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Los valores como detonantes éticos del liderazgo

Los valores como detonantes éticos del liderazgo

martes 29 de marzo de 2011, 02:41h
Una de las más importantes lecciones en el desarrollo de una gerencia caracterizada por dimensiones éticas, es la necesidad de volver a creer en algo: en la familia, en el amor, en el compromiso colaborativo, en los amigos, en uno mismo, en los derechos humanos, en la tolerancia, en la hermandad, en la posibilidad de ser uno a través del aprecio de los otros iguales ante mí e iguales como yo. En el siglo XXI tenemos el desafío de ajustar las creencias a las ideas. En varias ocasiones, nuestras ideas son mucho mejores que nuestras creencias y de aquí que el reto es hacernos creíbles, especialmente para liderar procesos de cambio frente a los cuales no es fácil comprometer equilibrios y proyectos de futuro que no impliquen desfallecer a medio camino. Si hay algo que hoy en día debemos apreciar, es encontrar a una persona que vive lo que realmente cree encontrando así un antídoto y estímulo ético para vencer las conductas discriminatorias, el autoritarismo y el falso orgullo que termina por socavar los grandes proyectos. Actualmente, la gran mayoría de las sociedades se caracterizan por generar ideas extraordinarias. La era de la información y el desarrollo tecnológico es en gran medida, la era de las grandes ideas; por lo tanto, será fundamental hacer un alto en el camino, dejar de inventar más ideas y empezar a vivir genuinamente aquellas en las que verdaderamente creemos. Esta es la gran pauta para la educación y el liderazgo humano de los gerentes abiertos hacia el cambio. Los alumnos de una escuela o universidad pueden llegar a estar atiborrados con miles de ideas pero si no ven que los adultos y líderes creen lo que están predicando, entonces se produce una enorme hipocresía. Ofrecer lo que no se puede cumplir y pensar que la gerencia es una extensión de la megalomanía, conduce a la parálisis donde nada es sólido sino pura apariencia. El liderazgo efectivamente humano y comprometedor puede triunfar mediante el retorno de la voluntad hacia la ética; es decir, hacia el cultivo de los valores entendidos como cualidades de las acciones, de las personas y de las cosas que las hacen atractivas. Cuando una acción, persona o institución tiene un valor positivo, resulta atractiva para nosotros. En cambio, cuando tiene un valor negativo como la conducta discriminatoria, la farsa y la mentira para ocultar intereses latentes, es repugnante. Por ejemplo, podemos decir que cuando alguien dice de una institución que es justa, la está haciendo atractiva para la mayoría de las personas, y cuando dice que es injusta, la está haciendo repelente además de ilegítima. El liderazgo orientado por la ética y los valores se afinca en el atractivo de los mejores ejemplos, de las conductas honorables y los proyectos de esfuerzo en que vale la pena creer. Los valores importan porque una vida humana sin valores no es una vida verdaderamente humana. Debemos rechazar aquella visión donde lo más importante en este mundo son los hechos, exigiendo erróneamente que en la escuela se enseñen hechos y solamente ciencia vaciada de valores y tímida de espíritu. Sin valores no hay vida humana y tampoco un liderazgo creíble. La derrota de la ineficiencia señala un camino donde debemos insistir en la educación mediante los valores, reforzando la imaginación, educando la emoción, el corazón y la fantasía, evitando que nuestras vidas se conviertan en vidas absolutamente inhumanas como trata de hacernos creer el tipo de sociedad tecnificada de la globalización que desiguala todo, o aquellos tecnócratas que poseen un exagerado y triste sentido de superioridad. Los valores también son cualidades de las cosas, de las acciones, de las personas, que nos atraen porque nos ayudan a construir un mundo habitable. Nuestra vida moderna puede convertirse en un mundo sin hogar, en el que estamos suspendidos en comodidades materiales pero no nos sentimos como en casa porque hace falta habitabilidad y un sentido de dirección ético. Por esto, creo que el mundo tecnificado donde persiste la pobreza como erupción global, no reúne las condiciones de habitabilidad que debería reunir cuando millones se mueren de hambre y cuando la violencia es una forma de vida. Los valores permiten acondicionar el liderazgo y el mundo, haciéndolo habitable. La justicia, la libertad, la igualdad, la no discriminación, la belleza hacen a nuestro mundo vivible y humano, hacen de él un mundo donde merece la pena vivir y donde el suicidio resulta un penoso sin sentido. Quien vive lo que cree y lidera los cambios humanos con el compromiso de los demás se dará cuenta de que no vale la pena marcharse de este mundo por indiferencia, pragmatismo y nihilismo. Los valores junto con el liderazgo orientado por la ética de la convicción que cree en un mundo más humano, construyen un hogar atractivo. Como decía el filósofo alemán Emmanuel Kant: se puede actuar por interés o se puede tomar interés en lo que es interesante por sí mismo. De aquí que los valores son valiosos por sí mismos y la conducta ética facilita el regreso de las creencias y convicciones para actuar siempre conforme a lo que se piensa. Uno de los teóricos modernos de la democracia, Alexis de Tocqueville, afirmaba que quien pregunta: libertad ¿para qué?, es que ha nacido para servir. El que pregunta: ¿la libertad nos dará más bienes materiales? no ha entendido que la libertad es valiosa por sí misma, la igualdad es valiosa por sí misma y la justicia es valiosa por sí misma. Un mundo que reúne todas estas condiciones es un mundo en el cual la vida es digna de ser vivida. Hay valores enormemente atractivos que no están al alcance de todas las fortunas. Podemos gastar millones en ir al sauna y en toda clase de ejercicios; sin embargo, la belleza como paz interior, liderazgo digno y superación espiritual no está al alcance de todas las fortunas. Tampoco la caridad puede ser comprada solamente por razones de vanidad. Si bien se puede fundar instituciones de ayuda humanitaria con fines institucionales y burocráticos, veremos que una gran parte de éstas fracasan en el combate a la discriminación por razones de dinero y pragmatismos egoístas. Los valores valiosos en sí mismos permiten que reclamemos a todo el mundo que sea honrado, justo e intente vivir en libertad porque alguien que prefiere la esclavitud a la libertad, la injusticia a la justicia, la desigualdad a la igualdad, ha dejado de aspirar a la humanidad en el pleno sentido de la palabra. Vivimos en el momento oportuno para volver a creer en los valores porque merece la pena llamar plenamente humano al liderazgo, a las personas y a las instituciones. Los valores tienen que ser retomados apasionadamente para llevar adelante una existencia realmente humana. Los valores acondicionarán nuestras vidas para otorgarnos el estatus merecido de seres humanos. Los valores están al alcance de todos pues siempre tenemos la posibilidad de ser justos, la posibilidad de ser honestos y de ser líderes menos discriminadores. En consecuencia, tenemos que acomodar de tal forma nuestras creencias a las ideas de valor que hagamos realmente posible ser justos y equitativos, así como ser libres sin creernos héroes invencibles sino solamente seres humanos y líderes éticos concientes de ser perfectibles.
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