima, Perú, jugando el sudamericano.

Con los ojos llenos de ilusión me dice que a los 20 años quiere estar dentro del circuito ATP y ser entrenado por su ídolo Horacio de la Peña, que hoy lo beca en su academia en un 100%. Así se está viviendo el recambio del tenis en nuestro país.
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