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Navarra "on the record"

lunes 06 de agosto de 2007, 08:46h

La sección Off The Record volverá a estas páginas electrónicas de DIARIO CRÍTICO con la tópica “rentrée” de septiembre. Cada vez será más variada, sin perder el interés central por los grandes temas de la actividad económica y empresarial de España, ni renunciar a algunas, o muchas, incursiones por la actualidad política. Es además, como habrán empezado a advertir los lectores, una sección “dialéctica”, que a veces se complementa y en otras ocasiones confronta con la vecina On The Record. Esto se agudizará a partir del regreso en septiembre. Será divertido, pero también ayudará a mejorar la calidad de la información y la participación de los lectores en el proceso de valoración y selección de los “inputs” informativos.

            Estas pocas semanas de “rodaje” de la sección han permitido ya catalizar interesantes fuentes. Haremos todo lo posible por contar cada vez con más fuentes, más diversas y variadas, que nos permitirán contrastar los datos en beneficio de la información y por tanto, de los lectores. Off / On The Record es una sección muy seria, nada de frivolidades, ocurrencias ni “cotilleos” de pasillo. Ni mucho menos, “intoxicaciones” o “mensajes”. El compromiso del periodista es doble. Hay que guardar la reserva de las fuentes, que hace posible la sección, pero también hacer las comprobaciones necesarias en torno a la fiabilidad de la información que recibe y trasmite a los lectores.    

            Donde ya no hay off the record sino muy transparente on the record es en la compleja situación política de Navarra. El acuerdo de la dirección nacional del PSOE de no dar vía libre al propósito de los socialistas navarros (PSN) de formar un gobierno con los partidarios de la incorporación de Navarra al País Vasco (Nafaroa Bai) es una muy buena decisión, sin duda más allá del oportunismo de evitar posibles pérdidas de votos en las próximas elecciones generales. Antes de la decisión de Ferraz, estaba extendida la idea pesimista de que se formaría el “tripartito” con NaBai e IU, y quedaría despejado el camino para la reanudación de negociaciones entre el Gobierno y ETA.

Es obvio que con la decisión adoptada aumenta la exasperación de ETA y por tanto, el riesgo de atentado terrorista. A corto plazo, se hace difícil la reanudación del llamado “proceso de paz”, lo que obliga a reconocer la decisión impuesta por José Blanco como un rasgo de coraje, algo a lo que este Gobierno no nos tenía acostumbrados. Razón de más para reconocerlo sin cicaterías. Sobre todo, por desear que persevere.

            Es un cambio importante. El precedente sentado en Catalunya apuntaba en mala dirección. Que ahora haya imperado el buen sentido en la dirección central del PSOE sugiere que Rodríguez Zapatero ha reflexionado sobre las consecuencias políticas y personales de haber cedido a esa impresentable mezcla de cortoplacismo y sectarismo que fue el “montillazo”, esto es, le negativa del cordobés Montilla a reconocer la obvia iniciativa que correspondía a CiU, tras ganar las elecciones, para intentar sacar adelante un Gobierno de Catalunya coherente con la voluntad de los electores catalanes y con los intereses generales de la gobernabilidad del Estado, que aconseja no la exclusión, sino todo lo contrario, un esfuerzo centrípeto de inclusión, cohesión o como quiera llamarse, de los nacionalismos moderados.

            Los acuerdos que salvaron casi in extremis la reforma del Estatut tuvieron como actores al socialismo estatal, encabezado por Rodríguez Zapatero, y el nacionalismo catalán, encabezado por Mas y Durán. Cuando CiU acudió al quite, el desequilibrio, por decirlo de alguna manera afectuosa, de Pasqual Maragall había conducido la reforma estatutaria a un milímetro antes de un callejón sin salida.

No es razonable pensar que hubiera aquel “toma y daca” que algunos presumieron sin datos ni pruebas, por el que CIU acudía en apoyo del Gobierno cercado a cambio de volver a la Generalitat. Pero sí es lógico que en el diálogo se produjera la coherencia de la recíproca voluntad de respeto a las reglas del juego, esto es, que si CiU ganaba, como sucedió, las elecciones, el socialismo catalán no forzaría arbitrariamente un tripartito de perdedores, sino que facilitaría la gobernabilidad del vencedor. Algunos, más optimistas, esperaban incluso una “gran coalición” CiU-PSC. Están a la vista las serias dificultades que el despliegue del Estatut encuentra en manos del tripartito, con el consiguiente encrespamiento de la opinión pública catalana, que añora los buenos años de Pujol.

Se dirá que en Catalunya no estaban en juego temas de tanta gravedad para el Estado mismo como los que dependen de la fórmula de gobernabilidad de Navarra. Y es verdad, hay que reconocerlo. Pero Catalunya es el modelo transitable del concepto de la España plural y ha desarrollado poderosamente su identidad sin dejar de contribuir en ningún momento a la gobernabilidad del Estado. Lo mismo con Adolfo Suárez que en los años de Felipe González y José María Aznar, Catalunya, y los gobiernos de Catalunya siempre estuvieron en su sitio, ayudando a la estabilidad, la modernización y la prosperidad. ¿No fueron acaso excelentes, bajo todos los puntos de vista, esos cuatro años, entre 1996 y 2000, en los que José María Aznar hizo de la necesidad, virtud, y el fructífero diálogo entre Rodrigo Rato y el nacionalismo catalán moderado produjo la mayor modernización económica de muchas décadas?

La decisión del PSOE estatal de permitir a UPN, como partido ganador de las recientes elecciones en Navarra, que forme gobierno de minoría es un importante rasgo de valor y de honradez política. Aún sería mejor si Puras y Sanz fueran capaces de elevarse ambos por encima de pequeñeces y formar un gobierno navarro de amplia coalición. En todo caso, se ha enviado a ETA un mensaje oportuno y necesario: el Estado no está “de rebajas”, porque la paz, que todos deseamos, no puede tener contrapartidas políticas. Va siendo hora de decir bien claro que ofende a la inteligencia esa aberrante demagogia con la que los terroristas y sus cómplices pretenden buscar semejanzas entre la historia de Irlanda y las criminales ensoñaciones de ETA.

La disposición adicional primera de la Constitución “ampara y respeta los derechos históricos de los territorios forales” y la disposición adicional cuarta pone en manos del Órgano Foral la eventual iniciativa de incorporación a Euskadi, que requeriría la mayoría de votos válidos emitidos en referéndum. No hay atajos. Parece, pues, que la dirección estatal del PSOE ha entendido y asumido que una corrección a tiempo evitaba males mayores.

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