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Tras una auditoría de 8 meses impuesta por el Papa Benedicto XVI, el 9 de julio pasado el Vaticano dio a conocer al obispo que se hará cargo de esta peculiar Congregación: monseñor Velasio De Paolis, elegido por el Pontífice nuevo Superior General de los Legionarios, a pesar –o precisamente por ello- de que este prelado era conocedor de los crímenes sexuales de Maciel desde la década de los 80, cuando aquel era miembro de la Congregación para la Doctrina de la Fe y cuando llegaron a Roma, por segunda vez (las primeras se conocieron en los años 50) las denuncias de los sacerdotes legionarios que habían sido víctimas, en su niñez, de los abusos del Fundador, a quien aún se le sigue llamando “Mon Pere” y a quien obligatoriamente había que saludar brazo en alto con el grito de “¡Heil Christus!”. De Paolis, según una fuente vaticana, no tuvo en cuenta estas denuncias, por indicación del secretario del papa Juan Pablo II, el prelado polaco Stanislaw Dzwiwisz. Según consta en documentos de la época, las denuncias fueron devueltas a los ex legionarios remitentes porque carecían del “fumus boni iuris”, o sea, del “aroma del buen derecho”, a pesar de las fehacientes pruebas que le inculpaban, a juicio del vaticanista Filippo Di Giacomo. Maciel pudo engañar, pues, a 5 papas, y al propio cardenal Ratzinger, hoy papa Benedicto XVI, que nada más subir al trono pontificio, liberado de la atadura del papa Wojtyla, obligó a Marcial Maciel a retirarse a la oración y el silencio, aunque sin atreverse a condenarle de nuevo con la suspensión “a divinis”, que hubiera sido lo procedente. Los repartos de sobres del “santo fundador de los Legionarios” habían logrado su efecto hasta dos años antes de su muerte. Si bien parece que al actual papa alemán no fue posible comprarle con dinero.
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Y es que el asunto de las finanzas sigue siendo algo de sumo interés para ese gigantesco organismo llamado Iglesia Católica Romana. El Vaticano revela números rojos por segundo año consecutivo. He aquí alguna de las claves para entender por qué interesa más abordar la crisis económica que la putrefacción moral. En 2009 la Iglesia católica tuvo unas pérdidas de más de 5 millones de dólares. En 2008 sus ingresos ascendieron a 315.000 millones, mientras que los gastos alcanzaron los 320.000. El déficit de las cuentas vaticanas ascendió en ese periodo a cerca de 23.000 millones de dólares, según datos publicados esta misma semana por el diario mexicano La Jornada. Para el portavoz del Vaticano, padre Federico Lombardi, el déficit disminuyó en 2009 gracias a las “fluctuaciones negativas”, debido a la compra de títulos de bolsa que cayeron durante la crisis, provocando cuantiosas pérdidas a las inversiones vaticanas. Es decir: los expertos financieros de la Iglesia también saben especular con acciones. La moral católica es muy laxa en este aspecto.
La turbulenta Congregación fundada por Marcial Maciel optó antes por los ricos que por la Teología de la Liberación. Cualquier donación era bienvenida, aunque procediera de gentes a las que sólo les interesa la salvación eterna si se puede conseguir a costa de talonarios. Las recaudaciones de los Legionarios de Cristo son inmensas, las cifras ya publicadas producen auténtico mareo. Durante muchas décadas, al Papado de Roma sólo pareció conmoverle de esta Congregación el inmenso volumen de sus recursos financieros, mientras que las tragedias de sus seminaristas pasaron sin pena ni gloria ante los ojos de la Sagrada Prefectura presidida por el entonces cardenal Ratzinger, bajo los cómplices auspicios y la suprema autoridad cuasi-divina del Papa Wojtyla. Un Papa que llegó a señalar a Marcial Maciel como “modelo de juventud”. Ahora, el Vaticano ha modificado las normas para el castigo de los pederastas. Una mini-reforma que ha provocado la indignación de varias Iglesias, especialmente las Irlanda, EEUU, Bélgica, Austria, Canadá e incluso en España, o sea, en las que más escándalos y debacles económicas se han producido gracias a los abusos sexuales de sus obispos y sus clérigos.