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Tres pruebas para una semana

Tres pruebas para una semana

viernes 31 de agosto de 2007, 20:37h
En esta semana parecía que todo se daba para que los conflictos sociales y políticos confluyeran en muy pocos días. Era una prueba prolongada en cuanto al tratamiento de las pugnas.

Se estaban poniendo en cuestión los avances conseguidos en las semanas anteriores, en las que el Gobierno se había ido posicionando bien. Pero los movimientos de recuperación deben mantenerse en los momentos difíciles porque, de otro modo, no resultan ser auténticos, sino falsas esperanzas.

¿Cuáles eran los desafíos más significativos a inicios de la semana? Básicamente tres. El primero, evitar que el tema Transantiago se convirtiera en un asunto transtemporal; es decir, una de esas obsesiones que se presentan y se vuelven a presentar siempre, ya sea por lo que se hizo, lo que se hace o lo que se hará.

Esto, debido a la participación del ex ministro Sergio Espejo en la comisión investigadora de la Cámara de Diputados, un hecho muy esperado por la prensa.

El segundo desafío se relacionaba con el manejo de conflictos sociales. En este caso la manifestación pública de problemas no confluye por coincidencia, sino por diseño.

Por lo tanto, lo que está en cuestión es la respuesta dada a las movilizaciones preparadas por la CUT, donde asegurar el orden público debía distinguirse con claridad de cualquier exceso.

El tercer desafío era político. Se debía preservar el mantenimiento del orden gubernamental por sobre los conflictos y las contingencias. No había que poner ningún otro asunto adicional importante que significara desviar al gobierno de mantener su centro de atención en el manejo de conflictos.

Así que, como se puede ver, lo importante era el control simultáneo en varios frentes y, además, evitar que se contaminaran y potenciaran unos con otros.

Los resultados están a la vista. Aunque las semanas que concentran tensiones y conflictos no suelen pasar al recuerdo como eventos agradables, en la suma final el Ejecutivo -sin brillo, pero sin falta- puede considerar superada esta prueba.

Intervenciones notables

Hay que partir por el debate sobre el Transantiago, que ya ha mostrado su multifacética capacidad de producir problemas. En honor a la verdad, ésta terminó siendo el área donde los actores más relevantes tuvieron los desempeños más notables. Los invitados a la comisión investigadora, casi sin excepción, tuvieron intervenciones sobresalientes, que los prestigia a ellos y a los cargos que desempeñaron.

Estimo que, en la partida, una actuación clave la tuvo el ex ministro Jaime Estévez al asumir la “responsabilidad política” que se pudiera derivar del ejercicio de su puesto en las decisiones que llevaron a implementar el cambio al sistema de transporte capitalino.

Casi en paralelo, el vocero de Gobierno destacaba la actitud valiente con que el ex ministro había abordado su cargo, en la primera señal de acercamiento posterior a su salida.

La intervención de Sergio Espejo fue impecable. Más que defenderse o culpar a otros, explicó su gestión con altura de miras y explicitó su lealtad con la Presidenta Bachelet. Quienes esperaban un desangramiento concertacionista no encontraron leña para la hoguera.

Espejo volvió a poner las cosas en su centro. Describió un proceso por el que se toma una decisión de Gobierno, con información compartida y responsabilidades que se deben considerar en tiempos prolongados y en cadena.

Los resultados se pueden juzgar por las reacciones de la oposición en cada una de las ocasiones que se presentaron. Simplemente, se quedaron sin comentarios pertinentes que realizar. Esto quiere decir que las intervenciones fueron contundentes y no dejaron espacio a matices fuertes y al juego de contraponer declaraciones.

Es de esperar que no se olvide el ejemplo dado por estas figuras principales: reconocerse como miembros de equipos de trabajo, reconocer su parte de la responsabilidad compartida, explicar los procedimientos por los cuales se forman las convicciones, se evalúa la factibilidad y se implementan decisiones importantes.

El lenguaje usado estuvo lejos de cualquier recurso demagógico, el enfoque fue serio y permitía que cualquier interesado se formara una opinión ponderada por sí mismo. Los ciudadanos fueron tratados como adultos y las primeras reacciones conocidas sobre estas actuaciones muestran en reconocimiento mayoritario de esta forma de proceder.

La estrategia del conflicto

Los conflictos sociales se han ido agudizando en los últimos meses. No porque esté involucrado un número significativamente mayor de participantes, sino porque una parte de ellos ha radicalizado su comportamiento.

Por parte del Gobierno, la situación se mantuvo en la etapa previa, en un marco de llamados a manifestarse en orden. Hay que decir que, en contraste, los voceros de la movilización hicieron un amplio empleo de la agresividad verbal antes del miércoles. Se hizo un fuerte hincapié de que tras la movilización habría un antes y un después y se marcaría un hito para recordar.

En realidad, se está siguiendo una pauta reconocible de acción, que se repite y adapta en cada nueva circunstancia.

Tampoco se ha de dudar respecto del efecto de contagio que está teniendo una estrategia que sus promotores evalúan como exitosa.

El tipo de repercusión que esta percepción genera se ha ido expandiendo hacia las organizaciones con conducta moderada. Lo que se evalúa en estas organizaciones es que, de no ponerse a tono con la utilización de métodos más radicales, pueden empezar a verse sobrepasados por nuevos dirigentes y estilos.

El Gobierno jugó a descomprimir el conflicto mediante anuncios como los del aguinaldo, el subsidio eléctrico para la población más pobre, la mantención de actividades de interés social previamente establecidas.

Y, desde el primer momento, llamó a los organizadores a hacerse responsables de la movilización y de sus consecuencias. Incluso, La Moneda hizo un llamado público al PC para evitar desmanes.

Probablemente el apoyo de la directiva socialista a las manifestaciones, aunque luego matizado, puso una nota adicional de desconcierto. Al menos la derecha no se cansó de repetir que ésta era una marcha organizada “desde y hacia” La Moneda, afirmando que se trataba de “reclamar contra sí mismo”.

También en este caso los resultados están a la vista: la manifestación fue más intensa que extensa. Los grupos radicales no muestran una ampliación de su red de influencia, los lugares de siempre tuvieron la repetición de las escenas que siempre se han visto en estos casos.

Más que ganadores netos, se puede ver que no hubo perdedores. La movilización, aunque no en la dimensión esperada, de todas formas se produjo. Los santiaguinos se recluyeron temprano en sus hogares, pero sin un clima de temor, que fue característico de otros períodos ya lejanos. No hubo desgracias que lamentar, salvo la inusual agresión al senador Alejandro Navarro.

En otras palabras, cada cual estuvo en lo suyo. Pero las movilizaciones no pueden justificarse mucho sin especificar sus contenidos, establecer demandas específicas y dirigirse a objetivos claros para la gran mayoría.

El Gobierno estuvo concentrado en su labor y se enfocó en las tareas del día. Pero está claro que nadie puede contentarse con lo alcanzado.

Septiembre se vislumbra intenso, con un paréntesis de Fiestas Patrias, pero conflictivo en la suma final. Esta semana de prueba ha pasado, aunque se trató sólo del primer apronte. Alguien tendrá que empezar a convencer más allá de sus filas más cercanas. La prueba de fondo está a las puertas.

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Víctor Maldonado
Cuentista político
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