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Pensamiento a sueldo

domingo 03 de octubre de 2010, 10:53h
Políticos sin ideas, intelectuales sin poder. Podría ser la descripción del misérrimo  panorama de nuestra clase dirigente. Para superarlo, los profesores Castiñeira y Lozano, señalan que estamos viviendo la consolidación de “fábricas de ideas y de relatos”. Son las conocidas y discutibles fundaciones dependientes o vinculadas a partidos políticos. “Organizaciones orientadas a producir simultáneamente ideas, orientaciones para la acción y el sentido que las justifica”, según los mencionados profesores.

En el fondo, pues, son entidades al servicio de ideologías o partidos determinados. Entidades “orgánicas”. Grupos de pensadores que ponen su intelecto al servicio de quienes han creado dichos grupos, los amparan y los pagan. Su libertad de pensar, por tanto, esta a sueldo. No son muy de fiar.

Si Ortega y Gasset decía que el intelectual es un hombre preocupado –pensar es preocuparse antes que ocuparse– y el político es un hombre ocupado por las cosas, como subrayan los autores citados, es que se refería a dos tareas distintas. Mas aún, denunciaba que “la obra del intelectual aspira –a menudo en vano- a esclarecer un poco las cosas, mientras que la del político consiste a menudo a hacerlas más confusas”.

Casar ambas funciones es muy difícil, cuando no imposible. ¿Intentan esto las “fábricas de ideas” al estilo que conocemos? Más bien, salvo alguna excepción, pretenden someter el intelecto a la política. Buscan que “los pensadores orgánicos” abran caminos y justifiquen su actuación política.

No está mal que las ideologías políticas y sus líderes profundicen y despejen sus horizontes, al tiempo que examinen sus acciones, porque nos puede aliviar de la frivolidad imperante. Pero no es honesto que intenten someter al intelectual a sus intereses. El intelectual es libre en su función de pensar o no es un auténtico intelectual.

El pensamiento a sueldo siempre es sospechoso. Como son sospechosos los intelectuales “de plantilla” o los “profesionalizados” en suscribir manifiestos. El pensamiento es personal y libre, no masivo ni fotocopiado. Piensan las personas, no las masas.

Los políticos deben tener ideas para el ejercicio de su poder; el poder de los intelectuales debe estar en la autoridad de su pensamiento honesto y libre.
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