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Helicópteros e indignación

jueves 16 de junio de 2011, 08:59h
     Hubo un día en España  -ayer mismo-  en que la democracia viajaba en helicóptero. No es una novela de ciencia-ficción, no es un relato de Julio Verne, no es una narración del realismo mágico de García Márquez o de Juan Rulfo. Ocurrió ayer, en Barcelona, cuando los “indignados”, o una parte de ellos, impedían que los parlamentarios accediesen al edificio en que iban a debatir los presupuestos. Una barricada humana impedía el paso de la caravana de vehículos oficiales, zarandeaba los coches, y algunos políticos, como la socialista Montserrat Tura, comprobaron, después de la algarada, que los manifestantes habían pintado en su chaqueta, por la espalda, una ostensible cruz negra, que ha sido comparada por algunos no menos exaltados con la marca que realizaban los nazis en el Holocausto.      Si hay que hacer un ejercicio de comprensión, lo hacemos… Y lo hacemos en el sentido de que muchos españoles tienen demasiados motivos para estar indignados, y que la clase política, encerrada en su caparazón de privilegios…, a veces de escandalosos privilegios…, no es ejemplar ni mucho menos, y a veces es provocadora.       Pero ni se puede generalizar, ni el fín justifica los medios, ni lo ocurrido ayer en Barcelona, y antes con los abucheos a un político de la derecha,  Alberto Ruíz-Gallardón, y a otro de la izquierda,  Cayo Lara, es presentable. Toda comparación es odiosa y, además, imprecisa, pero hoy nos imaginamos en periódicos de todo el mundo la escena de los diputados entrando en el parlamento en helicóptero con el mismo fervor de desprecio a España que acompañó la instantánea de Tejero en el Congreso de los Diputados, con el “se sienten, coño”. En aquella ocasión, ni Adolfo Suárez ni Gutiérrez Mellado ni Santiago Carrillo huyeron en un helicóptero, sino que les plantaron cara a los golpistas, mientras sus señorías estaban, cuerpo a tierra, bajo los escaños. España mágica, triste España mágica.     Pero, en estos casos, no cabe la tibieza. Vivimos en un Estado de Derecho, que se rige por unas leyes para todos. Y del mismo modo que las acampadas de los “indignados” en las plazas mayores  (cuyo emblema fue la Puerta del Sol madrileña) suscitaron un debate y fueron una llamada de atención, poniendo el dedo en la llaga de muchas injusticias, ahora hay que decir que el secuestro callejero de la democracia es intolerable. Y no basta con ese buenismo que predica que, si no hubiese pobres, no habría ladrones, ni la demagogia de decir que, en caso de optar entre la imaginación y el orden,lo progresista es apostar por la imaginación. No hagamos juegos de palabras, respetémonos todos, aprendamos a escuchar a quienes no piensan como nosotros, y tengamos la fiesta en paz. > Escuche las columnas de Luis el Olmo en vídeo:
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