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Mira, ahí viene The Open

viernes 04 de febrero de 2011, 11:01h
No sé muy bien por donde empezar. Quizá la mejor manera sea dar las gracias. Es algo absurdo porque nunca lo oirá. Ya no. Tampoco antes. No lo hubiera entendido. Se trata de un caballo. Mejor dicho, se trataba. Ha corrido su última carrera, ha respirado su último aliento. The Open ya no está, pero a mí jamás se me olvidará. Y sé de a uno que tampoco. Descanse en paz.

La historia de los aficionados está plagada de nombres de caballos. Son como muescas en un revolver. Y no siempre hay que estar con los mejores. Es más a mí el caballo que más me marcó en la infancia era uno tordo llamado Nastic o un castaño poca cosa que respondía al gracioso nombre de HolaHola. Han pasado más de treinta años pero en mi memoria les tengo un hueco privilegiado. Eran caballos de handicap, que a lo mejor no les recuerda nadie, pero que ahora aparecen por primera vez en internet porque han de levantarse para saludar a un nuevo miembro de mi club, The Open.  

No sé de orígenes ni de pedigrees. Tampoco conozco a nadie de la cuadra Cruceña como para adornar con letras una historia de su llegada a España, que seguro que la tiene. Voy a ser más mundano. Voy a contar mi historia. Y es personal y transferible sólo a mi amigo, Charly. Sólo él es el culpable de estas letras.  

Una de las cosas buenas que tienen los caballos es que consiguen lazos de unión inimaginables. The Open lo consiguió conmigo y con Charly. Esto es una cuestión de sensaciones. Y a mí me impactó su galope el 16 de mayo. Bueno una semana antes ya le había visto por primera vez en Madrid y Charly, en sus magníficos apuntes, me había puesto sobre la pista de que era un caballo argentino, criado en una de las mejores Haras y para uno de los mejores preparadores y que en España le habían corrido mucho y mal pero que era un caballo que merecía mejor suerte. Qué razón tenía.

Tras esas palabras aquel 16 de mayo no me fue difícil apuntarle con los prismáticos. Tuve la sensación de que estábamos los dos solos. Era la primera vez que me pasaba desde mi regreso a esto de los caballos. Estaba ubicado en la abarrotada tribuna de preferencia. Y con mis prismáticos decidí, lo hago muchas veces en carreras de línea recta, seguir al caballo que he apostado. Es mala costumbre, pero hay otras peores que también tengo. Ese día The Open era mi base. Y Santi Martín me lo puso fácil. Salía por un cajón intermedio y enseguida el caballo, como si quisiera facilitar mi tarea de seguimiento, se retrasó unos metros. No me importó. Le seguí enfocando. Uno es terco. Y se abría, se abría. Y perdía metros. Hasta que el caballo supo que corría sólo. Entonces, no se lo he visto volver a hacer, galopó en solitario. En una carrera de velocistas recortó casi cincuenta metros en apenas doscientos y llegó segundo por todo el exterior. Como un CABALLO DE CARRERAS.   (Ver el video)

Recuerdo que ese día le dediqué grandes halagos y en particular con Charly no sólo había conseguido que The Open entrara en mi vida, sino que también él lo había hecho. Por la puerta grande. Valga la redundancia.  

Desde entonces, cada vez que corría The Open siempre había un guiño de unión con Charly, Warm Blood en esto de los pseudónimos, porque le dedicaba un comentario cariñoso. Le hacía falta. La vida que tuvo como corredor de carreras no fue fácil. En su siguiente, en su mejor estado de forma, se le escapó a su jockey marcándose una diagonal suicida que le costó el distanciamiento, que algunos incluso vieron como táctica para que Sirenita no cazara a Newby. No lo creo. Sencillamente The Open tenía ganas de correr, pero en solitario. Sin ataduras.

Habían puesto su galope en manos de gente que no le entendía. Esa era mi idea. Había un caballo de carreras desaprovechado. A mí eso más que molestarme me servía para acercarme más a él en cada carrera. Incluso en el Gran Premio Carudel cuando vi su matrícula pensé en que había llegado su momento. Le di como favorito junto a Silverside pero fue baja de última hora. No sé lo que le pasaría pero desde entonces ya no encontré más al CABALLO DE CARRERAS.  

La semana pasada, en su última carrera, le había quitado de mis preferencias por primera vez y Charly en su análisis se jactaba de que esta vez no le había puesto en mis pronósticos. Ahora lo lamento. Le había olvidado porque estaba ya cansado de verle correr sin sentido y porque uno es menos fiel que los caballos. Y menos en muchas otras cosas.

The Open terminó su vida de carreras en Dos Hermanas y ya no se parecía ni al caballo que corrió en Argentina ni aquel que descubrí el 16 de mayo en la abarrotada tribuna de preferencia. Pero eso es lo de menos. A mí siempre me quedará esa carrera. Y cada vez que un caballo se abra en la recta de La Zarzuela para rematar en solitario pegado a la tribuna, pensaré. Mirá ahí viene The Open. Descanse en paz.

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