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El camino incierto de las reformas políticas en América Latina

El camino incierto de las reformas políticas en América Latina

miércoles 28 de abril de 2010, 05:40h

Sin reflexionamos con cuidado las condiciones de reinstalación de la democracia en América Latina a principios de los años 80, tenemos que destacar cinco aspectos: primero, el fin de las dictaduras no rompió completamente con la cultura autoritaria y la debilidad institucional de los Estados; segundo, la modernización económica por medio de las políticas de libre mercado, tuvo resultados ambiguos e incluso contradictorios en su relación con la democracia, debilitándola en unos casos, o simplemente impulsando una relación negativa entre el sistema democrático y la persistente desigualdad.

En tercer lugar, la situación particular de Centroamérica muestra una fragmentación política donde el final de las guerras civiles y la implementación del ajuste estructural tampoco dieron origen a un modelo específico de consolidación democrática; cuarto, un gran déficit de liderazgo donde los partidos tradicionales o nuevos, e inclusive las organizaciones de la sociedad civil, no pueden mostrar el impulso de líderes jóvenes y con plena vocación democratizadora. El quinto factor se relaciona finalmente con la imposibilidad de construir una “gran teoría” en América Latina, tanto para comprender la sociedad como un todo, así como para identificar alternativas de transformación política, económica y cultural.

El final de los gobiernos dictatoriales vio el agotamiento de un tipo de estado autoritario que había dejado de responder a las necesidades del desarrollo, manteniendo en la pobreza a millones de personas y fracasando en la construcción de un nuevo orden social y político para tener Estados fuertes o plenamente soberanos. Las diferentes dictaduras en Argentina, Perú, Bolivia, Uruguay y Brasil señalaban que era imposible seguir adelante sin la existencia de nuevos procesos de “legitimidad”, “participación de la sociedad civil” pero sobre todo, sin la posibilidad de regresar a un escenario con pacificación para llevar adelante los sueños de la modernización y el desarrollo económico.

Desde una mirada puesta en el siglo XXI, el final de las dictaduras no significó exactamente la fundación de sociedades verdaderamente democráticas, razón por la cual el análisis de las reformas políticas, todavía plantea los siguientes problemas: ¿por qué persiste el autoritarismo y las debilidades en el Estado para ser respetado como institución soberana, tanto dentro de los países como en el contexto más internacional de la globalización?

El concepto mismo de reformas políticas tuvo una evolución que fue transformándose desde una óptica estrictamente pragmática: terminar con las dictaduras y ejecutar elecciones, hasta avanzar a situaciones más complejas donde es fundamental reformar las prácticas políticas, las instituciones estatales en su funcionamiento cotidiano, e inclusive reformar los horizontes de cambio en el largo plazo, donde la democracia como procedimientos o la función privilegiada de los partidos políticos, debe enfrentar otras opciones de reforma, destacándose la democracia semi-directa y la renuncia a los patrones de poder que fortalecen solamente a las élites políticas, empresariales, profesionales o culturales.

La democratización del sistema político y la modernización de los partidos políticos junto con los sistemas electorales, significó un trabajo e inversión enorme en toda América Latina; sin embargo, las explosiones de violencia constante en la sociedad civil muestran que diferentes clases sociales, pueblos indígenas y otros grupos de interés no se apropiaron legítimamente de una agenda de modernización democrática. Los linchamientos, la violencia urbana y la resistencia a obedecer los lineamientos institucionales del Estado en los ámbitos de la gigantesca economía informal, plantean serios vacíos y acciones inconclusas de democratización en la sociedad civil. ¿Qué es la sociedad civil en tiempos de globalización y por qué persisten el patrimonialismo y prebendalismo, que va caminando en un continuum entre la sociedad civil y el Estado, o viceversa?

La reproducción casi incontrolada de fundaciones y organizaciones no gubernamentales (ONG), hizo que diferentes segmentos de profesionales e intelectuales destruyan las posibilidades de acción independiente y participativa de la sociedad civil. Las instituciones de desarrollo social y las ONG no representan a todas las esferas complejas de la sociedad civil, lo cual exige un análisis sobre estos ámbitos en materia de reformas desde las bases sociales de la autodeterminación y la democracia directa en América Latina. El concepto de reforma política cambia desde los perfiles de la sociedad civil, convirtiéndose en un foco de atracción para los movimientos sociales, e inclusive en ambiciones mayores donde las reformas se convierten en una posibilidad de ruptura constante con las relaciones de dominación.

La llegada de los ajustes estructurales para colocar a todo el aparato productivo y competitivo en la región, dentro del cauce de la economía de mercado desde comienzos de los años 90, trae necesariamente a la discusión aspectos pendientes, como los contradictorios procesos de privatización y el consecuente desenvolvimiento de los modelos político-empresariales y la apertura de los Estados que trajo, al mismo tiempo, una pérdida de soberanía en beneficio de los mercados globales, generándose efectos disímiles en América Latina. Las privatizaciones debilitaron la infraestructura de poder en los Estados, fomentaron en muchos casos la corrupción y distorsionaron la toma de decisiones, que tiende a ocultar las relaciones poco claras entre los organismos multilaterales de desarrollo, las transnacionales, los partidos políticos, la lógica de élites y la reproducción de los pobres en la región.

Chile se presenta como un ejemplo exitoso en este proceso, aunque las consecuencias de la dictadura militar dejaron intactos muchos aspectos cruciales como la transición del autoritarismo hacia el fortalecimiento del presidencialismo, y la formación de coaliciones donde germinaron resistencias al cambio y a una mayor participación de la sociedad civil. Chile aún es un país dividido entre aquellos que apoyan las estrategias autoritarias de desarrollo y modernización, contra otros sectores que esperan mayor pluralismo. Los mismos dilemas pueden expresarse en la agenda de reformas para América Latina donde sigue siendo incierto si la vía democrática profundizará el desarrollo, o por el contrario, es la fuerza y la violencia impuesta verticalmente lo que traerá mejores tiempos para el Estado y la economía.

Otros países como Bolivia, Venezuela, Ecuador y Argentina tuvieron graves problemas que se expresaron en crisis políticas y económicas, cuestionando profundamente el modelo de economía de mercado, abriendo el paso a la expresión de alternativas como los movimientos sociales, partidos políticos de una supuesta nueva izquierda anti-sistema y nuevos caudillismos, aunque tampoco se despejó el terreno en términos de una mejor calidad de la democracia.

En consecuencia, es fundamental reflexionar sobre la conformación de partidos y el nacimiento de líderes donde el debate entre las fuerzas de izquierda revolucionaria versus las posiciones neo-liberales o de mercado, marcan las fronteras de una democracia inestable pero, simultáneamente, de regímenes democráticos más pluralistas donde tienen lugar las expresiones de los movimientos indígenas, la equidad de género, los movimientos ambientalistas y las constantes exigencias para tener un Estado protector, en términos de políticas sociales eficientes, solidarias y universales para erradicar la pobreza.

En Centroamérica, las discusiones todavía giran en torno a la reconciliación luego de las guerras civiles de las décadas de los años 80 y principios de los 90. Si bien cualquier movimiento armado dejó de interpelar las formas de hacer política, la violencia permanente desde los procesos de desmovilización, presenta la necesidad de estudiar con cuidado el papel del Estado como estructura plenamente institucionalizada para guiar las decisiones sobre modernización o su progresiva destrucción, fruto de las amenazas y el desafío al orden político que detentan diferentes grupos violentos al rechazar la legitimidad estatal.

En el sistema político centroamericano no está plenamente resuelto el problema de la solidez y validez de lo que significa un Estado Nacional. Asimismo, el final de las guerrillas aún no pudo canalizar un nuevo modelo de desarrollo por medio de los “tratados de libre comercio”, ya que éste tampoco es totalmente homogéneo e incuestionable.

En su conjunto, América Latina está frente a múltiples vías de transición: hacia una modernización plena donde las economías fuertes de México y Brasil específicamente, marcan diversas oportunidades pero, simultáneamente, se presenta una transición difícil y desigual en múltiples niveles hacia una democracia de baja calidad y posible derrumbe donde aún existen 182 millones de pobres, amenazas de desmantelamiento del orden político, destrucción del sistema de partidos, el regreso de golpes de Estado como el de Guatemala en abril de 2009, así como la instrumentalización de varias reformas políticas y constitucionales para favorecer las reelecciones de caudillos en Bolivia, Venezuela, Nicaragua, Ecuador e inclusive Colombia.

Una vez más, está pendiente aquella transición hacia la integración con plena autodeterminación, pues América Latina sigue fragmentada y, por lo tanto, constantemente debilitada frente a otras fuerzas hegemónicas como los Estados Unidos y la Unión Europea en el contexto internacional.

La descentralización del Estado en la región, junto con una mirada desde los gobiernos municipales, presentan varias incertidumbres porque los problemas de carácter nacional se han reproducido en una dimensión local como la corrupción, el patrimonialismo, la ineficacia institucional y el bajo rendimiento en términos de decisiones políticas para viabilizar un desarrollo municipal duradero y con efectos positivos hacia los ámbitos nacionales.

Un tema que es muy difícil de ser medido y abordado por los estudios tradicionales de ciencia política, relaciones internacionales, economía y sociología, está referido a “los liderazgos para el cambio”, sea éste revolucionario, institucional o democrático. ¿Cómo se gestan los líderes? ¿Cuáles son los obstáculos a superar los por líderes jóvenes y de qué manera es posible construir liderazgos fuertes en el largo plazo, dentro de las instituciones o en los movimientos sociales de la sociedad civil? ¿Por qué se ha desvanecido, casi por completo, en las discusiones políticas y teóricas de hoy, las relaciones entre el desarrollo de liderazgos transformadores, las perspectivas morales de la sociedad y los procesos pedagógicos para llevar adelante el desarrollo de las virtudes en los seres humanos, así como la confianza en que se puede forjar un desarrollo con autodeterminación y proyección de futuro?

Estas problemáticas podrían ser naturalmente ampliadas. Sin embargo, también se requiere una delimitación para precisar y aclarar el lugar en que se encuentran los diferentes países. Esto significa colocar los análisis en una perspectiva pluralista que facilite obtener buena información, pero con una visión global y cabal sobre la situación contemporánea de los Estados y las varias manifestaciones de la sociedad civil en la región.

Un aspecto adicional parece quedar claro. Aún a pesar de que las discusiones teóricas e ideológicas en los últimos veinticinco años de democracia, también surgió la constatación de no tener una “gran teoría general o ambición de generalización interpretativa” sobre América Latina. Este es otro ámbito de análisis pues desde la academia, una sola teoría desde América Latina y para comprender a la misma, hoy en día ha fracasado.

Los procesos de complejización hacen que sea cada vez más dudoso tener un solo marco interpretativo y, por ello mismo, las ventajas de la teoría democrática en el continente deberían descansar en las múltiples visiones, la “irrenunciable crítica” y la reflexión sobre “varias posibilidades” donde puedan preverse otras perspectivas para una sociedad mejor, para el regreso de “utopías políticas”, entendidas como caminos opcionales hacia un mundo más humano y noble desde América Latina, como un continente expuesto a su autodeterminación y también vigilante de su propia consciencia colectiva, con el objetivo de contrarrestar cualquier estrategia hegemónica donde la violencia tienda, por la fuerza, a homogeneizar las democracias, los Estados y las sociedades.

Franco Gamboa Rocabado, sociólogo político, miembro de Yale World Fellows Program, [email protected]

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