Una buena polémica para el retorno

Los nacionales de este país nuestro nos pirramos por una buena polémica que alimente la tesis de las dos españas. Somos capaces de pelear a muerte por un torero, por una quimera, por nada o casi nada. Pero ahora estamos jugando con fuego. En este caso, la pelea entre las dos españas sigue anclada en cómo hacer frente a esa pesadilla que se prolonga ya absurdamente y que se llama ETA. Cualquier cosa, por lo que se ve, antes que propiciar un acuerdo entre los dos grandes partidos nacionales para, conjuntamente, combatir de la manera más eficaz al terror de la banda que vuelve a ser, si es que alguna vez dejó de serlo, asesina.

Lo cierto es que, en las últimas horas, me había parecido escuchar una cierta sintonía en los mensajes de Gobierno y oposición, de Zapatero y de Rajoy: ya no hay negociación a la vista con la banda, acabó el famoso proceso, todo queda fiado a las medidas policiales y penales. ¿No era eso lo que reclamaba el Partido Popular? ¿No era una clarificación de posiciones lo que todos pedíamos al Gobierno, que, a la chita callando, ha dado un viraje de casi ciento ochenta grados a las posiciones con las que empezó la Legislatura? Entonces, ¿por qué no se reúnen de una vez el presidente del Gobierno y el del PP para acordar una estrategia y dejar fuera la cuestión terrorista de la precampaña electoral, que se avecina dura y no sé si muy constructiva? 

Pues nada de eso, sino más bien lo contrario. Parece que nuestras fuerzas políticas han encontrado el pretexto para no ir de la mano contra ETA, que sería lo procedente: la ilegalización, o no, de Acción Nacionalista Vasca, el partido del que dicen que es otra de las ‘marcas’ de Batasuna y que, en todo caso, se comporta como si lo fuera, es ese pretexto. De ANV sabemos, en el fondo, poco: que es una formación política que se remonta, en su inscripción, a los años treinta y que albergó a algunos conocidos batasunos en unas candidaturas electorales que no pudieron concurrir en las pasadas elecciones municipales y autonómicas, mientras otras de sus candidaturas, teóricamente ‘limpias’ de la contaminación batasuna, sí fueron autorizadas por el Tribunal Supremo para competir en los comicios, en los que han obtenido bastantes concejalías, dicho sea de aso. Sabemos también que no condenó el último atentado de ETA, el pasado viernes en Durango.

Convendría aquí releer con cuidado la salomónica sentencia del Supremo respecto a la legalidad o no de las listas de ANV antes de lanzarse de lleno a la polémica sobre si ANV, como tal, es ahora ilegalizable, por no haber condenado el atentado de Durango, tal y como piden el PP y alguna asociación conservadora de magistrados, o, por el contrario, no se puede declarar fuera de la ley a este partido, como parece que piensan en el Ministerio de Justicia y en ciertos foros de especialistas.

Nada hay más desgastante para la unidad de acción que estas peleas jurídicas, que tanto abundaron a lo largo de nuestra transición a la democracia, y que aún siguen proliferando, abonando unas tesis políticas o las contrarias. He tratado de consultar opiniones de uno u otro bando, y la verdad es que, con algunos datos y dictámenes en la mano, no acabo de ver muy claro que a un partido se le pueda declarar fuera de la ley solamente por no condenar de manera explícita un atentado.  Nos parecerá el tal partido rechazable o deleznable, y a mí me parece ambas cosas; pero difícilmente será, con la doctrina del Supremo en la mano, ilegalizable.

Pero doctores tiene, en todo caso, la santa madre. Nuestras fuerzas políticas no deberían permitir que un debate entre juristas paralice la posibilidad de un acuerdo entre ellas para hacer saber a ETA que no podrá ser el árbitro de la vida política nacional, ni decidir, atentando o no haciéndolo, quién ganará las próximas elecciones generales. La mejor fotografía para el inicio de este curso político, tan decisivo, sería la de José Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy saliendo juntos a la puerta de La Moncloa y diciendo que unidos vamos a derrotar de una vez a esta ETA que lleva persiguiendo nuestra tranquilidad durante la casi totalidad de nuestras vidas. Y, ahora sí que sí, ya está bien.