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Tres reflexiones por Fiestas Patrias

Tres reflexiones por Fiestas Patrias

lunes 09 de agosto de 2010, 08:49h

¡Tienen que irse!

Con su cara irreparable de emoticón triste, mirándonos medio de reojo con el rostro hacia abajo, hombros hacia adelante, torso hundido,  expresión corporal de zopilote de las antiguas tiras cómicas, Aldo Mariátegui repta en el ranking de los noticieros matutinos. Quién lo diría. El niño dorado de la actual década en la prensa escrita de la derecha, desfachatado, agresivo, incontenible, aparece de repente desvalido en un medio visual, con un tic que lo hace aparecer como lo que antes se llamaba “tía limeña”, meciendo incesantemente la cabeza triste de derecha a izquierda con desaprobación, como diciendo siempre: ay señor, estos ignorantes; oh my god, qué tiempos.

En los últimos días, a raíz de la ola de frío y los muertos y enfermos que causa en las zonas altoandinas del Sur, se le dio por afirmar después de las imágenes: tienen que irse, tienen que migrar, viven muy dispersos, eso es desolado. El rictus facial con el que lo proclama vale más que sus palabras. Pero, ¿no se da cuenta que todo el que pudo ya migró? ¿Qué el porcentaje de población rural ha descendido dramáticamente en el último medio siglo? ¿Que incluso muchos de los hoy afectados por el frío son ellos mismos migrantes? O cree que los que viven en ese infierno que es Ananea son yetis acostumbrados a vivir en el hielo. Son migrantes, atraídos por el oro que hace girar el mundo actual –hacia el hueco de horrible sepultura, diría tal vez Vallejo- que no pudieron migrar a Lima u otro lugar menos inhóspito.

Lo asombroso no es que Mariátegui pida que se vayan. Hace décadas que especialistas de universidades y, sí, de ONGs,  piden un reordenamiento territorial para fortalecer ciudades intermedias, ejes de articulación económica y política regionales, pero cada invierno vuelve a repetirse la misma situación. 

Lo asombroso es que lo primero que se le ocurra sea insistir en que se larguen y no comenzar, por ejemplo, por invitar a plegarse a la campaña que su propio canal alienta para enviar abrigo y medicinas a las zonas afectadas. No hay empatía en sus palabras. Hay medidas de mediano plazo laqueadas en ideología. ¿Qué amarren sus ataditos y se larguen? ¿No tendrían que tomar la iniciativa el Estado, la empresa privada, sierra productiva, los empresarios, los políticos nacionales y locales  y discutir con la población y planificarlo, aunque esa sea ahora mala palabra?

P.D.1. Uno de los rasgos que más impactó a los españoles en el S.XVI fueron los inmensos rebaños de camélidos que hacían de los lupaqa, uno de los reinos más ricos del Tawantinsuyu y al altiplano hoy peruano-boliviano una zona bastante poblada y económicamente muy dinámica. Claro, la economía ha cambiado, pero vale señalarlo pues no todo es “naturalmente” inhóspito.
P.D.2. Al parecer, en el canal ya advirtieron las debilidades de la imagen del conductor y deben estar dándole clases de relajación facial, porque en los últimos días mira más derecho e intenta todavía dificultosamente sonreír. 

Museo y obscenidad: hasta las últimas consecuencias.

Se llama Luciano Revoredo, fue socialcristiano, acusa al alcalde Masías de totalitario y homofóbico,  justifica los business de Kouri con Montesinos y es la carta de Cambio Radical para la alcaldía de Miraflores.
Hace algunos días, en las páginas centrales de Correo (20.7.10), respondió a una engreidora entrevista donde le preguntaron sobre la construcción del Museo de la Memoria. “Estamos definitivamente en contra”, respondió.
Pudo haber dicho que esperaría a ver cómo es el guión y que si no le gustaba trataría de cambiarlo, o que si sale alcalde lo cambiará, así a la mala, como se acostumbra ahora, para que sea como a él le gusta, con los contenidos que él considere adecuados. Pero no: museo no habrá.  Y añade, desafiante: “vamos a llegar hasta las últimas consecuencias para impedir su construcción”. ¿Últimas consecuencias como Fariñas en Cuba, como Zapata? “Vamos”, dice. ¿Con quienes más? ¿Ya tiene su comando dispuesto a ir hasta las últimas consecuencias? ¿Cómo en Bagua? ¿Cómo en Moquegua? 
Difícil imaginar que algo llegue hasta las últimas consecuencias en la Costa Verde, así que deduzco que se trata de una parrafada retórica. Lo curioso es que Luciano copie la retórica de los dirigentes sociales que candidatos como él satanizan o desprecian.
Pero volvamos a las preguntas centrales. ¿Por qué no propone cambiar los posibles contenidos o el lugar del Museo (dice que se formará allí un cuello de botella)? ¿Por qué esa fobia, ese terror ante la posibilidad de que exista?
Porque con su mera existencia los partidarios de la impunidad y del olvido ya perdieron. En realidad, perdieron en 2003 con la culminación del trabajo de la CVR, uno de los más valiosos azares de nuestra historia. Su Informe logró que se atisbara el lado obsceno del poder. Que se supiera lo que no debía saberse, lo que debía permanecer velado en una penumbra cómoda hasta que el tiempo hiciera su tarea y todo volviera a la “normalidad”. Por eso el odio. Claro, hay muchas otras razones –la necesidad de ciertas elites de perennizar la política del miedo, por ejemplo- pero baste con señalar aquí que ya perdieron y que por eso se revuelven  contra la idea misma del Museo o la existencia misma de la CVR, que no podrán revertir hasta que no descubran la máquina del tiempo.

Soldado del APRA, soldado del Perú.

César Zumaeta será el nuevo presidente del Congreso. Hace unos días, cuando le preguntaron si había buscado el cargo, no se le ocurrió mejor respuesta que decir. “No. Los apristas somos soldados al servicio del país, pero no se llega al Apra para aspirar a cargos.” (La República 17.7.10). Mmmm. No voy a cuestionar su afirmación, pero en estos días en los que hasta SolArmonía toca el himno a las horas del Angelus, vale destacar que a Zumaeta no se le ocurrió decir que los apristas eran arquitectos o abogados o simplemente lo que son sus congresistas: empleados del Perú, pagados con nuestros impuestos, y si lo hacen bien, pues enhorabuena y todos contentos. No. Soldados. Claro, al margen de cualquier bono de rendimiento de Alas Peruanas.
Más que un lapsus, fue una mantra, porque más adelante, cuando le preguntan si postulará a la reelección como congresista, responde: “Somos soldados del partido y se evaluará más adelante”.  No militante de un partido disciplinado, que a estas alturas tiene más de heroico que soldado. No. Soldado. En estos tiempos de histeria, podríamos señalarlo por pertenecer a un “partido militarizado” como se definía Sendero Luminoso.
Un país que avanza en el S.XXI con políticos y elites tan S.XX, podríamos decir. Pero no. Todo es discurso cínico: ninguno pasó por el Servicio Militar Obligatorio de antes, ni se le ocurriría incentivar a sus hijos para que postulen a oficiales de nuestro no muy bien pagado Ejército Peruano.
Y  ojo: son civiles los que incentivan el papel hipertrofiado de las armas y los soldados en nuestra identidad nacional, especialmente los políticos y las elites asustadas, conscientes en el fondo de su déficit de legitimidad.

P.D. El único soldado del APRA que todavía se atisba en el horizonte es Carlos Roca, un punto que se aleja con su palito al hombro y su atadito con un 1% de intención de voto y una estampita de Haya de la Torre dentro, sin que ningún líder del PAP se tome “siquiera una fotito” con él, como apuntó Lauer. Eso, al margen de que sea imperdonable o suicida, que no se diera cuenta al aceptar la candidatura a alcalde de Lima, que lo iban a tratar peor a cachaco de las épocas de la leva.

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