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Voluntarismo

Voluntarismo

domingo 10 de junio de 2007, 13:37h

Como creo que ya les conté, en algún momento de los 80 tuve el privilegio de asesorar a un Banco de Inversión brasileño.

Recuerdo que en las cercanías de una elección presidencial, y frente a una escalada de la tasa de inflación en el vecino país, me invitaron a Brasilia a participar de una reunión de políticos oficialistas preocupados por las consecuencias electorales de dicho incremento de la tasa de inflación.

Para mi sorpresa, la consulta que pretendían que respondiera era acerca de la posibilidad de reducir la tasa de inflación predominante en ese momento (creo que andaba en el 10 12% mensual), a un ritmo de 2 puntos por mes, de manera de llegar a las elecciones-faltaban 4 o 5 meses. Con un tasa de inflación aceptable para la ciudadanía.

Lo que ellos querían era que un economista les diera la receta para ir bajando de a poco la tasa de inflación, en un período no mayor de cinco meses, sin que la economía sufriera en términos de actividad y sin que los costos fueran demasiado altos.

Sospecho que mi respuesta no les gustó, porque esa fue la última vez que estuve en Brasilia.

En los últimos días, a partir de diversos seminarios y foros académicos e institucionales, y gracias a la participación en dichas jornadas de importantes funcionarios, economistas locales e internacionales, se ha revivido la discusión económica en la Argentina, casi en forma paralela con la discusión pseudo política derivada del resultado de la primera vuelta de las elecciones porteñas.

Resulta curioso, sin embargo que, aún en ámbitos académicos, parte de la discusión se haya centrado en si la Argentina tenía que seguir creciendo a tasas altas, aún a costa de una inflación elevada para los valores internacionales actuales. O, en cambio, desacelerar su crecimiento y poner prioridad en una política antiinflacionario más activa.

Y digo que resulta curioso, porque si bien estoy convencido que la calidad de los protagonistas del debate no ignora los fundamentos básicos de la ciencia económica, el “fraseo” de lo que se dijo, pareció implicar que el crecimiento económico no es la consecuencia de las políticas, sino que es una especie de “variable exógena” que se determina y decide previamente y que luego, a partir de esa decisión, se encaran las políticas compatibles.

Puesto de otra manera, es como si un presidente o un ministro de economía pudieran decir “He decidido que este año crezcamos al 8% anual, con una tasa de inflación del 10% anual y una tasa de desempleo del 10% de la mano de obra disponible”. Y no al revés: “Estamos instrumentando políticas que, de ser exitosas, podrían llevarnos a crecer a tanto, si se dieran ciertas condiciones, etc, etc”.

Por supuesto que crecimiento, inflación, empleo, inversión, tienen relaciones funcionales discutidas en la teoría económica-aunque ya hay cosas que no se discuten desde los 70-, pero el punto central es que el crecimiento es consecuencia de muchas cosas que se hacen o se dejan de hacer y no una decisión autónoma.

Es posible, de todas maneras, que quizás los últimos años hayan llamado a engaño al presidente y su equipo, dado el amplio grado de libertad con el que se movieron en materia económica, y no solo en materia económica.

Pero resulta difícil que se repitan las extraordinarias condiciones iniciales que caracterizaron el primer mandato K.

En efecto, alta capacidad ociosa, elevado desempleo, un extraordinario escenario internacional, la devaluación, han sido todos elementos que permitieron actuar “por el lado de la demanda”, sin riesgos de inflación creciente, desabastecimiento por el lado de la oferta, o restricciones a la importación, por el lado de la disponibilidad de divisas. Pero los años en que el presidente podía, con el estímulo a la demanda desde el gasto público, los decretazos salariales, los subsidios, el tipo de cambio alto, etc., si me permiten, “los años dorados” del kirchnerismo están llegando a su fin.

¿Significa esto que estamos al borde de una recesión o una crisis?. ¿O que ya no podremos crecer al 8-9% anual? De ninguna manera. Pero tampoco estamos frente a un esquema de “crecimiento automático”, en donde como el mundo crece extraordinariamente, las tasas de interés son bajas, la liquidez desborda, entonces, hagamos lo que hagamos, “estamos condenados al éxito”.

Aunque el presidente no lo crea, no ha descubierto la “piedra filosofal” ni el exilir de la vida eterna. Una mini muestra la tuvimos la semana pasada con las restricciones energéticas a la producción y a las casas de familia, aunque los medios no lo reflejaran. La demanda puede volar, los precios de la soja ser extraordinarios, el dólar seguir a 3,10, pero si no ha producción y la demanda se cubre con importaciones o con precios.

No necesariamente tendremos una crisis energética semanal y es probable que lo vivido esos días se repita, pero por períodos muy cortos, en los próximos meses, pero este solo ha sido un ejemplo.

Si la inversión en infraestructura es insuficiente, o tarda en madurar. Si no es posible moderar el crecimiento del gasto por presiones político sociales.

Si no se pueden sincerar los precios de insumo clave y se requieren cada vez más subsidios, etc. Si el mercado de capitales local es pequeño y se ha perdido la unidad de cuenta de largo plazo (el CER), por la destrucción del INDEC; si la inversión privada se concentra en decisiones de muy corto plazo. Si estructuralmente estamos desandando el camino de lo bueno de los 90 y nos estamos quedando con lo malo de los 90 y lo malo de los 80 y los 70, entonces, lo más probable es que si se intenta seguir creciendo a tasas chinas, el resultado este más cerca de inflación con desaceleración, que de crecimiento con estabilidad.

Y ese, a mi modesto juicio, es el verdadero dilema que enfrentará el presidente o la presidenta en su segundo mandato. La opción no es crecer más con más inflación o crecer menos con menos inflación. La opción es crecer menos con menos inflación, o crecer menos, con más inflación.
Lamentablemente, no son estos los términos en que hoy se presenta la discusión macroeconómica en la Argentina.

La perspectiva de que el incremento de la demanda termine presionando sobre loa precios y no sobre el nivel de actividad y que empiecen a surgir cuellos de botella generalizados, por restricciones genuinas de oferta, o por expectativas, no es, ni siquiera, analizada.

De hecho, y en medio de la campaña electoral por la segunda vuela en la Ciudad y por la reelección en la Nación, lo que se está planteando es “seguir con el modelo” o “retroceder a los 90”, como si seguir con el modelo fuera una simple cuestión de voluntad, de deseo, de ganas.

Seguir con el modelo, sin que ello implique una aceleración de la tasa de inflación y la pérdida de poder adquisitivo de la gente, en un contexto, en donde es difícil hacer caer más rápido la tasa de desempleo, requiere de algunos elementos que, como mencionaba la semana pasada, no están hoy planteados en el debate público. Ni siquiera por las entidades empresarias que han caído en la misma trampa voluntarista.

Por ahora, y sin correcciones importantes, la política macro, los precios de insumo clave, los incentivos pro mercado, las reformas de primer y segundo orden en el sector público, no están hoy alineados con la necesidad de seguir creciendo fuerte con inflación controlada.

El escenario internacional es claramente una gran ventaja. Pero no es una ventaja que evita los problemas y que permite crecer “a pesar de todo”.

Por el contrario, es una ventaja que facilita la transición y que permite los ajustes a bajo costo.

El gobierno apostó a que, a estas alturas, ya no haría falta ni el tipo de cambio alto, ni la rentabilidad extraordinaria, ni los subsidios generalizados, para alentar la oferta y que la inversión ya habría cubierto los baches, como para consolidar un crecimiento sostenido con inflación moderada.

Lamentablemente, en eso falló, porque no basta con discursos, se requiere acción.

No se dio. Pero el escenario internacional, por ahora, sigue ofreciendo una oportunidad-aunque ya hay temores de “argentización”, con desaceleración del crecimiento y aceleración de la inflación,

Si esa oportunidad se aprovecha,  todavía se puede, insisto, con costos bajos, empalmar esta etapa de alto crecimiento e inflación acelerándose, con otra con crecimiento moderado e inflación cayendo.

Es cierto que para todo logro hace falta poner voluntad. Pero voluntad al servicio de un programa coherente. Y no un programa que se vuelve coherente solo con voluntad…

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