Simancas y Aguirre aman la bandera
martes 22 de mayo de 2007, 16:58h
Un día cualquiera, se arrancó la presidenta regional, Esperanza Aguirre, con un ¡Viva España¡ en plena campaña electoral. Dijo más: “Somos el único partido que defiende la nación española”. Relató los meneos que el presidente del Gobierno de España, José Luis Rodríguez Zapatero, le mete a los símbolos de la unidad nacional y habló de la patria como si fuera la peineta de una tonadillera o el capote del torero de moda.
Elementos patrios que no deben arrugarse durante los mejores cantes y lances taurinos. Todos entendimos que Aguirre coloreaba sus actuaciones con recursos muy a mano de la derecha, menos el aspirante socialista a la Presidencia de la Comunidad de Madrid, Rafael Simancas, que sintió que la mandataria madrileña hacía de menos a los suyos, de los que dijo que son más patriotas y se sienten más españoles que Aguirre. Se arropó en la enseña nacional y mantuvo durante más de tres minutos un monólogo en el que repitió las palabras “España” y “españoles” más de veinte veces. Todo un récord y una pérdida de tiempo en un concurso absurdo sobre quién es más español.
¿Quién ama más? ¿A España? ¿A la bandera? Además de que me trae sin cuidado que sea el aspirante del PSM o la candidata del PP la que obtenga más puntos (¿canjeables por un puesto en las siguientes listas de sus respectivos partidos a los comicios de 2008?), reconozco que no estoy muy convencido de que exista en el mercado un medidor para conocer la intensidad de los amores patrios y los llantos de bandera. No sé si demostrar tanto amor a la patria beneficia o perjudica a los ciudadanos, que piden otras cosas menos relacionadas con estas cuestiones que tanto preocupan a Simancas y a Aguirre y más terrenales como salarios más dignos, contratos decentes, asistencia médica del siglo XXI, educación liberadora, más seguridad ciudadana, menos burocracia en las administraciones que se encargan, supuestamente, de nuestro bienestar y que no nos falte de nada.
Bueno, hay que ser comprensivos, son sus cosas. Como final de campaña electoral, ha estado bien esta demostración de patriotismo, aunque muchos habríamos preferido que, vestidos de chulapo y chulapa, se hubiesen marcado un chotis. Al menos nos hubiésemos reído, no de ellos, sino con ellos, y habríamos sentido que, a falta de otras virtudes, mostraron un excelente sentido del humor, tan poco de moda en esta etapa de buenos y malos, justos e injustos y patriotas.