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La grandeza humana de Carlos Gardel

La grandeza humana de Carlos Gardel

viernes 11 de febrero de 2011, 17:30h

Lo que canta Carlos Gardel, a excepción de las letras de Discépolo, se convierte ---entre mate y mate--- en algo que está por encima de los problemas cotidianos de los ciudadanos rioplatenses. Es lo que nos cuenta el dramaturgo Carlos Maggi en Hubo sí al escribir que en diciembre de 1941 un compañero suyo de estudios no se presentó al examen de filosofía que prepararon juntos. Cuando le pregunta por lo acontecido el amigo le contesta: No pude. Quise ir y todo, pero no pude. Gardel estaba cantando como nunca. Aquí es donde tenemos que ir si queremos entender la permanencia y vigencia del gran Gardel dentro de una realidad rioplatense llena de dificultades.

 Una realidad en la que Gardel fue simplemente un cantor. A pesar de que algunos intelectuales se empeñen en cargarle en el lomo toneladas de responsabilidades que le son ajenas. El genial intérprete es hondamente honrado y democrático en su trabajo. Crea para todos sin pedir nada a cambio y entregó todo generosamente porque fue un manantial siempre abierto en todos los lugares del Río de la Plata.

 Por eso es que creo sobran los despistados que pretenden sostener con sus rebuscados análisis seudo-científicos que Gardel no hizo crítica social o que no ayudó en la construcción de una sociedad más solidaria. Los que así opinan son dueños de una moral de garroneros, es decir que son los típicos arribistas aprovechadores del esfuerzo ajeno. Nuestro enorme Carlitos fue una gran persona a nivel humano pero nunca se consideró nada más que un humilde cantor de los sentimientos rioplatenses.

 

 El tango encontró su voz en Carlos Gardel y la voz de Carlos Gardel encontró su música en el tango. Es el momento de recordar la admirable y sutil observación de Enrique Santos Discépolo de que con Carlos Gardel el tango había subido de los pies a la boca. El tango, tuvo, entonces, algo que decir y no sólo algo que mover. Un ritmo que sólo nos mueve los pies no nos conmueve casi nunca el corazón. Antes que Carlos Gardel cantase “Mi noche triste” el tango fue, principalmente, un movimiento, una música bailable. Después de Carlos Gardel, o  mejor con Carlos Gardel, el tango se convirtió en la espiritualización de un movimiento, en una música para cantar y oír.
  Guido Castillo


 Huérfano de afectos, criado como hijo de nadie en muchos hogares caritativos y, probablemente, marcado por el rigor de la cárcel, Gardel debió emprender aquel arduo camino en busca de una identidad y de un horizonte. Por eso casi siempre encontramos una huella zizagueante entre la realidad y la ficción, cuando queremos reconstruir su pasos en estos años de ausencia. No hace falta demasiada imaginación para intuir como debieron ser. Acaso lo más importante nunca se haya dicho: Gardel, de tanto andar a la deriva, terminó por encontrar un rumbo propio.
    Ricardo Ostuni


 Un fraude contra el fisco argentino, para que la herencia vacante de Carlos Gardel pasara a manos de la mujer que le crió en su  infancia, mediante su identificación con el hijo francés de aquélla –Charles Romouald— fue el inicio de la absurda tesis de su origen francés. Luego, una tenaz propaganda encargada de perpetuar tal idea, donde se mezclaron la comercialización de su imagen y un falso nacionalismo empeñado en negar su orientalidad, hicieron el resto, formalizándose así la llamada “historia oficial” de Gardel.   
     Nelson Bayardo


Manuel Suárez Suárez

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