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Otra ocurrencia

lunes 28 de febrero de 2011, 08:33h
      Prohibido circular a más de 110 kilómetros a la hora en las autopistas. Es, como saben, el último conejo que se ha sacado de la chistera el Gobierno de las bombillas de bajo consumo (¿dónde están?) y de la autorización a los funcionarios de que no lleven corbata en las oficinas, en verano, para ahorrar energía del aire acondicionado.
¿En qué país vivimos? Los expertos dicen que, bajando el límite de velocidad de 120 a 110 kilómetros a la hora, no se ahorra combustible, pero que la recaudación por sanciones subirá notablemente contra los bolsillos de la sufrida ciudadanía.

     Mientras en Alemania la velocidad en las autopistas es opcional y en Italia el límite está en 130 kilómetros a la hora, en España, con el pretexto del precio de los combustibles, se obliga a los automovilistas a viajar en el “tren-burra”. Se vende tabaco, y no se puede fumar en los locales públicos. Se fabrican coches de una cilindrada que permite velocidades exageradas, pero dentro de una semana no se puede pasar de 120. Habrá que preguntarse para qué sirven los estancos y en qué se puede emplear la potencia de los automóviles. Está claro que el tabaco es nocivo y que conducir a una velocidad exagerada implica un mayor riesgo de accidentes, pero todo debe ser gobernado por el sentido común. Porque no se puede hacer tabla rasa de todo, y menos de la libertad, ni tampoco prohibir por el mero hecho de prohibir, sin calcular las consecuencias.

    Aquel “slogan” turístico del franquismo, que pregonaba que “España es diferente”, se está haciendo realidad, pero no para difundir el paisaje ni las costumbres ni la gastronomía ni el arte ni la historia, sino  para fastidiar al personal. Los gobiernos deben fomentar la felicidad de los ciudadanos, y no convertirlos en furtivos, en sospechosos o en apestados. Parece que, en muchos aspectos, el Gobierno actúa tal como en el verso de Pablo Neruda: “igual que un campanario en las manos de un loco”. No se consulta a los expertos, no se tienen en cuenta los estudios que abordan la realidad, sino que se improvisa. Y se improvisa prohibiendo. Además del cabreo, expresado en las encuestas, entre los ciudadanos se comparte una pregunta: “¿cuál será la próxima ocurrencia?”  Desde el PP se dice que, si ganan las próximas elecciones autonómicas y municipales, lo primero que harán será eliminar la medida de los 110 kilómetros por hora. Para cambiar cientos de miles de señales de tráfico hay que pensárselo dos veces. En fin, que visto lo que estamos viendo, el maravilloso país de Don Quijote no es, naturalmente, un país de cuerdos.



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