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Ladran Sancho

Ladran Sancho

sábado 10 de septiembre de 2011, 11:35h
Como bien se sabe, la frase, que se completa con aquel tantas veces repetido “señal de que cabalgamos”, no pertenece a las páginas de Don Quijote de la Mancha, la inigualable novela que escribiera Miguel de Cervantes a comienzos de 1600, sino al guión de una película, escrita y dirigida por otro genio, en este caso de mediados de 1900: Orson Welles. A esta altura, poco importa si pertenece al Quijote novela o al Quijote película: hoy es la prueba definitiva del modo en que reacciona cierta gente cuando un individuo o un grupo social hace lo recto ante los ojos de la multitud. El domingo 14 se celebraron las Elecciones Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias. Minutos después de que cerraran las urnas, comenzó a orquestarse el embuste. Ahí estaba Carlos Brown convocando a los periodistas para informarles que habían detectado un fraude. Poco sutil, el jefe de campaña de Duhalde recomendó a los cronistas que recogieran de inmediato su testimonio, con el fin de que apareciera en las primeras planas de los diarios del día siguiente. El supuesto fraude estaba concentrado en una mesa que recogía cerca de 400 votos. Por entonces ya se tenía la certeza de que Cristina Fernández de Kirchner ya había superado los diez millones. Esos exiguos 400 no modificaban el abrumador triunfo. Pero es imposible pedirle lógica a alguien que está indignado. Esa noche hubo varios indignados y Clarín y La Nación se hicieron eco de esa furia. Desde el lunes 15 hasta el miércoles 31, La Nación, Clarín, y sus múltiples medios distribuidos por todo el país, hablaron de fraude hasta el hartazgo. Los muñecos parlantes que distribuidos por sus canales de noticias se ocuparon de anunciarlo, con voz grave y gesto severo, tal como la proclama demandaba. De ese modo, se convertía en información candente que en Berazategui no hubieran dejado votar a un jubilado por presentarse sin documento o que en Villa Ortúzar una mujer se había quejado porque no encontró boletas de su partido en el cuarto oscuro. El Momo Venegas realizó fantásticos guarismos dignos de llevar al infarto a cualquier matemático y Chiche Duhalde logró, con parecidas ecuaciones, que el 51 % obtenido por la presidenta se redujera al 38 %. No obstante, no había denuncia de fraude. Por fin, el lunes 29 el diputado nacional Eduardo Amadeo la formalizó en el Juzgado Federal nº 1 de La Plata. En el escrito apuntaba que hubo seis mesas irregulares, por lo que habría algo así como 516 votos en duda. Parecía una película de los Hermanos Marx, pero se trataba de una denuncia real que responsabilizaba a los presidentes de seis mesas. Esa gente, frente a la espada justiciera de Amadeo, corría peligro de purgar de uno a tres años de prisión. No es difícil imaginar a la esposa de uno de esos posibles condenados diciéndole al marido: “Te dije, querido, que no aceptaras ser presidente, por favor, no te metas en política”. Por fortuna, la sangre no llegó al río. En la conferencia de prensa del 31 de agosto, el ministro Randazzo demostró que las denuncias por fraude carecían de fundamentos; luego anunció que el cómputo definitivo realizado por la Cámara Nacional Electoral le daba 398.898 votos más a la fórmula Cristina Fernández de Kirchner/Amado Boudou, por lo que la cifra final se elevaba a 10.762.217 votos, superando en 8.148.006 a la fórmula Alfonsín/Gonzalo Fraga, sus rivales más cercanos. No se puede decir que la presidenta haya arañado el triunfo. Por último, en un tono que no repudiarían ni Mahatma Gandhi ni Martin Luther King, Randazzo señaló el modo en que cierto colérico periodista tergiversaba una noticia que el propio ministro le había ofrecido detalladamente. Eso bastó para que al día siguiente La Nación, Clarín y ADEPA denunciaran un flagrante atentado a la libertad de prensa. Los llamados opositores se unieron al coro de protesta; en esta ocasión, Hermes Binner fue parte de ese coro. Habrá que acostumbrarse a oírlos y seguir cabalgando.
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