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La integración como herramienta fugaz o la integración como proyecto permanente

La integración como herramienta fugaz o la integración como proyecto permanente

sábado 15 de mayo de 2010, 03:16h
"La unidad de nuestros pueblos no es simple quimera de los hombres, sino inexorable decreto del destino." Simón Bolívar.

En abril de 1961 en Uruguayana, Brasil, dos presidentes sudamericanos firmaban una declaración basal de lo que hoy es el Mercosur. Janio Quadros brasileño y Arturo Frondizi argentino se comprometieron a aunar esfuerzos “para acrecentar los recursos nacionales, defendiendo el valor de los productos básicos, luchando por la eliminación de las restricciones que cercenaban las exportaciones latinoamericanas, y promoviendo el comercio con todas las naciones.” En ese momento el Tratado de Roma que estableció la Comunidad Económica Europea tenía sólo cuatro años.

En mayo de 2010, la Comunidad que en 1957 contenía 6 países está compuesta por 27 Estados. La Comunidad Económica pasó a ser una Unión, que con dificultades pero principalmente prudencia y firmeza unificó sus bancos centrales, su moneda y estableció un sistema político y jurídico único en el mundo que se destaca por la coordinación política, el diálogo y la identidad con un proyecto que lejos de ser gubernamental y temporal, es supranacional e indisoluble.

Mientras Europa se somete a prueba día tras día en el marco de la crisis que atraviesan varios de sus países, el esquema de integración que idearan Frondizi y Quadros y que posteriormente cimentaran en los años ´80 Alfonsín y Sarney e institucionalizaran Menem, Colhor de Melho, Lacalle y Andrés Rodríguez durante los años ´90 parece languidecer ante decisiones gubernamentales carentes de debate al interior de los países y al interior del bloque regional.

Sin dudas, es incomparable el proceso de integración europeo con el nuestro en el Cono Sur. De todos modos, más allá de las diferencias insalvables en la dimensión económica, la centralidad geográfica y la continuidad política que mantiene nuestra región con Europa, hay sí conceptos de fondo para analizar, voluntades y actitudes que en política dicen mucho y que en materia internacional a menudo dicen todo.
Si a casi 50 años de la declaración de Uruguayana vemos debilitarse el Mercosur por un inconveniente de índole comercial es porque el concepto de integración que primó en el Cono Sur es sesgado y está lejos de ser íntegro. Los ´80 nos trajeron acuerdos resumidos en el PICAB de Alfonsín y Sarney que vistos a la distancia tuvieron un éxito a veces poco recordado en el marco de la recuperación democrática en la región, y sentaron las bases del Mercosur que a su vez privilegió la integración como un concepto meramente comercial propio de los años ´90.

El siglo XXI nos trajo expectativas en materia de acuerdos regionales. Luego de lo que fue la sumisión de los acuerdos al neoliberalismo noventista, algunos pensábamos que la llegada de presidentes con una visión más bien desarrollista permitiría repensar los esquemas vigentes. Cerrando la primera década del siglo podemos decir que esta expectativa se vio trunca.

La prioridad dada a las coincidencias políticas entre gobiernos que están de paso ganaron espacio frente a lo que debieran ser consensos de Estado. La costumbre instalada en los años ´90 de firmar convenios y protocolos carentes de decisiones de fondo con el fin de dar una imagen de éxito se fortaleció aún más. Los equipos técnicos para la integración perdieron peso ante los políticos de tránsito y los procesos en general y particularmente el Mercosur vio pasar la oportunidad histórica que representó una época dorada de crecimiento económico para reflejarla en la integración regional.

Mientras para los países miembros siga teniendo prioridad la voluntad individual de funcionarios de segundas líneas por sobre la construcción colectiva, mientras los debates no los demos en el marco del Parlamento del Mercosur y los expresemos desde los medios de comunicación, mientras no nos demos cuenta que para fortalecer el proceso de integración del Mercosur es esencial atacar las asimetrías que caracterizan las relaciones entre sus miembros, seguiremos pensando en potencial la proyección del Cono Sur al mundo desde una visión y un proyecto común. La hoja de ruta está armada, la forjaron los patriotas de la independencia hace 200 años, la delinearon dos Jefes de Estado hace 50 años, la confirmaron los líderes de la recuperación democrática hace 25 años, la empezaron a transitar cuatro presidentes hace dos décadas. Dotarla de contenido social, político, estratégico y económico; y cuidarlo de los humores de funcionarios con misiones transitorias es el desafío pendiente para quienes pensamos con Bolívar que el destino es la integración.

Senador Ernesto Sanz.

Presidente Comité Nacional UCR
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