El presidente del Gobierno ha denunciado que Mariano Rajoy utiliza sistemáticamente a ETA como instrumento de agresión al Gobierno y que ésta actitud es inédita en treinta años de democracia. La primera parte de la afirmación es verdad; la segunda, rigurosamente inexacta. Si en algo se caracterizó la última y desesperada etapa de oposición de José María Aznar fue la utilización del terrorismo como arma política. La reciente sentencia del Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo, anulando el juicio que condenó a Rafael Vera por el secuestro de Segundo Marey, ha certificado el carácter político de aquella ofensiva. Así que es cierto que Mariano Rajoy está utilizando a ETA pero no es la primera vez que lo hace el PP; el líder popular solo ha continuado la estela de irresponsabilidad que dejó abierta José María Aznar y la ha ensanchado.
Pero el corolario de esta afirmación es que ETA está presente en esta campaña no solo con la sombra de sus amenazas de que si Batasuna no puede participar realizará atentados, sino con los episodios cotidianos de 'Kale Borroka' y agresiones contra los candidatos de los demás partidos políticos.
La confusión aumenta porque en realidad no sabemos si el grado de presencia que ha conseguido Batasuna a partir de las candidaturas de ANV que el Gobierno decidió no impugnar es una condición suficiente para que ETA y Batasuna se den por satisfechas, o este grado de permisividad será considerado insuficiente por la banda terrorista que finalmente cumplirá su amenaza. De momento, lo que se puede constatar es la vitalidad y agresividad de los simpatizantes de Batasuna en esta campaña. El calor de esta resurrección ha sido sin duda las expectativas levantadas por el proceso de paz que han permitido que el conglomerado Batasuna-ETA recupere el viejo discurso del conflicto político de Euskadi, del cual la lucha armada habría sido el instrumento necesario para lograr un marco de negociación.
Probablemente este tipo de afirmaciones son políticamente incorrectas porque se ha establecido la negociación con ETA como la ensoñación imprescindible para acabar con la violencia. Pero esta afirmación tampoco debe situar a quien la hace en los aledaños de la irresponsable y bárbara política del PP. Es algo tan sencillo como entender que los errores históricos del PP no certifican los aciertos del Gobierno. Quien así piense se sentirá abrumadoramente solo.