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Estado de silencios

Estado de silencios

lunes 18 de julio de 2011, 13:21h
Cada día son más las voces que reclaman que el presidente Zapatero ponga fin al estado de incertidumbre en el que ha metido a su calendario. O, lo que es lo mismo, cada día son más y más plurales las voces que piden un significativo adelanto electoral. Pero el inquilino de La Moncloa, cada vez más acorralado, mantiene su pertinaz silencio, mientras las nubes se adensan en el mundo, en Europa -y cómo vienen de negros los nubarrones desde el norte- y, claro, aquí en España. Lo peor, como ciudadano consciente, es para mí ese silencio hosco, pesado, calculador. Intolerable ya en un Zapatero que no controla bien sus tiempos, inconveniente para un Mariano Rajoy que parece no saber qué decir ni qué hacer con ese incómodo ‘caso Camps’, interpretable, aunque se trate de cosas bien diferentes, en las lagunas frecuentadas por ese ‘faisán’ de Interior. El silencio. Esa respuesta intolerable que quienes se erigen y hemos erigido como nuestros representantes nos dan a los representados. Como si la función no fuese con nosotros, meros espectadores, y todo se limitase a una representación interna, entre los actores. Hay, incluso, quien, pienso que injusta e inversamente, ha llegado a sugerir la existencia de un pacto entre los dos principales partidos: tú no hablas de faisanes, yo no hablo de trajes. No hace falta: esos silencios forman parte de esa particular omertá con la que habitualmente nos tratan -y no hablo solamente de España, claro está- los políticos. El método es justamente el inverso al exigible en una democracia. En Gran Bretaña dimite el jefe de Scotland Yard por una vinculación indirecta con el ‘affaire Murdoch’ y en España ni siquiera podemos acercarnos a conocer la opinión sobre ese asunto de uno de los consejeros del imperio mediático anglosajón, el ex presidente José María Aznar. Valencia arde por las cuatro esquinas y el centro de las tormentas levantinas, el presidente Camps, más culpable por lo que no dice y por lo que contradice que por la estupidez de los trajes, como si la cosa no fuera con él. Ni una declaración. El país entero reclamando un gesto político de altura y Zapatero que anda como ausente. ¿Es esto la democracia ejemplar que queremos? Nunca como ahora fueron tan necesarias las palabras, jamás tan clamoroso, tan culpable, el silencio. El asfixiante silencio.
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