Precaución ante el peligro

Ecuador, como cualquier otro país de este planeta, es vulnerable ante la fuerza destructiva de los fenómenos naturales. Y, a pesar de que hoy estamos más preparados que antes para enfrentar terremotos como los ocurridos en Haití y Chile, el último movimiento telúrico ocurrido el jueves pasado en las provincias amazónicas de Napo y Pastaza, con una intensidad de 7,2 grados en la escala de Richter, gracias a la profundidad del hipocentro (232 kilómetros) no produjo las desgracias que un sismo de esta intensidad podría causar a una distancia menor.



A Quito, mucho más que Guayaquil, por ejemplo, se la ha considerado como una ciudad de alto riesgo sísmico, según historiadores que refieren la devastación provocada por los terremotos de 1587, 1755, 1797, 1859 y 1868.

No hay que olvidar que el 13 de enero  la revista Forbes publicó un informe de la organización GeoHazard, en el que ubica a la capital de la República en el puesto cuarto en la lista de las 20 ciudades más vulnerables por un terremoto de gran magnitud.



Y si bien es cierto que en esta publicación Guayaquil ocupa el puesto trece, el tipo de construcción, casas y edificios levantados sobre lo que antes fueron esteros, endebles estructuras de caña que han emergido sin criterio arquitectónico sobre cerros de difícil acceso a las brigadas de la Defensa Civil o de bomberos, no soportarían la fuerza de un movimiento telúrico de gran intensidad. 

Hasta el momento se conoce que el Concejo Cantonal estudia una ordenanza para futuras edificaciones sismorresistentes, sobre la  base de un estudio elaborado por organismos especializados que han tomado en cuenta que la ciudad está en la zona de impacto de las placas Sudamericana y de Nazca.  

El Gobierno de Ecuador, consciente del peligro que existe, creó la Secretaría Nacional de Gestión de Riesgos, que actualmente se encarga del manejo de 
emergencias para disminuir su impacto en lo posible y mantener preparada a la población.