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Monarquía popular

viernes 10 de agosto de 2007, 11:48h
Existen dos escuelas de pensamiento sobre la supervivencia de la secular Monarquía española. La primera de ellas, la que podríamos denominar peñafielista, sostiene que la pervivencia de la Monarquía viene dada, precisamente, por la inmarcesibilidad de sus miembros, desde Su Majestad el Rey y Su Majestad la Reina, hasta el último vástago o vástaga de los Infantes y las Infantas. La Real Familia está allá, en la cumbre, como expuesta a la contemplación de nobles y plebeyos. Sus miembros sólo matrimonian con personas de parecido linaje y similar formación.

La otra escuela de pensamiento sobre el particular, la que podríamos llamar ecléctica o de síntesis, sin embargo, viene a decir que la supervivencia de la Institución depende de la capacidad de adaptación de ésta a los nuevos tiempos. Y es al rebufo de esta escuela –solicito previamente el perdón del infanzón de pro que es don Antonio Burgos, el polígrafo sevillano—cuando se habla de popularizar completamente la Monarquía Española que encarna con tanta dignidad en su egregia persona Don Juan Carlos I.

¡Hay que acercar la Corona al pueblo, para que la sienta como suya!, es la frase más escuchada por quienes sostienen que frente a las arremetidas de un Iñaki Anasagasti, con sus injustas acusaciones de vagancias regias, la Familia Real está a la altura de la laboriosidad habitual del pueblo español. Es decir, que el soberano sintoniza con su pueblo y éste con su soberano.

Dicho esto, damas y caballeros, se trata de afinar aún más en esta sintonía mutua para llegar a la unión hipostática entre la Corona y el pueblo español. Por lo general, mi amo, Don Tito B. Diagonal, cuando no le queda más remedio, suele recomendar que la nivelación se haga siempre por arriba. No se trata, por tanto, de hacer descender al ya situado, sino de crear las condiciones objetivas (sí, el razonamiento es de primer curso de marxismo-leninismo, lo sé) para que sean los de abajo quienes suban peldaños. Claro que así, se cae en la masificación en la cumbre. ¿Puede soportar España a cuarenta y pico de millones de reyes y reinas? Creo que no. Aunque, de ser así, habría que crear la figura del Rey de Reyes, lo que daría a nuestra patria un toque etíope, de cuando el Negus de Adis-Abeba.

Sin embargo, sí que es posible que todos los miembros de la institución monárquica, sin desdoro para ellos, se acerquen a los usos y afanes del pueblo. De la misma forma que el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, la Corona se hace pueblo y se integra en él.

Por tanto, se acabaron los veraneos ostentosos. Nada de Marivent, que Mallorca está ya muy vista... La Familia Real a veranear en Marina d’Or, en el término de Oropesa de Mar, provincia de Castellón, Comunidad Valenciana. Si las clases medias lo hacen, la Casa Real, también, porque la mesocracia es la columna vertebral de nuestra sociedad contemporánea. Y ya se sabe cómo pasa las vacaciones de verano.

Tómbolas... Barracas de feria... Don Juan Carlos estaría muy entretenido en las barracas de tiro al blanco, con su infalible puntería que le hizo abatir al oso Mitrofán, levantando regalos para todos sus nietos y nietas, con lo cual se ahorraría unas respetables sumas de dinero invertidas en monterías y cacerías en los cinco continentes..

Don Felipe de Borbón, en lugar de irse a sudar como un galeote a bordo de sofisticados veleros de la clase XP, rayaría en la sublimidad náutico deportiva ganando el campeonato de pedalos en la playa de Benidorm, con el reconocimiento popular que ello supone.

Algo parecido sucedería con doña Sofía, doña Letizia y las Infantas yendo de compras a mercadillos. El marujerío patrio las encontraría como mucho más próximas, más cercanas e integradas en los afanes colectivos. No obstante, por exclusivos motivos de seguridad, el elemento femenino de la Casa Real española debería abstenerse de acudir a las rebajas de los grandes almacenes, dado que en ellas peligraría su integridad física.

Se trata de acercar la Corona al pueblo. Se trata, señoras y señores, de que el pueblo considere a la Familia Real como algo propio. Y es más fácil que, en lugar de hacer subir a millones de personas, sea una veintena escasa (las de la Familia Real) quienes tengan que bajar todos los peldaños que hagan falta. Es cuestión de supervivencia. De supervivencia monárquica.
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