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Alfredo Conde, autor de Huesos de santo

“Escribir es robarle vidas a la muerte, de eso se trata”

“Escribir es robarle vidas a la muerte, de eso se trata”

miércoles 24 de noviembre de 2010, 11:01h

Compostela, 2008, a las puertas del actual Año Santo. El sepulcro del apóstol Santiago el Mayor desencadena una red de violencia, iniciada con el descubrimiento del cadáver de una joven y el atentado aéreo contra la hija del delegado del Gobierno en Galicia, que, con la implicación y amenaza de los distintos escalafones del Poder, pondrá en jaque al comisario Salorio. Así, Huesos de santo (Edhasa), la nueva novela del camaleónico Alfredo Conde —premios de la Crítica por Breixo, Nadal por Los otros días o Nacional de Literatura por El Griffón, entre otros—, haciendo gala de una prosa tan original como versada, ejerce una vuelta de tuerca más al engranaje del género policíaco. Es el gallego, sin duda una de las letras españolas de mayor proyección internacional, un narrador con verdadera adicción a la escritura (en su haber posee la autoría de más de cinco mil artículos literarios y de opinión), sin colorantes ni conservantes, vital, en instrucción constante. “Algo nos debe de pasar para que nos dediquemos a esto”, explica Conde, “no sé si neuróticos o qué, pero algo tenemos que ser que nos defina y empuje. No se es escritor impunemente”.

 

 

¿De dónde surge una novela con los restos del santo patrón de España como telón de fondo?

De alguna manera se advierte en esas dos citas de Sándor Márai que aparecen en su frontispicio. Me dijeron lo más efectivo que se le puede decir a quienes tuvimos una educación sentimental para que acepten un reto: “¿A que no tienes….?”. A la edad que yo calzo, es indudable, hay que dar a entender, al menos dar a entender, que sí los tienes; por eso surgió la novela y yo me quedé tranquilo. Ahora soy yo el convencido de que sí los tengo, aunque ignoro lo que, caso de poder hacerlo, opinaría el caballo del Apóstol. ¿A usted qué le parece?

 

 

Me parece un fino trabajo de creación literaria: caso de homicidio donde se entrelazan conflictos familiares y laborales, luchas con los poderes establecidos, todo repleto de pistas falsa, giros inesperados en la trama, sospechas, misterio, suspense… ¿Cómo se construye un texto de estas características?

Pues ignoro cómo lo harían otros, pero debo decir que yo lo hice con mucha paciencia y divirtiéndome también mucho, intentando ser riguroso y serio en los temas de fondo y en los que colateralmente trata; al fin y al cabo, se habla en la novela de los restos que yacen en el sepulcro del Apóstol y aunque la creencia de que se tratan efectivamente de los suyos no sea una verdad de fe ello no debe implicar irrespetuosidad o falta de rigor. O eso me parece a mí.

 

 

El trasfondo de Huesos de santo esconde miserias de la clase política, del complejo académico, del mundo judicial o de la propia Iglesia. Una mirada crítica sobre la contemporaneidad…

¿Y por qué no? La sociedad es así, el ser humano es así y el hecho de considerarlo un ser racional es una hermosa pero mera hipótesis de trabajo. Vivimos en el seno de una sociedad en la que sus tres cuartas partes no creen al Gobierno capaz de sacarnos de la crisis, otro tanto tampoco cree capaz a la oposición de hacerlo ella y otro tanto no confía en los jueces; sólo faltaría que el mundo académico no estuviese contaminado y la Iglesia ajena al barullo.

 

 

¿Qué papel ocupa el humor, la ironía, en esta novela?

El de una tabla en medio de un naufragio. Aunque debo reconocer que, tratándose de ironía y humor esencialmente gallegos, a lo mejor sucede lo mismo que con el humor inglés, que no existe y lo que pasa es que los ingleses son así y eso es lo que nos hace gracia.

 

 

¿Le falta o sobra algo a la novela policíaca de nuestros días?

Bastante tengo yo con escribir, con ser escritor, para convertirme ahora en analista literario y dar diagnósticos al respecto. Me gustan más las novelas de unos autores que las de otros, aunque debo confesar que no soy un gran lector del género. Por decirlo de alguna manera, “me van” las de los suecos, Mankell, Larsson y por ahí…, pero eso tampoco quiere decir nada en ningún sentido. Hay gustos para todos y lo que para unos son excrecencias para otros son platos exquisitos.

 

 

Sus obras abordan temas muy variados. ¿Es esa versatilidad un temor a encasillarse?

No, ni mucho menos. Creo, desde hace muchos años, que escribir es robarle vidas a la muerte, esa señora de la que, como Woody Allen, no soy partidario acérrimo. Cuantas más novelas, cuantas más y más variadas vidas haya en ellas, más vidas le habré robado yo a la señora ésa y menos disgustado podré morirme. De eso se trata.

 

 

Además de novelas, ha realizado relatos, poesías, ensayos, entrevistas, guiones. Dicen que el escritor anclado en un único registro (de género, de estilo…) es una especie de muerto viviente…

Yo no diría tanto, aunque si uno lo piensa bien Rulfo es muy famoso gracias a todas las novelas que no escribió después de Pedro Páramo y transitó por la vida, al menos por la de la creación literaria, no por la estrictamente “literaria”, como ese zombie que señala. En todo caso, las sentencias y las verdades absolutas suelen intranquilizarme bastante… ¡qué le voy a hacer!

 

 

Tengo entendido que escribió sus anteriores novelas en gallego, para traducirlas posteriormente usted mismo al castellano. ¿Por qué Huesos de santo es una excepción?

Nunca quise renunciar a ninguna de mis dos lenguas, a la patrimonial riqueza que ambas suponen, y sí, hice eso durante toda mi vida. También lo pagué, es cierto, padeciendo el rechazo de los dos sistemas literarios, pero disfrutando el impagable bien de la libertad y la independencia. Ahora, mis circunstancias personales me llevan a considerar que, mientras traduzco una novela, escribo otra, y a mi edad no se puede andar uno con bromas de ningún tipo, menos con bromas contables; contables porque afectan a la contabilidad. Nada heroico, por cierto, como puede deducir.

 

 

¿Qué tipo de libros consume?

Yo como de todo. Lo que menos me importa en literatura es el apellido. Me da igual que sea social, intimista, fantástica, negra o rosa, lo que me importa es que sea literatura y que sea buena, porque es la que me interesa; la otra, la mala, procuro frecuentarla poco pues todo se pega y no está uno para desgastes ni pérdidas del tiempo tan escaso del que disponemos.

 

 

¿Y el panorama literario actual cómo lo ve?

Desde lejos. Hace muchos años que vivo solo, retirado en mi casa, en medio del campo. El que veo es el panorama editorial y ése es el que resulta preocupante. La edición devino en una industria regida no sólo por las reglas del mercado, lo que ya es preocupante (no es lo mismo vender libros que detergentes), sino por los métodos derivados de la convicción de que el mercado se autorregula, algo que a mí se me antoja preocupante pues toda actividad humana necesita pautas, reglas, normas, y no va a resultar ahora que precisamente el mercado, del que depende toda actividad humana, la vida misma, sea lo único que se autorregule. ¡Vamos ya! Pues bien, el mundo del libro es algo muy delicado que hay que tratar de modo exquisito y no con la zafiedad de la que se está haciendo gala.

     

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