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El futuro en disputa

El futuro en disputa

lunes 03 de enero de 2011, 20:12h

El principal desafío, hoy en la Argentina es la disputa por el futuro. Lo que está en juego es el futuro. Pero no solo por la antítesis oficialismo y oposición, y tampoco exclusivamente desde una mirada sobre la oposición como una restauración conservadora, sino por los matices y pliegues que caracterizan a los actores políticos y sociales en el escenario actual.

En realidad, este proceso depende más de cómo conceptualicemos y convirtamos en praxis política lo que se denomina profundizar el modelo.

Es relativamente simple caracterizar a los adversarios del poder kichnerista como una intención privatista, una vuelta al modelo neoliberal, una higiene monetarista y una detención del proceso de igualación social; y también como la reproducción del status quo de las corporaciones mediáticas.

Pero, esto se hace más difícil cuando debemos revisar en las propias filas del kichnerismo las versiones, las actitudes y las voluntades hacia una modelo de sociedad diferente o hacia un mejoramiento de la sociedad actual. ¿Cuál es el límite? ¿Cuál es la frontera de la transformación? Es fácil y peligroso caer en una retórica reformista; y terminar apostando, por falta de propuestas concretas, a que el derrame se produzca. En este caso cabe la pregunta :¿Cuál es el destino del desarrollismo económico? Ningún cambio será duradero sino es sostenido por soportes culturales; expresados en formas del pensar y en las prácticas nuevas, surgidas de la organización popular. Esta es la batalla más ardua: la liberación cultural. Ya que los cambios intentan sobre un trasfondo cristalizado conservador que tiene capturada la subjetividad colectiva.

La hegemonía de la democracia liberal en occidente, también nos comprende, pero no se pueden negar las tensiones que provoca un sistema de partidos que no logran expresar al pueblo entre las elecciones, que no logra darle un marco orgánico ni referencial a los movimientos sociales ni a los propios afiliados. Nuestro sistema de representación está en crisis, pero no podemos prescindir de él. Y constituye un verdadero desafío pensar la política en su construcción cotidiana desde las bases mismas de la sociedad, y de otorgarle, a esas prácticas, la entidad institucional que merecen y necesitan.

Por otra lado, tenemos una reiterada invocación a la profundización desde una visión economicista; aunque esto no adquiera el estatuto de un programa completo y no pase del enunciado de la sanción de algunas leyes faltantes; y necesarias.

Omitimos, cuando se menciona la profundización; que la democracia politica también debe cambiar; interrogándonos seriamente si este es el diseño institucional que compete a un país y una sociedad muy diferentes a la del ´94.

Si bien, para algunos Cristina marca el final del kichnerismo; en cambio, para muchos otros ese nombre es promesa de un futuro de innovación y recreación política.

Pero hay que admitir que en el imaginario del conglomerado kichnerista (Estado, P.J., CGT, movimientos sociales, transversales, etc) se insinuan objetivos diferentes; algunos más ambiciosos que otros, y que requieren políticas de alianzas específicas, y también otras metodologías. Estos problemas no los tiene la oposición que con menor complejidad acompaña esta dinámica sin poder imponer su palabra en el escenario nacional.

No hay que olvidar; que algunos cambios, ocurridos desde el 2003 pueden ser metabolizados en relatos de modernidad y asimilados por la oposición. Por ejemplo: aquellos que hacen a lo cultural como el matrimonio igualitario; inclusive la asignación universal por hijo. Pero ninguno de ellos toca el núcleo duro que mundialmente consagra la hegemonía de las economías de mercado y tiende a naturalizar las relaciones de desigualdad.

No se trata, y eso esta claro, que la Argentina defina un camino diferente a lo que marca su idiosincracia y se equivocaban mucho aquellos que creían que nuestro país se convertiría a imagen y semejanza de algún otro país latinoamericano. Está claro que nuestro país debe construirse desde su propia impronta, desde sus posibilidades y limitaciones.

Pero, eso es lo que está en la pelea venidera en un año electoral en que se yuxtapondrán campañas publicitarias y puja distributiva; lucha política, significaciones y resignificaciones sobre el modelo.

Y como el modelo no está cristalizado en un texto, queda abierto a la libre interpretación de sus seguidores; y a la negatividad de sus opositores.

Habiendo nacido en el seno del kichnerismo algunos pregoneros del “post” dan por finalizado este tramo de la historia con el fallecimiento de Néstor Kirchner. Esto, peligrosamente intenta coartar gobernabilidad a Cristina, y plantea una detención del modelo. Es claro, que el liderazgo de Cristina no solo organiza hacia adentro al kichnerismo sino también es un elemento ordenador de toda la República. Considerando el amplio dominio político que ejerce hoy el oficialismo en lo institucional, sería provocar una crisis si la Pta. perdiera parte de su potestad.

Por eso decíamos más arriba que lo que está en disputa es el futuro. En momentos en que el presente gubernamental es promisorio para una administración que tiene las preferencias mayoritarias y tiene la probabilidad de alcanzar la reelección.

Así como en el 2003 la aparición sorpresiva de Néstor Kirchner constituyó una provocación para el conjunto de la sociedad; hoy dicha provocación ha alimentado las expectativas a futuro; la promesa de que hay un horizonte más amplio y ambicioso.

Para la oposición su ideal es acabar con el proceso iniciado hace ocho años, y para el oficialismo es continuar como en una espiral ascendente. Es en esa línea hacia el futuro, con sus interrogantes, en donde se encuentra lo más interesante de la política nacional.

La dinámica entre el propósito enunciado de transformación, y las posibilidades y alcances de dicho cambio es el gran desafío de la gestión oficial. El camino no ha sido ni será fácil: habrá muchos obstáculos, desvios y transversales, pero se dilucirá en la lucha por la configuración del futuro, que es en definitiva, la inveterada pregunta: ¿para qué el poder?.

Ricardo Rouvier
Consultor. Investigación de mercado y opinión pública.

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