¿Hacia la salida de la recesión?

Sólo unas semanas atrás, en los círculos políticos, incluso en ambientes del partido socialista, crecía la sensación de fin de ciclo, al haberse producido la convergencia, tan temida por Ferraz, de la consolidación del PP como primera fuerza política en todas las encuestas, incluidas las del oficial CIS, ya con más de siete puntos de ventaja sobre el PSOE en intención de voto declarada, con el deterioro de la imagen y valoración del actual presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, incluso entre su propio electorado. Los sondeos ponían de manifiesto que era general entre los ciudadanos, de cualquier signo ideológico, el convencimiento de que el actual Gobierno estaba desbordado por la crisis económica y que no tenía ideas ni programa para hacerle frente. Daba también la impresión de que el Gobierno había agotado los recursos de propaganda e ingeniería social con los que venía desviando la atención de la opinión pública. Y los sondeos mostraban asimismo que se extendía y generalizaba la idea de que buena parte del problema, si no la mayor parte, no era tanto el partido en el poder como la falta de capacidad y competencia de quien coyunturalmente lo lidera y ocupa por tanto la presidencia del Gobierno de la nación. Se había llegado al punto en el que Rodríguez Zapatero no era ya sólo un problema para España sino también para su propio partido.
   
En estas circunstancias sorprende aún más la pasividad de quienes dirigen el que ya es en todas las encuestas el primer partido del país en términos de intención de voto, esto es, el PP, que ganaría holgadamente unas elecciones generales que tuvieran lugar en estos momentos. Con un dato accesorio pero importante: las encuestas nos dicen que la hegemonía del PP no corre peligro en ninguna de las entidades, Comunidades o Ayuntamientos, que actualmente gobierna, particularmente en la muy emblemática Comunidad de Madrid, donde Esperanza Aguirre incluso aumenta su mayoría, y en cambio el PSOE se debilita semana tras semana en Comunidades y Ayuntamientos que se tenían por feudos socialistas seguros. Puede argumentarse que Mariano Rajoy no necesita tomar iniciativas arriesgadas cuando todo apunta a que el triunfo electoral del PP llegará como la fruta madura, pero a veces, la fruta madura no cae del árbol si no se le agita convenientemente.
   
Cierto que son ya visibles los que podríamos llamar movimientos sucesorios dentro del PSOE, pero no es ni mucho menos seguro que el propio Rodríguez Zapatero y su círculo de confianza tengan asumido su agotamiento político y el deterioro de su imagen pública, y La Moncloa proporciona muchos resortes de resistencia. La iniciativa tiene que venir desde fuera y no tanto desde las alternativas internas del propio PSOE como de una actuación decidida, en el Parlamento y fuera del Parlamento, por parte de quien tiene la responsabilidad no sólo de liderar la oposición sino también de ser y ejercer como primera fuerza política del país para dar el salto desde las encuestas a las urnas.  
  
Que el país necesita un nuevo Gobierno, y sobre todo un nuevo presidente del Gobierno, es algo que está en la opinión pública y en la dirección de las distintas fuerzas políticas, incluso de algunas tenidas siempre por afines o cercanas al PSOE. Pero si el PP sigue esperando que caiga la fruta madura, puede encontrarse con sorpresas, porque el poder facilita muchos espacios de maniobra. Ahí está, por ejemplo, el boletín económico del Banco de España saliendo, con la innegable autoridad y crédito del Banco Emisor, al rescate del acorralado presidente, mediante el anuncio de un crecimiento trimestral abril/junio del 0,2%, con sensible atenuación del retroceso de la demanda nacional a sólo el 0,8% por el repunte del consumo privado, de manera que el INE podría confirmar oficialmente la salida de la recesión en fecha cercana, quizá incluso tan pronto como a mediados de agosto. Y en ese caso, la oposición podría dejar a un lado toda esperanza, porque, si la economía española inicia efectivamente la salida de la recesión, políticamente, aquí paz, y después gloria.