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Corazón de Cordero

sábado 08 de septiembre de 2007, 17:56h
Qué sabia es la naturaleza y cómo sabe responder el 'mecano' humano que somos cuando el dolor por la pérdida de un ser querido nos invade. Entonces llegan recuerdos gratos, que en este caso se remontan a la infancia. Corazón de cordero. En aquellos años, me lo comía en filetes. Y no de cerdo que, por cierto, aunque también se encontraba en la casquería y no en la carnicería, era de peor calidad —eso decían— y algo más  económico. Era el regalo/esfuerzo económico de mi madre al aporte proteínico de mi alimentación.

Desde entonces me gusta el corazón de cordero, que viene a mi memoria cuando me llega la noticia de que el bueno de Paco Cordero ha fallecido. Se acostó un día y su corazón se paró mientras dormía. Se fue este vecino de Pozuelo de Alarcón, militante socialista, amigo de sus amigos, a los que reunió en torno a su féretro, arropado con la bandera tricolor.

De casta le viene al galgo. Su abuelo Don Manuel Cordero, concejal del Ayuntamiento de Madrid en tiempos de la II República y colaborador de Francisco Largo Caballero, era el espejo en el que se miraba. Fue el ‘alma mater’del PSOE en Pozuelo, un apasionado defensor de sus ideas, poco amigo de los que manchan la política con sus disimuladas ansías de colocarse, escondidas bajo el discurso justiciero de las siglas, y, sobre todo, amigo de sus amigos.

Acudieron muchos, y muy conocidos. Manuel de la Rocha, Antonio Chazarra, Jorge Gómez, Eugenio Morales, Julio Rodríguez, Juan Antonio Barrio de Penagos, el histórico dirigente de UGT Manolo Simón y muchos más. Parecía un plenario de Izquierda Socialista, presidido por ‘el doctor’, su amigo/doctor, Pedro Sabando, quien dedicó a nuestro Cordero unas bellas y emotivas palabras que nos rasgaron más aún el corazón. Concluyó con un ‘hasta luego’. Su otro doctor, Pedro García Blanco, oía desde el fondo de la capilla, con crucifijo incluido, el leve sonido de las lágrimas de los que abarrotaban el acto de despedida al caer al vacío.

Fue concejal de Pozuelo y martillo del entonces alcalde José Martín Crespo (PP), quien tampoco faltó al último adiós a su amigo Cordero. También ocupó un escaño en la Asamblea de Madrid. Siempre dijo lo que pensaba y era todo corazón. No olvidaré cuando hace años, en pleno ‘tamayazo’, aparecía cada mañana para sentarse en un costado de la cama que me acogió durante meses para curarme de una grave lesión del fémur. Me daba conversación, me acompañaba y me comentaba las noticias preferidas por él de la prensa que siempre llevaba bajo el brazo.

Mucha memoria en la que aparece el que con los ojos cerrados veía a todos los que le despedían hasta luego. Tenía amigos y compañeros de partido. Arrancó de los presentes que hablaran con el corazón, bastante en desuso en estos tiempos en los que las vísceras alimentan los discursos de muchos de los que se dedican a la política: la gran pasión de Cordero. De niño, el corazón de cordero me alimentaba y ahora, no tan niño, me sigue gustando el corazón de Cordero: alimento del alma.
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