El maletín literario

En su último mensaje al Congreso la presidenta Bachelet anunció que una de las realizaciones culturales del Estado será la entrega de un “maletín literario” a más de 130 mil familias chilenas en el año 2008. Así, a lo largo del país un medio millón de personas –si multiplicamos a los integrantes de los hogares- dispondrán de cinco libros que tal vez inauguren una biblioteca familiar futura

No hay conjeturas acerca de cuál será el material de los maletines. En su interior habrá un atlas, una enciclopedia elemental, tres obras literarias de autores nacionales. Es un comienzo. Se estima que no es mucho y que tal vez existan conflictos en cuanto a los títulos de literatura nacional indispensables. En la hora de la selección los criterios pueden ser discutibles.

Algunos aseguran que obras como “Recuerdos del pasado” de Vicente Pérez Rosales o “Martín Rivas” de Blest Gana o los “Veinte Poemas de Amor” de Pablo Neruda son indispensables. Otros creen que nos pueden faltar “Desolación” de Gabriela Mistral o “Hijo de ladrón” de Manuel Rojas o “Coronación” de José Donoso. Si así fuera surgirían las quejas de los partidarios de Baldomero Lillo, Francisco Coloane, Vicente Huidobro, Pablo de Rokha, Nicanor Parra, Eduardo Barrios, Pezoa Véliz, Pedro Prado, Isabel Allende, etc.

Son centenares los autores chilenos del pasado y del presente que merecen ser conocidos por los lectores que sólo han escuchado sus nombres y que apenas conocen los títulos de sus obras. O que no los conocen en absoluto.

Los editores, siempre alertas cuando se trata del mercado, han propuesto soluciones salomónicas. Desde luego están de acuerdo en que el Ministerio de Educación llame a licitación del material disponible. Se sugieren antologías de cuentos o de relatos clásicos y que los contenidos de los maletines sean diferentes. La diversidad –dicen- sería una manera de aumentar el conocimiento de los grandes autores nacionales. Los receptores de los maletines podrían intercambiar con sus amigos los libros después de leídos y conocerían así las múltiples manifestaciones de la literatura nacional.

Siempre es ingrata la selección de cualquier título o tema porque es inevitable dejar de lado otras obras de tantos o mejores méritos. No faltarán quienes digan que el maletín es ilegítimo, mientras otros dirán que están allí los autores indiscutibles. También es probable que surjan disputas entre los editores no favorecidos con la licitación, así como por la elección de sólo tres títulos.

Más allá de estas posibles quejas, es de esperar que predomine la idea de que se trata de una iniciativa excelente y sin precedentes, que estimula el gusto por la lectura y que pone en manos “de los más necesitados” el tesoro de los libros que, cuando es descubierto, produce cierta adicción y obliga a buscar nuevas joyas. Sería necesario que a los maletines siguiera una política del libro que tomara en cuenta los magros salarios de los lectores a conquistar, o que multiplicara los bibliometros (bibliotecas en las estaciones del Metro) que tienen un público fiel y numeroso.

La ministra de Cultura ha señalado también que se fomentará la apertura de bibliotecas municipales y se colaborará con las numerosas que ya existen.
La posibilidad de que surjan bibliotecas familiares no es una utopía aplastada por los lamentables programas de la TV. El mejor ejemplo fueron las ediciones de Quimantú a comienzos de los años 70. Se vendían y agotaban grandes obras de autores universales al precio de una cajetilla de cigarrillos en los kioscos de diarios. Los libros empezaron a ser parte del decorado de los hogares y se coleccionaban sus ediciones.
 
Desgraciadamente este auge fue interrumpido por la dictadura que encendió hogueras con los volúmenes que encontró en los asaltos a los domicilios de los opositores.

El maletín literario puede ser portador de un renacimiento de la lectura y esperamos los resultados con optimismo.

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Luis Alberto Mansilla
Periodista